JARVAN IV (EL EJEMPLO DE DEMACIA)

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El príncipe Jarvan IV proviene de un linaje de reyes y es el predilecto para liderar Demacia en la siguiente era. Criado para ser el modelo de las mejores virtudes de Demacia, Jarvan IV a menudo lucha con las grandes expectativas que se tienen de él. En el campo de batalla, inspira a sus tropas con su implacable valor y altruista determinación, y revela así su verdadera fuerza como líder de hombres.

Aunque el gobernante de Demacia es elegido por un consejo superior a partir de una selección de candidatos dignos, los últimos tres reyes eran descendientes de la misma línea. Al ser el único hijo del Rey Jarvan III, Jarvan IV fue preparado desde su nacimiento para continuar con esa tradición. Las intenciones de su familia se reflejaban en todos los aspectos de su vida, desde sus labores cortesanas, hasta su nombre. Educado por los mejores académicos y guiado en las formas de gobernar un reino, Jarvan IV también estudió las técnicas de la guerra.

Durante su entrenamiento de combate, por lo general peleaba con un joven guerrero llamado Garen, quien se estaba preparando para servir como el próximo Guardián de la Corona del gobernante. Jarvan admiraba la auténtica templanza de Garen, y Garen, la rapidez mental de Jarvan. Pronto, los dos se volvieron inseparables.

Cuando Jarvan IV cumplió la mayoría de edad, su padre le otorgó el honor de servir como general en el ejército de Demacia. Aunque Jarvan IV había estudiado las teorías y tácticas de la guerra y era capaz de ganar un duelo contra su maestro de espada, nunca había estado al frente de una batalla, ni mucho menos había matado a nadie.

Determinado a demostrar su valor mediante victorias en batalla, Jarvan IV llevó a sus tropas contra grupos de saqueadores de la Garra Invernal, tribus en guerra e incluso contra un clan de magos rebeldes. Aunque comandaba a sus tropas con éxito, Jarvan siempre estaba completamente flanqueado por guardias comprometidos a protegerlo y sentía que su impacto como guerrero era a menudo suprimido.

Cuando grupos de guerra noxianos atacaron las fronteras de las tierras de cultivo de Demacia, Jarvan IV llevó a sus tropas a defender la nación. Él y sus hombres cabalgaron durante días para ir tras los noxianos. Para el horror de Jarvan, las atrocidades eran mucho peores de lo que había anticipado. Los noxianos habían arrasado con comarcas enteras y asesinado a cientos de demacianos, con solo un puñado de sobrevivientes maltrechos para relatar lo sucedido.

Sus oficiales aconsejaron al príncipe retirarse y pedir refuerzos. Pero Jarvan había quedado perturbado al ver los rostros de los muertos y no podía dar la espalda a los sobrevivientes necesitados. Protegería a los heridos mientras se aseguraba de que las fuerzas enemigas no escaparan sin una batalla. Además, según su razonamiento, una fuerza secundaria de soldados de Demacia no llegaría a tiempo para enfrentar a los noxianos. Estaba convencido de que tenía que actuar en ese momento.

Jarvan dividió a sus tropas y ordenó a algunos de sus hombres que se quedaran al cuidado de los civiles heridos, mientras él seguía avanzando con los soldados restantes. Emboscaron a los noxianos durante la noche, pero en el caos de la batalla, Jarvan se separó de sus guardias. Luchó ferozmente y exterminó a muchos enemigos, pero al final lo superaron. Los noxianos tomaron a Jarvan IV como prisionero, con la idea de hacerlo desfilar encadenado por el Bastión Inmortal cuando llegaran a Noxus.

Mientras Jarvan era llevado lejos de Demacia durante sus semanas de cautiverio, se avergonzó de la imprudencia de su decisión de perseguir a los noxianos, lo que había provocado la innecesaria muerte de demacianos. Destrozado por la pérdida, llegó a creer que no merecía vivir en Demacia y mucho menos heredar el trono.

Una noche sin luna, Garen y un intrépido grupo de soldados conocidos como la Vanguardia Intrépida atacaron el campamento noxiano. Aunque los guerreros demacianos no llegaron hasta Jarvan, él aprovechó la distracción para enfrentarse a sus captores y escapar. Mientras huía, un soldado noxiano disparó una flecha que dio en el cuerpo de Jarvan, pero el joven príncipe perseveró y huyó hacia la espesura.

Jarvan corrió rápido, hasta que colapsó y se escondió en el hueco de un árbol caído, donde vendó su herida lo mejor que pudo. Se quedó ahí durante días, a veces consciente, a veces no, sabiendo que su muerte debía de estar cerca. Aunque no sabía si estaba despierto o soñando, Jarvan recordaría después a una mujer de piel púrpura con ojos de fuego, que lo llevó a una remota aldea de Demacia. Ahí, descansó al cuidado de los sanadores del lugar, que lo trataron con hierbas medicinales y lo atendieron hasta que sanó.

