Capítulo 2:El Dia De La Paz

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Por fin la familia se puso en marcha. La mañana era calurosa, y una capa de polvo parecía flotar sobre las calles de la ciudad.

Sadako se adelantó corriendo hasta la casa de Chizuko, su mejor amiga. Eran compañeras desde el jardín de infancia, y estaba convencida de que siempre seguirían juntas, como las agujas de una rama de pino.

Chizuko la saludo con la mano y camino lentamente hacia ella. Sadako suspiro. A veces deseaba que su amiga no fuese tan lenta.

- ¡Pareces una tortuga! -Le gritó-. ¡Vamos, rápido, que no quiero perderme nada!

-Sadako Chan, con este calor hay que tomarse las cosas con calma - le grito su madre.

Pero ya no se escuchaba. Las dos niñas corrían calle adelante.

-Sadako siempre va deprisa porque quiere ser la primera, y no se detiene a escuchar a nadie-observo la señora Sasaki

Su marido sonrió:

- ¿La has visto alguna vez caminar en lugar de correr, saltar o brincar?

Su voz denotaba un cierto orgullo, y es que Sadako era una corredora rápida y de mucha fuerza.

A la entrada del Parque de la Paz, la gente desfilaba en silencio ante el monumento. En las paredes se podían ver fotografías de personas muertas, o moribundas, en una ciudad en ruinas. La bomba atómica -la bola de fuego- había convertido Hiroshima en un desierto.

Sadako no quería contemplar tan horrendas fotografías. Tiro de la mano de Chizuko y recorrieron el edificio apresuradamente.

­-Yo me acuerdo de la bola de fuego- susurro Sadako-. Era como los rayos de un millón de soles. Y luego un calor que me pinchaba los ojos como si fuesen cientos de agujas...

- ¿Cómo puedes acordarte? -Replico Chizuko-. Eras solo un bebe.

- ¡Pues me acuerdo! - reafirmo Sadako, tajante.

Una vez concluidos los discursos de los sacerdotes budistas y del alcalde, cientos de palomas blancas fueron puestas en libertad. Estas sobrevolaron la Cúpula Atómica y Sadako pensó que se asemejaban a los espíritus de los muertos que volaban hacia el cielo en busca de libertad.

Finalizado el acto, Sadako guio a todos hasta el puesto donde estaba la viejecita que vendía algodón de azúcar. Sabía aún mejor que el del año anterior.

El dia transcurría demasiado rápido. Lo mejor, pensó Sadako, era ver tantas cosas a la venta, junto con el rico olor de la comida. En algunos puestos vendían desde tortas de arroz hasta grillos. Lo peor, sin duda, era ver algunos rostros con aquellas horribles cicatrices. La bomba atómica los había desfigurado de tal manera que no parecían seres humanos. Si alguna de aquellas personas se le aproximaba, ella se alejaba rápidamente.

El entusiasmo aumento con la puesta de sol. Y una vez que los últimos fuegos artificiales desaparecieron del cielo, la multitud se encamino, con linternas estaban marcadas con los nombres de los familiares que habían perecido a causa de la bola de fuego. Sadako había escrito el nombre de Oba Chan en su linterna. Tan pronto como las velas adquirían una llama viva, las linternas eran depositadas en el río Ohta y se iban flotando hacia el mar como un enjambre de luciérnagas en la inmensa oscuridad del agua.

Aquella noche Sadako permaneció un largo rato despierta en su cama recordando todo lo ocurrido durante el día. <<Masahiro>>, pensó, <<estaba equivocado>>. La araña había traído buena suerte. Mañana se lo recordaría.

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2018 ⏰

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