Estábamos en clase de Música y gracias al universo, en aquella clase no estaba ninguno de mis amigos, y ninguno de los tuyos.
Decidí sentarme junto a ti.
Tu cuerpo se tensó pero preferí no pensar que te incomodaba que me hiciera a tu lado.
"Hola, Tyler" te saludé pero no recibí tu saludo de vuelta.
"Bueno, no sabía que eras sordo, discúlpame." Bromeé y vi como una sonrisa se escondía detrás de tus labios.
"¿Te incomodo, Tyler?" pregunté pero no respondiste "Porque a mi me gusta estar a tu lado, y hablarte, aunque en realidad parezca como si estuviera hablando solo."
"Tal vez soy producto de tu imaginación" habló él.
"No lo creo. Mi mente no logra imaginar cosas tan lindas"
Y ahí estaba otra vez el color rosa en tus mejillas.
Sonreí y tu pusiste tus manos sobre tu rostro.
"No vuelvas a cubrir tu rostro de nuevo. La gente merece conocer el arte"
"Para ya, Dun"
Ahora nadie podía borrar la sonrisa que se encontraba en tu rostro. Y nadie podía borrar la mía.