Mientras recobraba sus fuerzas, Jarvan encontró un refugio en el pequeño asentamiento situado en las colinas agrestes en las afueras de Demacia. Por primera vez en su vida, estaba liberado de las presiones y exigencias de sus labores reales. Se sentía en paz en la aldea que lo había recibido de forma tan abierta, aunque era un extraño. Jarvan también se enteró de que su misteriosa salvadora de piel púrpura era un miembro recién llegado, llamada Shyvana.

La serenidad de la aldea se vio interrumpida cuando un monstruoso dragón aterrorizó a las comunidades cercanas y quemó edificios hasta convertirlos en carbón y las tierras de cultivo en cenizas. Jarvan sabía que el asentamiento no sobreviviría el ataque del dragón, así que llevó a los aldeanos a una fortaleza cercana: el Castillo de Muroviejo.

Esa noche, Jarvan descubrió a Shyvana abandonando el recinto. Ella confesó que era mitad dragón y que la ruin criatura que los atormentaba era su propia madre, Yvva, que consideraba a Shyvana una imperfección en su linaje. El monstruo no se detendría hasta que Shyvana estuviera muerta. Como todos los demacianos, Jarvan había sido criado para desconfiar de los seres mágicos del mundo, pero él vio la bondad y la fuerza de Shyvana y estaba determinado a saldar su deuda de vida con ella. Solo juntos podrían derrotar a un enemigo tan implacable.

Con la constante amenaza del regreso del dragón, Jarvan entrenó a los aldeanos demacianos para pelear junto a los soldados del Castillo de Muroviejo. Escogió las antiguas ruinas de petricita en el oeste como escenario de su batalla. La estructura había sido un templo mayor construido durante el catastrófico disturbio de las Guerras Rúnicas; pero ahora, las piedras anuladoras de magia servirían como la mejor defensa contra el dragón. Hasta equipó sus flechas con puntas de petricita afilada, sabiendo que solo uniendo todos sus esfuerzos tendrían la oportunidad de matar a la poderosa bestia.

Jarvan y sus soldados se escondieron cerca, mientras Shyvana se paró en el centro del atrio en ruinas. Jarvan observó asombrado mientras la mujer se convertía en dragón y arrojaba cortinas de fuego hacia el cielo en señal de un desafío abierto hacia su madre. Aunque los aldeanos se alejaron temerosos, Jarvan mantuvo firme su valor y les recordó que Shyvana los ayudaría a destruir a su enemigo.

En seguida, una silueta aún más feroz oscureció el sol, anunciando la llegada de Yvva. A la orden de Jarvan, los soldados lanzaron docenas de flechas de petricita hacia la espalda del dragón, para debilitar sus poderes con cada golpe. El dragón se elevó adolorido y exhaló torrentes de fuego. Varios soldados terminaron calcinados en sus armaduras, pero aun así más flechas volaron y la cercanía de las ruinas anuladoras terminaron por anclarla a la tierra.

Jarvan se quedó atónito cuando Shyvana y su madre colisionaron con tal fuerza que la tierra se estremeció. Las bestias colosales se enfrentaron con tal furia que todo se desdibujó, al grado que Jarvan no podía diferenciarlas, así que contuvo a sus arqueros por temor a que hirieran a su amiga. Perdió las esperanzas cuando Shyvana regresó a su forma humana, con sangre chorreando de su cuello. Pero la guerrera miró a los ojos a su madre y, con sus garras llameantes, arrancó el furioso corazón de su pecho.

Con la amenaza derrotada, Jarvan IV al fin se sintió digno de regresar a casa. Había logrado comprender que los valores demacianos no se referían solo a la victoria, sino a permanecer juntos como uno, sin importar las diferencias. Para recompensar la valentía de Shyvana, le prometió que siempre tendría un hogar en su reino. Pero ambos sabían que Demacia seguía siendo un pueblo profundamente desconfiado de la magia, así que Shyvana juró no revelar su naturaleza dual cuando peleara junto a Jarvan. Juntos viajaron hacia la capital, arrastrando el cráneo del dragón Yvva.

Aunque muchos estaban entusiasmados de ver al príncipe regresar a salvo, otros cuestionaron el criterio de Jarvan al reclutar a Shyvana en su guardia y la desconfianza creció mientras se preguntaban por qué no había regresado a la capital después de escapar de los noxianos. Lo que sea que pensara el Rey Jarvan III, acogió a su hijo de vuelta al palacio. Cuando Jarvan IV retomó sus labores reales, se juró a sí mismo preservar los ideales demacianos construyendo una nación que valorara a cada uno de sus ciudadanos, uniéndolos en contra de cualquier amenaza que enfrentaran.

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