Capítulo 1: La Llama de la Voluntad.

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Creo que debo explicaros qué es exactamente la Llama de la Voluntad. Cada olimpo tiene su propia "Llama" por así decirlo, cada una es diferente. Probablemente os suene Prometeo, ese titán que la robó para darle el fuego a los humanos, cosa por la que se mereció un castigo por parte de ese idiota de Zeus.

Pues eso, es algo muy importante y alberga un gran poder en ella, se podría decir que es una fuente de poder de los mismos Dioses y se encuentra en una montaña conocida como La Puerta al Cielo, dicha llama extiende la voluntad divina de los Altos Cielos a través del planeta en el que se encuentre, en este caso en el reino de Erdeian. Como dije anteriormente, el control de las zonas en las que podemos actuar está limitado pues hay otros dioses y olimpos por ahí.

Una vez presentada, puedo comenzar diciendo que el día en el que sólo se hablo de la Llama de la Voluntad era uno en el que yo me encontraba en el Divino Palacio, hogar de los Dioses. Sinceramente era un día en el que no tenía mucho que hacer, sólo pasearme por las distintas zonas del lugar, llevábamos tiempo sin tener ningún juicio que llevar a cabo y eso era bueno pues las cosas funcionaban bien.

Me hallaba en el alféizar de la ventana de mi aposento, con los ojos cerrados y sintiendo ese atardecer que hacía únicas las vistas desde mi dormitorio, notando la plácida brisa en mi blanca cabellera y suave piel, exhalando a gusto el aire y expulsándolo lentamente. Mi espada estaba apoyada en la pared, durmiendo como sólo ella sabe hacer, emitiendo una leve vibración mientras el filo emite e imita el baile de las olas del mar, formando unas ondas grisáceas y azules.

—¿No es placentero? — le dije a mi espada, no me toméis por loco, pero cada arma tenía su personalidad y los Dioses las tratábamos como unas compañeras — Siempre tan callada, ¿eh? Más que ciega, la justicia parece muda. — sonreí levemente mientras miraba el cielo que se tornaba rojizo y anaranjado.

Me metí en mi habitación, mirando a Justice que estaba apoyada en la pared de en frente en su funda.

— Paseemos un rato, quiero hacer algunas cosas en los mercados. — la recogí y me la coloqué en la espalda, yendo entonces en dirección a mi puerta. — Qué demonios... — y entre una sonrisa me lo pensé mejor, ¿por qué salir de ahí de una manera tan insípida? Salí corriendo hacia la ventana, apoyé el pie derecho en ella para impulsarme y, tras dicho impulso, encontrarme con los brazos extendidos sintiendo el fuerte aire en mi cara tras la caída libre.

Sólo tuve que pensarlo y unas alas angelicales del color del hielo hechas de partículas de luz se formaron en mi espalda y tras batirlas me encontraba sobrevolando el Divino Palacio, de un fuerte movimiento empecé a dirigirme a gran velocidad hacia el la zona de las almas conocida como La Retirada, lugar en el que todos los caídos "vivían" su vida astral. Allí se encontraba un gran mercado donde las madres iban con sus hijos, donde los niños correteaban y donde los vendedores hacían su fortuna. Los observaba desde las alturas, había llegado a mi destino. Me dejé caer y con sumo cuidado aterricé entre todo la gente, provocando todas las miradas hacia mí. Empezaron a arrodillarse a medida que pasaba por delante de ellos, cosa que, la verdad, siempre me pareció innecesaria, pero supongo que era lo que merecía como Dios que era.

Caminé hasta un puesto, observé las frutas que allí había, así que cogí una jugosa manzana como si nada, dándole un mordisco y lanzando una moneda al vendedor, siendo pillada por este al vuelo.

— Está muy buena. — dije dándome la vuelta y observando el lugar mientras le daba otro mordisco cuando a lo lejos avisté un grupo de almas que pedían algunas monedas, por lo que me giré otra vez al vendedor y compré una bolsa llena de manzanas.

Me aproximé hacia ellos, por lo que me miraron asustados.

— Lo siento, ya nos íbamos. — dijo una mujer con un niño chico en sus brazos al acercarme a ellos.

Saga de los Altos Cielos: La Justicia no es ciega. {En constante actualización}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora