Ansiedad y alivio

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Ansiedad, la emoción que a Leo más le costó asimilar.
¿El por qué? Facíl... N fue quien le hizo descubrirla.

Aquel día, él y N habían salido como todos los fines de semana. Era un sábado como otro cualquiera, ambos pensaban, un día tranquilo y agradable con aquel que quieren a su lado.

Habían dado su usual vuelta por el parque, habían tomado su usual café, habían hablado de cosas tribiales como solían hacer. Pero ese día, N no quería separarse de Leo tan pronto, por lo que le propuso dar una vuelta hasta el lago de las afueras de su pueblo. Un pueblo tranquilo, pero con todas las cosas necesarias. Amaban el lugar donde vivían los seis -Leo, N, Ken, Ravi, Hyuk y Hongbin- juntos, pero lo que más amaban era aquel cristalino lago.

Y allí habían ido, tranquila y lentamente para estar más tiempo juntos y, lo más importante, sólos.

Al llegar al lago ambos se sentaron a las orillas del lago, mojándose los pies con el agua fría. Y todo sucedió rápidamente. N, jugando, se metió en el agua de un salto, salpicando a Leo, quien riendose se tapó la cara con el antebrazo. Cuando volvió a tener visión, N no estaba por ningún sitio.
Empezó a llamar el nombre de su novio, gritándolo aunque sus pulmones y corazón doliesen. Angustia, ansiedad, desesperación. Se metió al lago de un salto, imitando lo que N había hecho hace momentos antes, y notó como una mano agarraba su pie. Por un impulso, agarró esa mano y subió al dueño. N, nada más alcanzar la superficie, se agarró lo más fuerte posible a Leo, dando grandes bocanadas de aire que no parecían suficientes para él.

Leo apoyó el cuerpo de N lentamente en la hierba y se tumbó con él a abrazarle, escuchando como la respiracion de N se tranquilizaba y como los suaves dedos de la mano derecha se deslizaban por sus cabellos mientras la otra mano limpiaba las lágrimas que corrían por su rostro. N le dedicó una sonrisa tranquilizadora, diciéndole que ya estaba bien, que no tenía que llorar; pero Leo no lloraba por el susto, lloraba de felicidad. Esta felicidad que sientes cuando pensabas que algo malo iba a pasar, pero resulta que no pasa. Alivio, exactamente.

Leo miró la sonrisa radiante de N y se dejó contagiar por ella. Te quiero fue lo último que susurró entre besos, antes de volver a casa, totalmente empapados.

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