XXV: La serpiente y el gorrión

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Soria y Demián fueron arrastrados un largo trecho por las aguas del arroyo agitado. Dejaron atrás las montañas y regresaron al bosque, donde finalmente quedaron encallados en un banco de arena.

La muchacha había perdido el conocimiento por la sacudida constante de la corriente. Lo recuperó cuando sintió que alguien le estaba echando arena en el rostro.

—¡Basta! —exclamó molesta al percatarse de que su atacante era Ronda—. No eras tan ruda cuando te prendiste a mi vestido —la regañó mientras se incorporaba.

Paseó la mirada por los alrededores y halló a Demián no muy lejos de allí. El aventurero había dispuesto todas sus pertenencias de manera ordenada en el suelo y parecía estarlas revisando.

—De nuevo he perdido parte de mi equipo —se lamentó y soltó un resoplido.

—Demián, no sabía que llevabas tantas cosas en tus bolsillos —murmuró Soria al acercarse a ver.

Varias navajas, una cuerda ligera, dos frascos con ungüentos, un trozo de pedernal, un carretel y una aguja eran algunos de los objetos que la joven distinguió a primera vista. Luego se hallaban las tres herramientas que ella sí conocía: la espada de Blásteroy, el escudo que su padre había forjado y la campana de Jaspen.

—Un verdadero aventurero está preparado para cualquier situación —se jactó Demián antes de que su expresión se ensombreciera—. Aunque no creo que pueda decir que estoy muy preparado ahora...

—Vamos, no te desanimes, ¡eres la persona más preparada que conozco! —trató Soria de hacerlo sentir mejor—. ¿Por qué no intentamos llamar a Jaspen? —agregó con los ojos puestos en la campanilla.

—Ya lo he intentado —repuso el muchacho; tomó el instrumento y lo hizo sonar para demostrar que nada sucedía.

—Qué raro... ¿Por qué Jaspen no aparece?

—Dudo que alguien sepa cómo funciona exactamente el vuelo de un guingui de alas blancas —murmuró el aventurero con una mano en el mentón—. Mientras estuve en el monte Mersme hice algunas pruebas. Si lo encierras o lo atas, no puede aparecerse...

—¡Demián! —se escandalizó Soria—. ¿Tú le hiciste eso al pobre Jaspen?

—¡Oye, era con fines experimentales! —se defendió él—. En fin, todo indica que necesita estar al aire libre para poder trasladarse al instante de un lugar a otro. Tampoco debe haber testigos, aunque no sé si esto vale solo para los humanos o también para otras especies. Esto significa que jamás se transportará si hay alguien viajando sobre su lomo.

—¿Crees que sigue volando con Marga?

—Lo dudo mucho —opinó el aventurero, evaluando la posición del sol en el cielo—. Deberían haber llegado al monte Jaffa hace ya varias horas. Se me ocurren tres posibilidades: o están muertos...

—¡¡Demián!!

—¡Bueno, es una posibilidad! O están muertos, o has sido capturados por el enemigo, o quizás la ayuda viene en camino...

En esa tercera posibilidad quisieron creer los dos.

Que en ese preciso momento alguien estaba viajando sobre Jaspen, tal vez con Marga como guía, yendo al encuentro de Winger.


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El muchacho de la capa roja avanzaba con pasos inciertos a través del bosque. Había logrado orientarse gracias al desplazamiento del sol. Sabía que era media tarde, pero no qué tan lejos estaba de villa Cerulei.

Etérrano II: El Hijo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora