La partida a Georgia fue estresante.
Después de empacar todo, por fin dejé el apartamento para dirigirme al hospital, en donde todos corrían como locos de un lado a otro. Todos preparándose para el angustioso vuelo, con los nervios de punta. Yo me mantuve firme hasta que subí al avión, hasta donde mi torre de marfil me acompañó.
Christian permaneció a mi lado desde que amanecí en su cama, hasta que tuve que marcharme, en el aeropuerto. Tengo un agudo dolor en el pecho, y no es solo la preocupación por mi madre, es más por el hecho de que echaré de menos a Christian. Los recuerdos de anoche me mantienen distraída durante todo el vuelo y mantienen mi mente ocupada otro rato más justo ahora que me encuentro en la jodida sala de espera del hospital de Georgia.
Mis dedos están en carne viva, he devorado hasta las uñas del dedo meñique. No lo soporto más. Quito las manos de mis labios y las paso ansiosamente por la tela mezclilla de mis pantalones. No soporto los nervios, pero ellos siguen fieles en mi cuerpo.
El vuelo resultó excelente, una parte de mi volvió a respirar, pero otra parte sigue sofocada. El miedo de perder a mi madre me está consumiendo. Esta es la última esperanza que tenemos, si lo no intentábamos la perdería de cualquier manera. Durante el viaje mamá lucía demacrada, ya no puede moverse como antes y ahora necesita una mascarilla de oxígeno para respirar, ya no lo puede hacer por sí sola. La enfermedad le está robando la vida poco a poco y me está arrebatando a mi madre. Ya no está la mujer feliz, romántica y optimista de hace unos años atrás.
Quiero pensar que mamá saldrá viva de la operación, que superaremos esto y por fin tendré a mi madre de vuelta.
Me restriego el rostro con las manos y me levanto de mi asiento, inquieta. Camino por la sala de un lado a otro. Han pasado ocho horas desde que ella entró al quirófano. Ocho horas esperando, he hecho incesantes preguntas a todas las enfermeras que veo pasar y en la recepción sobre el estado de mi madre o cómo va la operación, pero siempre responden los mismo, saben tanto como yo.
La cazadora de Christian me mantiene caliente mientras el frío del aire acondicionado se cuela por mi ropa. Me dejo caer en el asiento, sin saber que más hacer y lentamente hundo la nariz en el cuello de la chaqueta, en busca de un rastro de su exquisito aroma. En ese momento el móvil vibra y doy un pequeño respingón. Al ver su nombre en la pantalla contesto rápidamente.
—Christian —susurro con mi corazón latiendo fuertemente, golpeando mis costillas.
—Hola, nena —responde con una voz suave y tranquila. Por un momento mi mente se pierde y solo soy capaz de pensar en él.
En su cabellera cobriza despeinada por la mañana, sus hermosos, turbios e impenetrables ojos grises, sus finos labios y su mandíbula. Maldición, Christian es simplemente precioso.
—¿Estás ahí? ¿Es mal momento para hablar? —pregunta cuando la línea se queda en silencio. Niego estúpidamente con la cabeza y recuerdo que no puede verme.
—Estoy aquí —Es lo único que logro decir.
—¿Cómo te sientes, Anastasia? —me encanta la manera en que su boca, lengua y dientes acarician mi nombre, como si disfrutara de él. Christian Grey se folla mi nombre en cada pronunciación.
—Abrumada y ansiosa —musito en voz baja al cabo de unos minutos, sintiendo de pronto la angustia recorrer mi pecho.
—Todo saldrá bien, Ana. Tu madre está en las mejores manos —me dice en tono tranquilizador, pero justo ahora no puedo sentirme de esa manera.
—¿Y si no lo logra? ¿Y si algo sale mal? ¿Y sí la pierdo, Christian? Yo...Yo... no podría soportarlo, ella es lo único que me queda, sin ella no soy nada —digo sintiendo un nudo en la garganta y como las lágrimas pinchan en mis ojos. Christian suelta un largo suspiro antes de hablar.
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Querida señorita Steele
FanfictionUsted es la mujer más testaruda, necia y cabezota que conozco. De igual manera, es una diosa ardiente, sexy e insaciable. Me encanta el sonido de tu risa, tu aroma a otoño y arboles de manzana, tus hermosas mejillas sonrojadas y esos exquisitos lab...