Capítulo 2: El encuentro

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Ojos negros.

-¿Qué haces aquí?- Una voz seria y suave le hablaba; sentía que era la primera vez que escuchaba a otro en la vida.

- Mierda, -dijo- ¿por qué no contestas?- parecía ansiosa - ... escucha, si no me respondes en diez segundos, tu cabeza tendrá un agujero del porte de mi mano sin que te des cuenta, ¿oíste?- un destello de luz golpeó los ojos de Daniel durante un instante: un arma- ¿Quién eres y qué haces aquí solo?- su voz ya no le pareció suave; la dureza y certeza de que cumpliría lo que prometía hizo despertar al chico en un segundo.

-Daniel-dijo con un hilo de voz tratando de poner sus ideas en orden- No sé, no sé que ocurre, de verdad- la sorpresa inicial había dado paso al miedo y no le permitía hablar con claridad; la chica llevaba en sus manos lo que parecía una escopeta y esta apuntaba directo hacia él -Por favor..., de verdad no sé nada más, déjame explicarte lo que sé, lo que recuerdo...- Ella no despegaba sus penetrantes ojos de él, mientras se movía inquieta en el lugar -...por favor...-.

-¿Daniel?- preguntó despacio; su nombre pronunciado por otros labios parecía mentira, como si ya no le perteneciera. Lo miraba atentamente a los ojos, incómoda. Parecía que no estaba segura de qué hacer a continuación. De pronto notó el cuchillo con fruta en su mano y apuntó el arma a su pecho rápidamente. Siguiendo velozmente el movimiento de sus ojos, Daniel dirigió los suyos a su mano: había olvidado por completo el cuchillo. -¡Estaba comiendo! ¡Duraznos! ¿ves?- gritó el abriendo mucho los ojos, tratando de verse sincero.

Sin dejar de apuntarlo, la chica comenzó relajar un poco los hombros y a moverse en el lugar, pasando su peso de una pierna a la otra.

-Déjalo a un lado, en el suelo- dijo con fuerza señalando con su arma. Daniel lo miró de reojo pero la chica detectó ese movimiento y adelantó un poco más la escopeta hacia él. Era la única arma de defensa con la que contaba y ni la había considerado; ahora estaría completamente a su merced. "Mierda", pensó mientras miraba avidamente el cuchillo, "debí haberme escondido o por lo menos esconder el cuchillo; qué idiota". Resignado, lo lanzó a unos metros de distancia manchando con almíbar la alfombra.

Al fin, la extraña volvió a respirar. Fue como si un velo de tensión entre ambos se hubiese evaporado en un instante y los sonidos del exterior volvieran a sonar de pronto, esperándolos a ellos.

-Ya. Dime- Solo dos palabras, una orden clara y directa; aún no confiaba en él, eso se veía a metros, pero comenzó a mirar el suelo, incómoda.

-¿Te quieres sentar, por mientras? No tengo mucho, pero tengo agua limpia y algo de fruta, si quieres-. ¿Porqué había dicho eso? Estaba claro que ahí no nacería una amistad mientras aún se encontrara una escopeta cargada entre ambos y unos ojos desconfiados. Lo miró de reojo y, sin decir nada, se acomodó rápidamente en el suelo, de rodillas, con el arma entre sus brazos. Al menos ahora apuntaba hacia el suelo, "un avance", pensó.

Suspiró pausadamente antes de comenzar:

-Sé que me llamo Daniel. Eso es todo. Desperté aquí hace unas dos o tres semanas, no estoy seguro. A veces siento que duermo más de una noche, hasta el día siguiente- se miraba distraídamente las manos sucias- Esto va a sonar raro, pero creo que algo pasó... en el mundo. -la miró a los ojos y ella se removió en su puesto- Es tan estúpido, pero recuerdo el concepto ¿sabes?, la idea del universo postapocalíptico, mundo destruido, y nosé, creo que- se interrumpió sonriendo nerviosamente- ...si no fuera porque escucho cada tanto el sonido del viento en los árboles, o a pájaros cantanto, yo diría que quedé sordo porque no escucho gente. No hay gente. Las calles -señaló la ventana-, las calles están vacías ¡no hay nadie!, ni una sola persona, ni una sola risa, no hay conversaciones...nada. Tú...¿tú sabes dónde están?-dijo despacio.

-Se fueron- dijo ella secamente. Su delgado cuerpo se había relajado, adoptando una postura resignada- Se fueron todos. La mayoría se arrancó al sur, a Chiloé, a las islas de allá. Yo nunca fui antes ni menos ahora, después de todo lo que ha pasado- un amago de sonrisa asomó un instante en sus labios-. La gente empezó a decir que allá estaban aislados, que estaban cerrando la entrada y creando una especie de sociedad hermética. Algo autosustentable, no lo recuerdo bien. Entonces muchos partieron esperando que los acogieran junto a los suyos, junto a sus familias. No sé si los dejaron entrar, pero acá no volvieron- Lo miró con tristeza- Daniel, creo que somos las únicas personas vivas en este pueblo de mierda.

A través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora