Me despierto de mi sueño tranquilizador cerca del medio día como cualquier domingo. Me quedo unos minutos en la cama pensando en la nada, no tengo muchos ánimos de levantarme. Busco mi celular aún con los ojos cerrados, tanteando con la mano en la mesa que está junto a mi cama, lo encuentro momentos después y reviso si hay algún mensaje: no hay notificaciones, como era de esperarse.
Abro los diversos juegos que tengo en mi celular y paso el tiempo con ellos, hasta que mi estómago pide un descanso para comer algo. Bajo las escaleras, y como era de esperarse, mamá ya había ido a la tienda de videojuegos a trabajar, hay mucha clientela últimamente. Decido que desayunaré cereal con leche y jugo de naranja, algo típico y predecible pero es lo que más me gusta.
Olvido mi celular en mi habitación pero no me molesto en ir a buscarlo, de todas formas no suelo recibir muchos mensajes y menos aquellos que tengan gran importancia y requieran respuesta inmediata. Me siento en el cómodo y verde sofá de la sala y enciendo el televisor, a decir verdad, aún no me acostumbro a esta casa pero el televisor y el sofá son increíbles para pasar toda una tarde allí, de hecho esos eran mis planes.
Luego de unas horas sentí hambre, así que me acerqué a la cocina a ver cómo resolvía ya que mamá no había llegado aún. Mamá dejó una nota que decía "Peque, hay un poco de sopa en la estufa, sé que es tu preferida. Volveré un poco tarde. Con amor, mamá" y un lindo dibujo de una flor, debo admitir que tiene talento. En fin, hice lo que me pidió y me alimenté, estaba deliciosa obviamente ya que mi mamá es excelente cocinera.
Vino a mi memoria que mañana tengo clases, así que revisé mis cuadernos y por suerte no tenía deberes para el día siguiente. Me entretuve un rato con los videojuegos que tengo en mi computadora hasta que recordé que mamá no había llegado aún, así que fui a buscar mi celular para llamarle. Pulso el botón de encendido y veo que tengo dos llamadas perdidas de Anabett y un mensaje de ella que decía "Necesito ayuda.", me extrañé y me preocupé a la misma vez ya que no era usual que me pidiera ayuda o que me llamara. Inmediatamente pulsé la notificación de las llamadas perdidas e hice click en devolver la llamada y situé el celular junto a mi oreja, el tono del celular me desesperaba, por alguna razón mis manos comenzaron a temblar hasta que ella contestó luego de un par de segundos, que me parecieron horas.
Oí una voz temblorosa y quebrantada, era tan sutil que era casi irreconocible, era Anabett y yo simplemente no podía creerlo. Primero se oían murmullos y sollozos, se me acongojó el corazón de solo oírla, luego con una voz al borde del llanto me dijo- Ayúdame por favor –allí rompí en llanto de sólo imaginarla en un estado deprimente, pero me contuve para que no me oyera y empeorara su situación.
— ¿Qué ocurre? —dije con exaltación.
— Sólo ven a mi casa por favor.
Eso fue suficiente para mí, ella nunca actuaba de esa forma así que algo grave tenía que estar ocurriendo. Tomé mi chaqueta y mis llaves, salí casi corriendo de casa y me dirigí a la suya que quedaba a tan solo unas cuadras de donde yo vivía.
Me acerqué de forma decisiva a su casa, notando que la puerta principal se encontraba abierta, entro con cuidado ya que no sé con qué me encontraré. Percibo unos sollozos y me guío por mi sentido del oído para llegar a los mismos. La veo y no la reconozco: ropas algo rasgadas, golpes por todo su cuerpo, despeinada, su rostro se encontraba hinchado (probablemente de tanto llorar o de los golpes que supongo que recibió), tirada en el suelo y sin su característico brillo en los ojos.
Me precipito de rodillas junto a ella sin saber cómo actuar, sólo la observo agonizar, en un acto de masoquismo de mi parte. Tomo valor y la refugio entre mis brazos para darle apoyo y calor humano, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi fuerza. Noto una leve sonrisa en su rostro y oigo como susurra- Sabía que vendrías.
Cuidadosamente la senté en el suelo, apoyándola en la pared. La solté para ir a traer hielo. Encuentro además algunas pomadas y ungüentos y se los apliqué en cada golpe. Ella emitía algunos quejidos de dolor, y cada uno de ellos me golpeaba en el alma. Cada vez trataba de tener más cuidado, hasta que pude terminar de asistirla.
Sabía que tenía que irme, pero no podía ni quería. Supongo que ella sentía lo mismo porque no me había echado aún. La abracé y acaricié su cabello, tenía muchas preguntas pero ya tendré otra oportunidad para hablar, en ese momento las palabras sobraban. Ambos sentimos cuando ya era hora de irme, besé su frente y nos despedimos.
— Hasta mañana, gracias por ayudarme, siempre estás allí para mí —dijo ella con una pequeña sonrisa e intentando levantarse. Me levanté y le di la mano para ayudarla.
— No hay de qué, siempre puedes contar conmigo. Es mi deber.
Me dirijo a mi casa lentamente, sin ganas de alejarme de ella realmente. Cada paso que daba era más pesado que el anterior, los metros parecían kilómetros, y los segundos, horas.
Llego a casa con pesadez en mi cuerpo y alma, oigo algunos gritos en la cocina entre mis padres, no es muy común pero mi mente vagaba fuera de mi mismo así que no les hice mucho caso. Me dirijo a mi habitación y tomo mi celular, deseo hablarle pero no quisiera afligirla más. Me quedo observando su fotografía hasta la madrugada, quedándome dormido en algún momento sin darme cuenta.
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La Chica Del Autobús
Conto-Disculpa, ¿qué autobus debo tomar para llegar a la nueva tienda de videojuegos? -El número tres -sonrió con esa perfecta sonrisa que me dejó embobado -. Es mas, yo tomaré ese también, sígueme. No sabía que la chica del autobús cambiaría mi vid...