La oscura noche ya comenzaba a ceder lentamente, el negro que abraza a la ciudad se tornaba cada vez mas claro. Yo me preparaba para ir a mi trabajo, un café para el frío, un sándwich de lo que quedaba en el refrigerador, la rutinaria búsqueda de la llave que se pierde y a correr para no llegar atrasado a la escuela evitando la reprimenda del director Rivera o el engorilado, como le llamamos cuando está molesto sobre todo por algún minuto de retraso.
Aquella mañana de invierno mi mala fortuna me acompañaba, olvidé que debía llevar en mi bolso el informe de notas del quinto año y eso era imperdonable. El reloj se burlaba una y otra vez de mis destrozados nervios avanzando como si fuera a explotar en mi mano.
Solo tenía dos alternativas, subir a la micro y llegar tarde con el correspondiente sermón de Rivera o tomar la alternativa mas corta y cara que era tomar un taxi, con el dolor de mi bolsillo. Lo cierto es que me sucedió lo que nunca hubiese querido y la alternativa mas corta y cara se volvió la mas larga y triste. El tránsito estaba detenido y los vehículos avanzaban lentamente.
Yo he estado metido en tacos interminables producto de algún accidente y en los cuales las bocinas y los insultos de los conductores rompen los tímpanos pero esta vez todos avanzaban en silencio, y a medida que se acercaban a las luces rojiazules de aquella ambulancia y al pequeño bulto que provocaba este lío se me apretó el corazón y por un momento el reloj detuvo su marcha. La policía dirigía la fila y como si se tratara de una exhibición, todos tuvimos la ingrata oportunidad de ver al protagonista de este triste espectáculo. Un pequeño niño se había dormido en la fría calle, su cuerpo ya había sido cubierto por una manta y era levantado por los enfermeros, junto a él, una niña que lloraba desconsolada, un hombre que entre lágrimas la consolaba y un perro que ladraba e intentaba saltar sobre el pequeño inerte. Nunca he sido morboso pero esta vez sentí una incontenible necesidad de saber por qué, como y cuando había pasado esto. Como es posible que mueran niños en las calles y mientras algunos creemos que nuestros problemas son el infierno, hay gente que vive sin saber si llegará el siguiente día. Lo cierto es que me olvidé de mi trabajo, de Rivera y de todo lo demás.
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Emilio, la calle y las sombras.
SpiritualEmilio es un chico abandonado en las calles de una gran ciudad. Convive con el hambre, el frío y la soledad junto a Rina su amiga y su fiel perro guante.