ESA NOCHE

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El viento frio sopla entre los arboles de aquel bosque silencioso. La obscuridad de la noche parece consumir cualquier movimiento del ambiente. El agua fría cae, sobre aquel bosque espeso sin piedad. El silencio solo es opacado por el ruido de las gotas de lluvia al caer.

No es extraño este tipo de clima en este lugar. Desde el inicio de los tiempos, la vida ha sido difícil en estas condiciones, en donde la naturaleza se vuelve caprichosa y obliga a los seres vivos a adaptarse al ambiente. Y esta noche, como muchas otras perdidas en el tiempo, la naturaleza se manifiesta, en toda la expresión de su belleza, sobre aquel bosque frondoso.

Vivir en medio de este bosque caprichoso no me molesta. Me he acostumbrado tanto al clima como al ambiente, y la paz que se puede encontrar en él te da una esperanza de vida más larga. Camino con tranquilidad por aquellos caminos que me sé memoria, sin importarme cuanto pueda empaparme por la lluvia; solamente acompañado por Noche, mi caballo.

Los sonidos de los truenos a lo lejos no nos importan. Caminamos de regreso a nuestro hogar, después de reabastecernos de suministros en el pueblo. A pesar de la belleza de este lugar, las personas que viven en el son completamente horribles, a excepción de Noche y yo, claro. Siempre están peleando entre ellos, y también contra los enemigos de todos; los dragones. Jamás brindan ayuda a los que la necesitan, y no se interesan por el bienestar de los demás.

Por eso, Noche y yo vivimos en la misma vieja cabaña que construyeron mis padres, lejos del pueblo. Incluso cuando ellos se fueron al cielo, nosotros no abandonamos esta cabaña. Es el tesoro más preciado que tengo. Casi nadie viene por aquí. A excepción de los bandidos, de los cuales tenemos que protegernos. En este lugar si no eres fuerte, te comen vivo.

No es que la vida sea mala. El mundo está lleno de cosas hermosas, pero las personas están segadas por la maldad. Son las personas las que se destruyen mutuamente, y no se tientan el corazón contra los débiles. No les importa sobrevivir a costa de la vida de otros. Por eso prefiero la soledad.

Los ruidos de una persecución se roban la paz del ambiente.

A pocos metros de distancia, puedo distinguir una silueta delgada, corriendo a toda prisa. No muy detrás de ella, un grupo de perros acompañados de sus dueños la persiguen. Son bandidos.

A pesar de que la niebla es espesa, la pequeña silueta se mueve con rapidez entre los árboles, pero los perros no pierden su rastro. Inesperadamente, cae sobre el lodo, y su grito se pierde, diluido por la lluvia. Se trata de una mujer.

Miro la escena inerte. La pequeña chica es acorralada por los perros al pie de un árbol cercano. Tres hombres armados corren al lugar, mientras ella lucha desesperadamente para escapar.

—No te muevas, zorra

Uno de los bandidos la ataca, provocándole una herida en la pierna. Ella cae estrepitosamente de nuevo, y con mucha dificultad se arrastra hasta el pie de un árbol, mientras las carcajadas de los bandidos suenan por el lugar.

Los perros ladran desesperadamente, y la respiración de ella es entrecortada. Una espada amenaza su garganta, mientras los dos sujetos restantes se acercan.

La culpa es de ella, por ser tan débil. Me dispongo a continuar mi camino ignorando la terrible escena. No es que sea débil, tengo la fuerza necesaria para derrotarlos, pero sería tener problemas de más. En este mundo cruel, solo sobreviven los fuertes. Sigo con mi camino, ignorando lo que pase a mi alrededor, pero Noche se detiene. Volteo a mirarlo, y en sus profundos ojos negros puedo leer "¿En serio piensas dejarla sola?". Lo miro por unos instantes, y un suspiro de pesar se escapa de mis labios.

—Tengo que estar muy loco como para hacer esto.

Desenvaino mi espada, y corro para defenderla. El sonido metálico que provoca el choque de mi espada contra la del bandido hace que sus carcajadas callen. Me miran con furia, y los perros ladran aún más fuerte.

— ¿Qué estás haciendo, mocoso? Deja de entrometerte en nuestros asuntos.

Los otros dos también me apuntan con sus armas. Los perros amenazan con atacar.

—Si no te haces a un lado, voy a cortarte en dos

Una sonrisa cínica aparece en mi cara

—Quiero verte intentarlo

Los tres tipos se abalanzan contra mí. Mis enemigos son mucho más grandes que yo, sin mencionar que son tres. Pero sus ataques son lentos y torpes. Alcanzo a cortar la pierna de uno, por lo que queda inmóvil, mientras grita de dolor.

— ¡Maldito!

Los dos tipos restantes me atacan al mismo tiempo. Aparto a uno con una patada en el estómago y logro cortar al otro en el pecho. Los perros saltan e intentan morderme, pero Noche los aparta a patadas.

En un intento desesperado, el tipo que aún puede ponerse de pie me ataca por la espalda, pero logro defenderme con una patada en la mandíbula. Cae estrepitosamente, y no se levanta otra vez.

La lluvia torrencial continúa. Guardo mi espada y me acerco hacia el árbol donde se encuentra ella, para ayudarla.

—Oye, ¿Estás bien?

Al contemplar su rostro, me quedo atónito.

Sus lindos ojos verdes me miran entre asustados y aliviados, mientras contienen el llanto. Su cuerpo tiembla de frio, y su herida sangra, manchando su ligero vestido blanco. Con torpeza, cubre su delicado rostro con sus pequeñas manos y empieza a llorar, ahogando sus sollozos.

No sé qué hacer. Me quedo estático contemplándola, sin saber cómo ayudarla. Sus sollozos se confunden con la lluvia, que cae sobre sus hombros sin piedad. Mi corazón se acelera, y la escena ante mis ojos me conmueve.

—Oye...

Retiro la gruesa capa de piel de mis hombros y la dejo caer gentilmente sobre ella. Asombrada, levanta un poco la vista para mirarme. Me inclino para poder estar a su altura.

—Tranquila, no voy a hacerte daño. Ya todo está bien.

Me mira, y limpia sus lágrimas de sus mejillas. Sus ojos son muy hermosos.

— ¿C-cómo te llamas? — me pregunta en un susurro, mientras me mira con atención.

—G...Gabriel.

—Qué lindo es tu nombre...— dice, mientras una sonrisa temblorosa aparece en sus labios.

Su dulce voz me confunde. Mi corazón late cada vez más rápido.

A pesar de su herida, hace el esfuerzo de ponerse de pie, mientras se cubre aún más con la capa que le he prestado.

—No hagas eso, estás herida...

—No te preocupes, estaré bien... lo siento, pero tengo que irme

—Si quieres puedo acompañarte hasta tu casa

—No hace falta...Gracias por salvarme, Gabriel

Su sonrisa se hace más grande. Comienza a alejarse, sin decir nada más. Camina con pasos agiles, como si la herida en su pierna hubiera desaparecido. En un instante, su silueta se pierde entre la niebla y los árboles, sin dejar huella.

Yo solo la contemplo en silencio, y la dejo alejarse.

Nunca me había sentido así al ver a una persona. Mi corazón me grita que corra a detenerla, pero mi cuerpo permanece inerte, y no proceso lo que acaba de pasar. Jama había visto unos ojos como los de ella, tan puros, tan cristalinos.

Noche se acerca a mí en medio de la lluvia y al ver que permanezco inerte, me empuja un poco con su hocico. Salgo de mi trance, y me dispongo a continuar mi camino. Pero Noche se queda estático; buscándola con mucha atención entre las sombras de aquella noche, como si estuviera preocupado por ella. 

Un Nuevo AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora