R.C: Tú y yo

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Silvia acaricia la última fotografía que se tomaron antes de su ruptura, aunque no estaban solamente ellos dos

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Silvia acaricia la última fotografía que se tomaron antes de su ruptura, aunque no estaban solamente ellos dos. Nunca antes se había sentido tan vacía y llena a la vez, y de ello, ya hacía más de un año. Sigue sin poder deshacerse de todas las sensaciones que vivió y que está viviendo.

Muchas noches la esperanza aparece para darle ánimos o quizá, intenta convencerla de que él la volverá a llamar, en que todo volverá a ser como antes y que se volverán a querer como lo solían hacer en aquel principio de noviazgo. Sin embargo, sus lágrimas parecen no cansarse de rozar su pálida piel y su voz ronca ante ese nudo que le presiona la garganta cada vez que ve una fotografía de Luís con alguna chica, aunque a menudo lo ve con la misma. Tiembla al pensar que, quizás, él, ya ha encontrado a alguien y se ha olvidado de ella, de todos esos momentos, de todos esos te quiero, de todas esas veces que hacían el amor y que él le decía que nunca la abandonaría por nada ni por nadie. Pero nunca digas nunca. O tal vez tiembla al darse cuenta de todo y del nuevo sentimiento que está experimentando su corazón rejuntado.

Encerrada en casa día y noche y sin querer salir a la calle, su amigo Jorge va a verla siempre que tiene un par de horas libres en el trabajo. Él es el único con el que ambos mantienen relación y, dándole mucha tristeza el estado de Silvia, se decanta por estar con ella e intentar animarla, aunque su esfuerzo sea en balde.

Como cada día, él se planta en su casa viendo los ojos apagados de sus padres y el corazón hecho añicos de cada uno. Abre la habitación de Silvia y la encuentra sentada en la cama, como era de costumbre, con una caja delante de sus pies, guardando todo lo que a su alrededor tiene disperso. Fotos, regalos, perfumes... Sorprendido, se acerca a ella y observa cada movimiento. No sabe si sonreír, abrazarla, decirle algo motivador o quedarse callado, no obstante, es ella la que decide dar el primer paso para romper aquel hielo que no se distingue entre cómodo e incómodo.

—He decidido que es el momento de poner punto y final a esta obsesión que me ha estado matando durante mucho tiempo. Luís decidió dejarme y yo no quería aceptarlo, pero hoy me doy cuenta de que debería haberlo hecho en su momento y no haber perdido un año de mi vida encerrada en estas cuatro paredes, haciendo daño a los que me quieren y a mí misma. —Le regala su más sincera sonrisa—. No puedo decir que todo lo que he vivido con él no haya sido bueno, porque ha tenido su parte fantástica y su parte menos buena. ¿Sabes lo que más me dolió? Que solamente me dijera que necesitaba tiempo, en cuanto hacía meses que había dejado de quererme.

—¿Cómo sabes eso?, ¿y por qué no lo dejaste cuando lo supiste? —pregunta Jorge sin ser capaz de entender su reacción—. ¿Por qué alargar ese sufrimiento?

—Lo supe en el momento en que no sentía besos llenos de cariño, sino más bien besos de obligación. —Cierra la caja tras haberlo colocado todo en ella, aparándola para que pudiera sentarse enfrente suya—. No lo dejé porque yo todavía le quería y aunque fueran cinco minutos el tiempo que pudiera verle me recompensaba. Sin embargo, ahora entiendo que no lo debería haber hecho porque me mentía a mí misma, igual que me he estado mintiendo todo este tiempo.

—¿Y qué vas a hacer?

—Contarte toda la verdad.

—¿Me has mentido a mí también?

—Sí. No he estado todo el año pensando en que volverá, sino que me he dado cuenta de que lo había dejado de amar también y mi corazón comienza a tener el nombre de otra persona.

La cara de asombro de Jorge no es para menos, pero algo se mueve dentro de él al escucharla, el mismo sentimiento que le removió el cuerpo años atrás cuando Luís los presentó. Todavía lo recuerda como si fuera ayer; iba con unos vaqueros rotos en las rodillas, una camisa negra con un estampado de flores pequeñas y unas zapatillas negras. Su pelo ni liso ni ondulado se movía al son del viento y cuando se acercó, olió aquel aroma a flores de Argán. Besó ambas mejillas, clavando su mirada en la de ella hasta quedar lo suficientemente alejado para que el novio no sospechara de aquella reacción que había tenido su cuerpo al ver a la estrella que tanto ansiaba encontrar.

—Hace meses que no dejo de pensar en todo lo que has hecho por mí, que no es poco. Siempre has estado ahí y nunca te has alejado de mi lado. Cuando rompimos, al principio, no quería ni siquiera que vinieras, pero hace unos meses me alegraba tu llegada aunque no lo dijera. Me gusta escucharte y ver tu sonrisa, también que me acaricies la mano, el brazo y que me des ese pequeño apretón en el hombro. Mi beso en la cabeza o ese toque gracioso en la nariz. Cuando salías por la puerta sonreía... —Agarra su mano y entrelaza sus dedos—. Con ello no estoy diciendo que me tengas que corresponder, yo...

—No, no digas nada más. —Pone su dedo índice sobre sus labios y hace que lo mire a los ojos, aquellos que tanto a adorado durante este tiempo—. Yo he estado aquí por una razón y, aparte de que tu creyeras que era tú amigo, realmente era porque mi corazón ya tenía escrito tu nombre aun estando con Luís. Decidí no meterme en vuestra relación sin irme de vuestro lado, os apoyé con la intención de verte feliz aunque eso me lo impidiera a mí. Supongo que yo también he sido tonto amando a una persona que no me correspondía, pero ¿sabes? todo pasa por algo y ese algo es ahora. Estoy aquí, contigo, cogido de tu mano, atado a tu corazón, saltando de alegría aunque no lo veas... Ahora sé lo que sientes y si tu quieres, podemos intentarlo. Sin presiones, solamente dejándonos llevar por el corazón.

—Solamente tú y yo.

—Tú y yo.

Irradiando felicidad con cada latido de sus corazones, juntan sus labios regalándose el primer beso de tantos que les permitirá contar su historia.

Irradiando felicidad con cada latido de sus corazones, juntan sus labios regalándose el primer beso de tantos que les permitirá contar su historia

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