Capitulo 3 | Mentiras, y Bill.

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— ¡De ninguna manera! ¡Seguro estas de broma!

— ¿Revis, en realidad vas a hablar? ¡Eres absurdo!

Los dos jóvenes se estaban quejando del uno al otro. Exasperados y cansados como se sentían, estaban parados delante de un puesto de comida rápida, atrayendo la atención  de las personas que pasaban a su lado. El plan de Jo era sencillo y practico, pero Revis se negaba rotundamente al hacerlo diciendo que no resultaría.

— Mira quien lo comenta, —dijo Revis sin mirarle los ojos a su colega. — lo dice la única rubia aquí.

— No, no lo soy. La mujer que está delante de nosotros lo es.

—Jo, el color de su cabello es pelirrojo. ¡Es muy diferente al rubio!

Ofendida, la mujer de cabello rojizo-rubio se dio la vuelta observándolos con desdén

— No. Es rubia. Si la miras desde mi perspectiva vas a darte cuenta que estoy en lo cierto. —le contestó Jo exasperada.

— Jo, estas del lado del sol. El sol distorsiona tu visión.

— ¿Vas a ponerte a criticar mi visión? ¡De seguro envidias mis ojos!

— Todos en el mundo tenemos ojos.  ¿Cómo los envidiaría si tengo un par? ¿Lo ves? Mira, ¡están parpadeando!

— Agh. ¡Qué absurdo! Ahora, concentrémonos.

 La nevisca había desaparecido, para convertirse verdaderamente en nieve. El frio estaba presente, y a pesar de que Jo tenía las prendas de ropas adecuadas para soportar el frio aún estaba temblando. Revis era el único que la pasaba mal, el chico hacía lo posible para no temblar de las bajas temperaturas, pero su cuerpo no se lo permitía.

Los copos de nieve se posaban sobre el cabello negro de Revis y de alguna manera le resultaba gracioso a Jo porque se estaba riendo en voz alta.

Si, certeramente gracias a la risa de Jo, que se trasformó en una toz grotesca el plan ya estaba empezando. Revis se froto las manos y comenzó con  la trampa;  a pesar de hablar cosas sin sentido hace algunos segundos, y de llamar la atención de las personas que caminaban a su alrededor se pusieron absolutamente serios.

El Vicecanciller de la Universidad de Mirai estaba comiendo plácidamente en uno de los restaurantes más caros de todo el pueblo. Como era costumbre, el hombre no gastaba mucho dinero en ese pequeño gusto que se daba. La comida le parecía barata, al estar el absorto de dinero. Su esposa estaba de viaje, y el disfrutando de esa extraña soledad, conseguía salir de sus deberes en la Universidad para comer en su restaurante favorito. Al ser un hombre testarudo, y huraño, a veces no prestaba atención a su alrededor; lo que estaba mal porque debería de cerciorarse de las compañías cuando uno se tenía mucho dinero a mano.

En especial en los dos niños que lo espiaban disimuladamente tras el gran cartel del restaurante.

Caryl Liddell había terminado su comida, la pagaría más adelante, y pronto se iría. Empezó a hurgar en su bolsillo y saco su billetera en busca de dinero. Procuraba que el mozo no le viera contar en dinero, porque Caryl Liddell planeaba irse sin dar propina al mozo. Antes de que el hombre se levantara, un niño de cabello castaño paso caminando cerca de la mesa en donde Caryl se encontraba. Estaba tosiendo de la manera que un enfermo haría, y se veía en mal estado.

— Disculpe señor. —Empezó a decir el niño mirando a Caryl Liddell— ¿Puedo hacerle una pregunta?

El hombre observo con detenimiento al pequeño. El niño temblaba al caminar, sus ojos estaban entrecerrados, y tenía una expresión dolorosa.

El Mentiroso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora