Capítulo 57

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Ana


Mi corazón late con fuerza chocando precípitemente contra mis costillas. Pánico, es todo que siento ahora.

Miro a mis lados en busca de ayuda, pero nadie puede hacer nada. Todos corren riesgo—Ni siquiera lo pienses, Taylor. Un mal movimiento y tanto como tú, como todo el equipo de seguridad y Anastasia mueren. Será una masacre, así que piénselo todos antes de hacer algo estúpido. —dice José mirando por medio segundo a Taylor quien trataba de sacar su arma. Me mira y luego da un paso hacia mí.

Instintivamente levanto las manos y me echo para atrás. Él frunce el ceño y ladea la cabeza.

—No huyas, Anastasia. No te haré daño —me dice en voz suave.

Una corriente de adrenalina me recorre el cuerpo, pero aún no soy capaz de abrir la boca. Soy una cobarde. Siempre lo he sido.

—¡ANA! —el grito desde el móvil en mi mano me hace dar un brinco.

—Dame el teléfono —me ordena José.

Un sollozo sale sin permiso de mis labios —Christian —susurro con voz cortada junto al móvil.

—No te mueves, Nena. Voy por ti —dice Christian suavemente. Mi corazón se rompe al escuchar su voz y lo único que quiero ahora es correr a sus brazos, refugiarme en su cuello. Sentirme segura de nuevo.

—¡QUE ME DES EL MALDITO TELÉFONO! —grita José acercándose agresivamente. Niego con la cabeza y aprieto con fuerza el móvil —Anastasia —sisea mi nombre conforme retrocedo.

—Has dicho que no me harás daño, no creo que digas la verdad —por fin mi voz vuelve y me sorprendo con lo fuerte que hablo.

Él sonríe.

—Tienes razón, quizá debo aclararte que, si no haces lo que te ordeno, sufrirás las consecuencias.

—Ahora es diferente —digo secando las lágrimas que se han escurrido por mis mejillas. Tengo que distraer a José el tiempo que sea necesario hasta que Christian llegue por mí —. ¿Has sido tú todo este tiempo, no? ¿Las fotos? ¿Las galletas? ¿En el apartamento? ¿Mi Audi? —le acuso sintiendo la rabia burbujear en mi sangre.

Hace una expresión de autosuficiencia y da un paso más cerca.

—Sí. —dice.

—¿Por qué? ¿Por qué hacer todo esto, José? ¿Por qué casi matarnos ese día con mi auto? ¿Por qué amenazarnos con un arma ahora? No lo entiendo... Tú no eres así. No es el José que conozco, el chico lindo y amable, cortés y alegre con todos...—cierra los ojos y se acerca apuntando a mi pecho fijamente. Continúo retrocediendo, pero choco con alguien detrás de mí. Supongo uno de sus hombres.

—¿Por qué nunca me dijiste que creías eso de mí? —me dice acorralándome y hundiendo la punta del arma en mi pecho. Callo un segundo y respiro lentamente, tratando que hablar.

—Aún lo creo, solo que tal vez ahora estas confundido —le digo con las manos levantadas y mirándole con temor.

Entrecierra los ojos y me mira fijamente.

—¡Mientes! —exclama y aprieta más el arma contra mí. Dios mío.

Se separa, pero sin dejar de apuntarme justo cuando siento que estoy a punto de tener un infarto. Vuelve a posicionarse a un metro más o menos lejos de mí y vuelvo a respirar.

Querida señorita SteeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora