Capítulo 5

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《Ya pasé la última roca》dijo en su pensamiento 《ahora falta este monticulo》

--¡apurate! --dijo una voz mientras le daba un golpe en la espalda-- ¡tú crees que tengo todo el día para ver que no haces nada!

Siguió con lo que hacía hagarro la roca que tenía más serca y empezó a empujar lo más que podía, sus brazos no le ayudaban mucho, eran delgados y lo mas que se podía ver era los huesos como también en casi todo su cuerpo, tenía tres horas de estar haciendo lo mismo, agarraba una roca la lleva hasta otro determinado punto muy lejano y despues seguia con otro monticulo, una ves terminada la labor empesaba con los monticulos ya echos para ponerlos donde estaban.

Eran las once de la mañana el sol destellaba su poder sobre el pobre costal de huesos que parecía ser una niña, lo que más deseaba no era terminar el trabajo, ese era un deseo imposible más con la persona que la custodiaba, pensaba que la pequeña enana roja que iluminó su dolor fuera tapado por unas nubes, consideraba que eso  fuese más posible

--¡apurate! --pegándole en la espalda con una regla de madera-- ¡crees que me encanta verte, mugrienta!

Cada ves que ella detenía su paso con tal ves una razón entendible, no importará que fuera, el golpe iba a su espalda, la madre superior no tenía paciencia, menos con las niñas, igual su suerte no cambiaría, ni porque las nubes taparon el sol, y empezará a llover, y fuese peor porque eso no detendría el echo de seguir arrastrando piedras.

Después de terminar en la noche, y tomando agua del que se le acumuló en el poco cabello que tenía la metieron en el establecimiento, la pusieron en un cuarto oscuro y le obligaron a incarse para repetir 《no debo decir mentiras》 durante dos horas, sólo recordaba en el momento que la atraparon, estaba en el pasillo pasando por la puerta de la madre superior, ella la agarro le dijo que fue su culpa y cuando respondió con la pregunta《 de que 》y respondiendo 《no》sin saber de que hablaba, la acusó de mentirosa y empezó el castigo, una ves terminadas las horas incada, se dio cuenta que de lo que hablaba era de una regla de madera, la misma con la que le pegaba.

se fue a dormir a su cama, una pieza  de madera que sólo entraba la mitad de ella en lo largo, sin un colchón, ni un pedazo de tela para taparse del frío o el miedo a la oscuridad, lo único que la acompañaba era su ropa sucia y rota, que todavía seguía empapada, el dolor en sus pies por las ampollas de los zapatos que le quedaban pequeños, y el titiriteo de sus dientes mientras colocaba su cabeza ensima de su mano para poder recordar como dormir, tocaba su pelo o el poco que tenía debido a la peste de piojos que infecto el lugar y fueron obligados a cortarselos, ella cerró sus ojos, y en línea de lágrimas no encontraba un motivo del porque volver abrirlos.

*****

Unas paredes color crema, una cama suave con sábanas blancas, el espejo serca de la puerta de salida y una cómoda café alado de la cama fue lo primero que miró al abrir sus ojos, no encontró a nadie, nisiquiera sabía que día era ni que están haciendo ahí, no podía recordar nada, se sentó en la cama y se tocó la cabeza, tenía algo suave pegada en ella, se lo quitó y era una gasa con una mancha de sangre, se tocó en el lugar pero no sintió nada, se incorporó para verse en el espejo, la barba larga igual que su pelo, la facciones musculares definidas ya que no tenía camisa, lo único que lo cubría era un pantalón, alto de uno setenta y nueve, sin marcas de daño a pesar de las gasas que tenía en muchas partes de su cuerpo no cubrían una herida, los ojos grandes de color rojo, le llamó mucho la atención ya que de lo poco que recordaba no había nadie que tuviera esa característica, escucho la puerta serca del espejo que se abría, se apartó inmediatamente acercándose a una de las ventanas, algo le dedica que en cualquier situación esa era la mejor salida, al terminarse de abrir una mujer entró, lo miró parado al lado de la ventana y le sorprendió que estuviera ahí, no se le aserco desde la puerta la observó

Sasha VeinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora