Existen Dioses más allá de los ya conocidos, fuerzas que desconocéis y criaturas inimaginables. Todo esto ocurre en los Altos Cielos, hogar de los Dioses más poderosos hasta el momento, entre ellos estoy yo, Kiath Thais, Dios de la Justicia, o más b...
El día pasó y llegó el momento de juzgar a aquel mortal, tenía clara mi sentencia, la cosa es que difería de lo que querían las demás deidades, pero la Justicia era la Justicia y debo llevarla a cabo como tiene que ser.
Nos hallábamos todos en la Sala Central, esperando a que Trida trajera al acusado del Abismo, y así hizo. Cuando apareció la brecha dimensional obra de la Madre de los Muertos, emergieron de ella dos figuras, ella y Joseph. Trida me miró con una cara de muy pocos amigos y Joseph me buscaba con su mirada, quería asegurarse de lo que dije era verdad.
—Toma asiento Trida, el Juicio va a empezar. —dijo Kârd acomodándose.
—Sí, Dios de Dioses, pero me gustaría decir antes algo... —me miró, iba a decir lo que hice el día antes.
—Silencio, he dicho que tomes asiento y así harás, no quiero escuchar nada que no sea del Juicio. — bueno, salvado por la campana, como decís los mortales. —Bien, empecemos el Juicio.
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Creó una llama en su mano izquierda y se levantó de su trono, mirando al acusado.
—¡Se te acusa de traición a los Dioses! ¡El robo de la Llama es imperdonable! ¡Se te exige el peor de los castigos! ¡Por la eternidad solo quedará la mitad de tu esencia mientras la otra mitad se consume!
Los otros Dioses empezaron a exigir lo mismo, observé como la expresión del hombre cambió a una de total terror, aunque no sabía que era eso exactamente, podía hacerse una idea de que no era nada bueno.
— Lo hecho ha sido inconcebible, ¡desafiar a los Dioses! ¿No es esa la peor ofensa por parte de un simple mundano? — preguntó Madon
Permanecí callado y pensativo, clavando mi mirada en el humano mientras todos decían, a fin de cuentas, la misma tontería.
— Tengo algo que decir... — rompí mi silencio, todos me miraron — ... creo que hay cierta cosa que habéis pasado por alto, y, creo, que es el hecho de que la Llama se dejó llevar por él. Creo que es de conocimiento esencial para todos que la Llama tiene consciencia propia, ¿no? — me levanté — La Llama aceptó ser "robada" por una causa justa al nivel de la Voluntad divina. Kârd, la Llama es la misma Voluntad, ¿cierto? Pues la de este hombre ha sido tan grande como para posicionarse al del nivel de la Llama, las penurias que tuvo que pasar para llegar hasta allí fueron admirables, pero jamás sabremos que habría conseguido. Nosotros lo hemos matado. — tomé aire y lo eché — Es por eso que, desde mi punto de vista, pienso que él no es culpable, de hecho los Dioses somos culpables de otra ofensa, y es interferir en los mortales. Permitidme pensar que Adamias, la Guardiana, fue ordenada para matar a cualquiera que lograra tomar la Llama, porque sino, sería una tontería, pues la Llama te consumiría al no tener suficiente Voluntad. Creo, Kârd, que te venías viendo algo así. No es una acusación, sino una suposición. — le miré a los ojos. — Joseph, el "ladrón" queda libre de todo castigo, ya que ha muerto se le permite vivir en La Retirada, al ver la grandeza de su alma se le darán riquezas, ese es mi veredicto inamovible. — finalicé.
Hubo un silencio roto por Trida.
— ¡Pero como osas decir eso, escoria!
— ¡Exacto! ¿¡Estás acusando al Dios de Dioses!? — dijo Throdar levantándose de su sitio.
Hubo un gran barullo entre los Dioses, algunos empezaron a insultarse o a amenazar, pero, la mayoría del rato todo era hacia mí, observé a Kârd, que tenía una mirada perdida.
— ¿Señor? No ha dicho nada desde que este... este... infame, ha dicho eso sobre usted. — le dijo Madon.
Kârd hizo un gesto con la mano para pedir silencio, cosa que no funcionó, por lo que provocó tal estallido de poder que hizo temblar cada trono y tornar rojiza la Sala Central.
— ¡CALLAOS TODOS! ¡CALLAOS DIGO! ¡SILENCIO! — su mirada mostraba furia. — Tú, Thais, no has actuado acorde mi Voluntad, ¿se puede saber por qué tal desafío?
— Bien es sabido mi señor que actúo acorde a la Justicia. — dije con una reverencia burlona.
— Tonterías, ¡eso es una gran tontería! — gritó Trida. — ¡Justicia no fue venir a mis dominios y atacarme!
— ¿Cómo? ¿Es eso cierto? — dijo Kârd mirándome con cierta sonrisa de victoria. — ¿La atacaste en sus propios dominios?
— Sí, pero fue en defensa propia. — me excusé.
— No es excusa, ¿invadiste sus dominios y aún así la atacaste? La que tuvo derecho de defender su territorio fue Trida.
— ¡Exacto! ¡Fue un intruso! Sugiero un castigo para él. — dijo con soberbia.
— Eh, calmaos, por favor. — eso se había convertido en un Juicio hacia mi persona. — Fue necesario para dictaminar una sentencia apta, cosa que Trida quiso dificultar. — me puse firme ante mis palabras.
— Dije que nada de excusas. El Juicio a Joseph ha acabado, pero ahora se abre el tuyo. Como sentencia sugiero el castigo en La Atalaya del Pecado, donde sufrirás penurias durante una semana.
— Espera, ¿qué? — pregunté a punto de abalanzarme contra él.
— ¿Alguien apoya mi decisión? — casi todos levantaron la mano, excepto el Dios de la Luna y el Dios del Sol.
— Las deidades han hablado. Kiath Thais, Dios de la Justicia, eres condenado a pasar una semana en la Atalaya del Pecado, esta sentencia es inamovible. — sentenció.
— No, ¡no! ¡Es estúpido! ¡Esto es algo personal por el veredicto que he hecho! ¡He actuado como la Justicia quiso! — grité.
— Mi Voluntad es más fuerte que la Justicia, llevaoslo. — se levantó de su trono mientras unos arcángeles entraban para llevarme a rastras.
A partir de aquí todo ocurrió muy rápido, no fui consciente de mis actos, pero supe que en cuanto uno de los arcángeles posó su mano sobre mi hombro derecho, me giré a gran velocidad para darle un codazo en la mandíbula y dar una patada en la de su compañero, desenvainando mi espada que vibraba con fuerza. Una de las lanzas se abalanzaba sobre mí cuando la repelí con el frío de mi hoja y arremetí contra el guardia, retrocedió tras el empuje lo que me permitió saltar hacia el con impulso y pegarle en el caso con la empuñadora de mi arma, haciendo que cayera de dolor. Cuando quise ir a por el otro, yo me hallaba estampado en la pared, con marcas de puños que quemaban por todo mi cuerpo, observé y vi los ojos de Kârd destelleando chispas y fuego, sus puños emanaban humo, mi vista se nubló y caí rendido.
La Justicia caía ante los actos egoístas.
¡Hola, soyelautor! Queríapedirdisculpasporhacerestecapítuloalgomáscorto, perodebecomplementarseconelsiguiente, que, sibienconducenysonesencialesparaelpuntodelahistoria a laquequierollegar, cuentandoscosasdistintas, porloqueveomaljuntarlasenunasolaparte, sinmás, esperoqueoshayagustado ✌