Prólogo: La Primera Llama.

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En la Edad Antigua, el mundo era amorfo y estaba envuelto en niebla. Una tierra de riscos grises, árboles gigantescos y dragones eternos.

Pero entonces llegó el Fuego. Y con el Fuego, llegó la Disparidad. Calor y frío, vida y muerte, y por supuesto... Luz y Oscuridad.

Entonces, ellos surgieron de la oscuridad. Y encontraron las almas de los dioses dentro de la llama.

Nito, el primero de los muertos.

La bruja de Izalith y sus hijas del caos.

Gwyn el Señor de la Luz Solar, y sus leales caballeros.

Y el furtivo pigmeo, a menudo olvidado.

Con la fuerza de los dioses, desafiaron a los dragones. Gwyn y sus poderosos rayos despellejaron sus escamas pétreas. Las brujas tejieron tormentas de fuego. Nito provocó un miasma de muerte y enfermedad. Y Seath el Descamado traicionó a los suyos, y los dragones desaparecieron.

Así comenzó la Edad del Fuego. Pero pronto las llamas se apagaron, y solo quedó Oscuridad. Ahora solo quedan ascuas, y el hombre ya no ve el sol, tan solo noches eternas. Entre los vivos pueden verse a los que sufren la maldición de la Señal Oscura.

Esa historia, no se cuantas veces la he leído ya, quizá y sea lo único que me mantiene cuerdo y hace que no termine como mis hermanos caídos en este asilo. Puede que este igual de loco que ellos y no me he dado cuenta todavía. Solo soy yo y mi libro de la historia de Lordran, esperando lo inevitable, donde no puedo morir y no puedo salir de aquí. Este es mi destino.


El joven no muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora