汚名 Omei

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                                                                                   Prólogo

Han pasado 10,000 años desde que estuve a punto de perderlo todo, y 130 desde que estuve a punto de renunciar a todo. En la definición de un sueño humano, no entiendo lo que es soñar dormido; pero una vez tuve un sueño, un sueño egoísta como mi naturaleza, pero una expresión de eso que alguna vez compartí con el mundo humano. Para mí la existencia humana es una paradoja, la paradoja entre lo que detesto y lo que me entretiene.

 Una existencia vacía desde hace 130 años, y es risible pensar que antes de eso creía que mi existencia era gratificante, ¿su culpa o mi debilidad?, mi estigma.

 Y me veo entre pasillos circulando sin circular, estando sin estar y fingiendo sin fingir. Cuando la belleza propia, el talento, la inteligencia y la fuerza no bastan para envanecerte; te das cuenta de que has caído en lo más bajo de nuestra jerarquía, en aquello que detestamos y lo que anhelamos destruir. Y estaba dispuesto a perderlo todo por un momento de debilidad, mi momento más débil y aún el más preciado…

-¿Sigue pensando en ella, mi señor?- Preguntó Inuki arrodillado ante mí sin levantar su rostro, hacerlo sería un desacato. Lo miré de soslayo sin responder, en realidad no había nada qué decir; y él no es nadie a quien se le deban explicaciones, no de mí; después de todo no es más que un “surebu”, mi esclavo.

Dejé mi copa de vino sobre la mesa de vidrio a mi derecha, quedaba apenas el rastro de aquel brebaje tinto que había disfrutado, Inuki se apresuró a llenar mi copa de nuevo, diligente, siempre a mi servicio y consciente de que conozco todos sus deseos, ninguno que pueda satisfacer, mi fiel Inuki y tan desdichado, con la única satisfacción de verme y poder oler el aroma de mi esencia.

-Oye Inuki… ¿quieres ver cómo es?- pregunté sin estar muy seguro de lo que hacía.

-¿Cómo es?...

-La libertad… ¿quieres ser libre?- dije clavando mis ojos en su delicada figura, su piel blanca como la nieve y esos ojos púrpura que brillan como un par de amatistas bajo la luz de la luna, mi querido Inuki, a mis ojos es todavía un niño, un niño pequeño que carga una gran cadena al cuello, el grillete que lo ata a mí.

-Yo ya soy libre señor- respondió diciendo exactamente lo que esperaba.

-Inuki, Inuki- me incorporé para caminar hacia él, lo vi desviar la mirada, sostenerla ante mí le merecería un gran castigo aunque yo nunca lo castigo, pero reconozco que conoce bien las reglas. Acaricié su rostro y lo vi cerrar sus ojos, inhaló como aquellos que desean atesorar un momento por la eternidad, la eternidad a la que lo he condenado-. ¡Vete de aquí!- ordené alejando mi mano de su pequeño rostro, casi sentí mis uñas acariciar su delicada piel, podría arrancársela si enloqueciera.

 Inuki se incorporó y tratando de hacer el menor ruido posible abandonó el salón en el que me refugiaba. Me topé con mi reflejo en un cristal de la ventana; no pude soportar ver ese rostro, así es como me veía en la soledad; me horrorizaba pensar que alguien más pudiera verlo, alguien más que no fuera Inuki. Me sabrían un traidor; alguien que cumplió con el pacto esperando ganancias ulteriores, alguien que tenía algo que esconder, alguien impuro.

 Arrojé la copa contra aquel ventanal y lo vi caer en pedazos frente a mis pies, si mi última orden no hubiese sido que se largara Inuki habría estado aquí antes de ver caer el último trozo.

-Mitsuki…- murmuré sintiendo esa agua sucia en la línea de las pestañas-. ¡Imperdonable!- las limpié enfurecido.

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汚名 Omei <Yaoi>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora