SHYVANA (LA HIJA DEL DRAGÓN)

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Shyvana es mitad dragón y posee la magia de un fragmento ardiente de runa encendido dentro de su corazón. Aunque en general se muestra con su apariencia humanoide, puede transformarse en un feroz dragón si así lo desea. Shyvana no está segura de si es fundamentalmente humana o bestia, pero lucha para dominar sus poderes mientras cambia entre sus dos formas.

Los misterios interminables de los dragones frustran y eluden todas las teorías. Aquellos que estudian el tema hablan de antiguas runas elementales divididas entre linajes de dragones, fragmentos que pasan de dragones hembra hacia sus hijas primogénitas. Estos fragmentos transmiten al dragón portador una potente magia de viento, agua o fuego.

Uno de esos huevos de dragón anidó en lo profundo de un volcán ecuatorial, que palpitaba con el débil resonar de una runa de fuego. Atraído por su poder, un mago osado intentó extraer sus runas mágicas, pero se vio interrumpido por el regreso de la madre dragón. El mago huyó, no sin antes imbuir el huevo con su propia magia mortal accidentalmente, en medio del caos. La madre dragón, Yvva, se maravilló al observar la energía incandescente que se arremolinaba debajo de la cáscara, inconsciente de la mezcla mágica dentro del huevo. Ella y su pareja planeaban nombrar a su primogénita ''Shyvana'' para honrar el legado de Yvva.

La luna de sangre otoñal dio paso al invierno y el huevo por fin eclosionó. De él brotó un bebé humano de piel púrpura. Cuando la niña inhaló su primera aliento y comenzó a llorar, su cuerpo se estremeció y se agitó, y tomó la forma de un dragón. Yvva sintió revulsión ante la abominable criatura híbrida y juró matar a su propia hija; no permitiría que una cosa tan antinatural contaminara su linaje. Pero su pareja no podía permitir el asesinato de Shyvana y, tras una feroz batalla, el padre huyó con la recién nacida.

Durante años, Shyvana y su padre volaron de un lugar a otro para escapar de la venganza de Yvva. A medida que Shyvana crecía, luchaba para controlar sus emociones tempestuosas y su poder volátil. Su padre la ayudó a moderar el temperamento de su lado dragón, que desataba una despiadada furia heredada de su madre. Mientras que en su forma humanoide, Shyvana sufría de numerosas quemaduras autoinfligidas, como lección de que la vida era frágil y no todo podía ser dejado a la merced las llamas sin que hubiera consecuencias. A veces, su fuego dragontino activaba el resonar de la runa en su interior, un resonar que estaba intrínsecamente conectado a su madre.

Conforme el poder de Shyvana aumentaba, Yvva pudo sentir la presencia de su hija a la distancia. Encontró a la niña sola y atormentó a Shyvana con historias de su origen, diciéndole que su verdadero padre era un humano débil que había convertido su linaje noble de dragón en una perversión desagradable. Su madre eliminaría lo que nunca debió existir y la atacó. La joven Shyana se defendió, pero sufrió muchas heridas antes de que su padre llegara a salvarla. Él peleó con furia salvaje para darle tiempo de escapar a Shyvana, sin mostrar misericordia ni contención alguna hacia su antigua compañera. Al final, sucumbió ante el calor del fuego dragontino de Yvva y murió.

Llena de pena, Shyvana huyó en búsqueda de una tierra extraña de la que su padre le había contado historias, un lugar atestado de petricita, piedras con el poder de anular que disminuían cualquier magia cercana. Cuando llegó a los territorios exteriores de Demacia, sabía que había descubierto lo que buscaba. La tierra misma se sentía pesada y opresiva. Esto dificultaba que pudiera ejercer sus poderes rúnicos y se volvió más fácil para Shyvana permanecer en su forma humana. Aquí, esperaba poder ocultar su magia lo suficiente para esconderse de su madre.

Un día mientras cazaba carne fresca, Shyvana siguió el aroma de la sangre y encontró a un guerrero herido llamado Jarvan, quien se encontraba moribundo en la espesura. Aunque sus instintos predadores le dijeron que terminara con él, su lado humano reconoció que necesitaba de su ayuda. No era factible que alguien lo encontrara en las colinas remotas de la Demacia profunda y moriría sin ayuda.

Shyvana llevó al semiconsciente Jarvan a la aldea más cercana, a pesar del miedo que le tenía al desprecio al que se había enfrentado toda su vida. Para su sorpresa, los lugareños la acogieron en su aldea y le agradecieron por ayudar al soldado. Allí, observó cómo los aldeanos se unieron para cuidar a Jarvan hasta sanarlo, aunque él fuera un extraño. Shyvana observó algo que nunca había visto: compañerismo. Aprendió que los demacianos se cuidaban entre ellos y, mientras más conocía a la comunidad, más deseaba pertenecer a esta.

Durante meses, Shyvana vivió en paz, cazando jabalíes salvajes y alces blancos durante el día, y regresando a la aldea con sus presas para compartirlas durante la noche. Supo que Jarvan había sido prisionero en un reino cercano y que había escapado de sus captores, pero no se sentía digno de regresar a su vida en la capital.

Una tarde, Shyvana escuchó el sonido de alas curtidas batiéndose en la distancia y supo que su madre había venido por ella una vez más. El gran dragón devastó la tierra en búsqueda de Shyvana, quemando pueblos y campos con su aliento de fuego. Jarvan llevó a los aldeanos despavoridos al Castillo de Muroviejo, una fortaleza de altos muros de piedra donde podrían refugiarse.

Sabiendo que su presencia solo lastimaría a los que habían cuidado de ella, Shyvana decidió regresar a las tierras salvajes. Jarvan la confrontó mientras se preparaba para marcharse y ella admitió con tristeza que era mitad dragón y la razón de la furiosa ira de su madre. Jarvan se rehusó a dejarla ir. Ella había salvado su vida, así que él pondría en riesgo la suya para defenderla. Jarvan le propuso que pelearan contra Yvva juntos. Con el apoyo de los habitantes locales y los soldados de Muroviejo, estaba convencido de que podían derrotar al monstruo. Conmovida por su interés en su bienestar, Shyvana aceptó la oferta.

Después de que Jarvan entrenara a los habitantes para pelear junto a los soldados de Muroviejo, Shyvana entró en unas ruinas cercanas hechas de petricita antiguo, temblando mientras las piedras de anulación suprimían sus poderes. Los soldados y los habitantes se escondieron cerca durante la transformación de Shyvana: perforantes cuernos crecieron en su frente y ella surgió como un dragón alado escarlata. Rugió y sopló columnas de fuego hacia el cielo para atraer a su madre hacia el suelo.

Shyvana escuchó el sonido de las alas viejas a medida que Yvva se acercaba. A la llegada de su madre, los soldados lanzaron descargas de flechas con punta de petricita para debilitarla. El gran dragón contraatacó con sus zarpas y torrentes de llamas que calcinaron a muchos soldados dentro de sus armaduras. Bajo el mando de Jarvan, los soldados continuaron con su bombardeo de ataques y más flechas de anulación perforaron la carne de la madre dragón, para anclarla a las ruinas debajo de ella.

Shyvana se enfrentó a su madre con actitud desafiante, pero Yvva solo rio; siempre había subestimado la furia de su hija. Dientes y garras desgarraron carne de los huesos de ambos dragones que se enfrentaban en una titánica batalla y destruyeron los cimientos de las ruinas hasta convertirlos en polvo. Shyvana arrancó el ala de Yvva de su espalda, pero su madre aprisionó el cuello de Shyvana entre sus mandíbulas afiladas. Brotó sangre de la clavícula de Shyvana, y esta se colapsó y volvió a su forma humana.

Mientras Yvva se cernía sobre su hija, preparada para terminar con la vida que había dado, Shyvana canalizó todo su dolor y furia, e invocó el poder de la runa de fuego en su sangre. Enterró sus garras en la carne de su madre y le arrancó el corazón palpitante. Mientras Yvva se desangraba, Shyvana no tuvo ninguna compasión y rugió triunfante.

Ante la aldea entera, Jarvan honró la valentía de Shyvana y declaró que siempre tendría un hogar en Demacia. Por primera vez, Shyvana sabía que pertenecía a algo más grande que ella misma y, gracias a Jarvan, entendió que la fuerza de Demacia era su unidad de propósito. Se sentía honrada y a cambio prometió servir a Jarvan, ofreciéndole pelear a su lado sin importar adónde fuera.

Con el gran dragón derrotado, la fe de Jarvan en su habilidad para liderar fue restaurada y sintió que podía regresar a su hogar. Shyvana regresó a la capital con él y se llevó el cráneo de su madre como un recordatorio del increíble triunfo. Sabía que Demacia podía ser peligrosa para un ser mágico como ella, pero nunca había tenido tal sentido de pertenencia.

En la capital, Shyvana se mantiene en su forma humanoide de piel púrpura mientras defiende a su hogar adoptivo, aunque cada tanto se escapa hacia la naturaleza para extender sus alas. Sirve con orgullo a Demacia, pero sabe que algún día deberá contestar al llamado rúnico que arde dentro de su corazón.

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