Amores modernos II

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Y si retomamos aquella pareja tan dispareja podemos llegar a la conclusión de que nada salió como lo esperaban.
Podemos comentar que cada beso que se daban sabía distinto y mucho mejor que el anterior, que cada despedida era un martirio que dejaba una sonrisa enorme al recordar aquel momento y por supuesto que cada abrazo era un impulso al cielo.
Ella esperaba un final feliz, ya lo tenía todo dulcemente calculado, lo acompañó en cuanto su altura se prolongó, su barba apareció de incluso cuando debió enredarse en las mismas sábanas por primera vez.
Él, en cambio, sentía que estaba perdiendo su tan amada libertad y su poder característico de ganar siempre, porque ante ella había perdido cualquier barrera. Entonces, para volver a lo que siempre había sido, remontó vuelo sobre calles oscuras, labios desconocidos y sonrisas ajenas, dejando besos que llenaban de calma y un corazón tan comprensivo que estaba dispuesto a darle todo el amor que le faltaba.

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