La fiesta estaba repleta, por supuesto, pero los de séptimo no se habían molestado en ir, bien sabían que los lincharían en cuanto pisaran el primer escalón hacia la entrada, aún cuando habían sido invitados. Dieciséis en adelante.
Las cajas envueltas en plástico transparente que contenían los litros infinitos de licor ya habían comenzado a llegar, y algunas botellas de Champagne y Whisky ya estaban circulando por entre las manos de los adolescentes sedientos de alcohol y otras cosas. La piscina gigante de la casa de Jake resplandecía bajo la luna y las luces fluorescentes de los faroles, como si tuviera un millón de diamantes flotando sobre ella. Cómo soñé con nadar con él ahí cuando tenía trece años, y más aún todavía.
Busqué a través de la multitud escandalosa a mi único objetivo esa noche.
-Has venido –masculló una voz detrás de mí, haciéndome cosquillas en la nuca con su cálida respiración. Volteé el rostro sonriendo.
-Jake –mascullé estúpidamente -. S-sí, es… genial, el… ambiente, tú sabes –me reí. Oh, Dios, qué estúpida estaba siendo.
-Te gusta, ¿eh? –se rió -. Me agrada escuchar eso, preciosa –sonrió, evaluándome con sus candentes ojos color chocolate. Levantó una mano y acomodó un mechón de mis cabellos castaños detrás de mi oreja, con dulzura. “Santa mierda”.
-Sí –ahogué un suspiro, y me callé antes de decir algo estúpido.
-Estás muy bella, Skylar Dayne –sonrió Jake, acariciando mi mejilla con sus dedos ásperos por el fútbol americano -. ¿Gustas un trago?
“Mierda”.
Bajé la mirada hacia su mano izquierda, que sostenía un licor emanante de un olor exquisito y fuerte. Hubiese aceptado sin vacilar, de haber sido una bebedora profesional, pero yo no sabía tomar en lo absoluto, y lo menos que quería era emborracharme, para luego llegar a casa ebria. Además, ¿qué carajo les diría a mis padres si llegase en la mañana del día siguiente? Había escuchado decir a Alison que cuando uno está ebrio, no se está consciente de nada en lo absoluto, y mucho menos de la hora.
Me limité a asentir, porque no tenía palabras dentro de mi cabeza. Era Jake Montgomery, por favor. Mierda, mierda, mierda. Tenía que ser una mujer por lo menos una vez en mi aburrida vida.
Acepté el trago con la mano temblorosa, pero Jake no pareció percatarse de mi pulso alocado. Le sonreí a la cara hasta que después de unos minutos me percaté de que no podría seguir esperando a que se fuera, no se lo podría dar a nadie más. Skylar Dayne ofreciendo tragos por ahí. Tan hermoso.
Tomé el primer sorbo del líquido amargo que me provocó lágrimas en los ojos, las cuales oculté tras una risa tonta. “Joder, esto pica”. Jake agarró un vaso fluorescente que contenía el mismo licor que yo tomaba, y tras levantarlo en señal de “salud”, tragó un largo sorbo que dejó el vaso hasta la mitad, intimidándome.
Se sabía que Jake Montgomery era el muchacho más ricachón y fiestero de, probablemente, todo el Estado, y más aún que las niñas tímidas no eran su primera opción para salir de fiesta. Por meses había estado esperando la gran fiesta de su mayoría de edad, para poder demostrarle que yo era el amor de su vida, y que yo era todo lo que él y cualquier chico buscaba en la vida; aunque yo misma tenía en mente que no era verdad. Y era como que el miedo desaparecía cuando lo veía en la escuela, cuando no sentía miedo de hablarle ni volverme loca frente a él donde fuera. Pero cuando tienes las cosas frente a ti, es difícil no acobardarse.
Apenas iba por la mitad del trago cuando a Jake le traían su tercera copa ardiente en licor puro y agrio, me sentía incómoda, pero joder, estaba con Jake Montgomery.
Casi expulsaba un chorro de licor de mi boca cuando alguien rozó mi trasero con una punzante nalgada. Jake soltó una risita y dejó la copa en la mesa más cercana, en la cual se encontraba una gama variada de quesos, que en mi casa alcanzarían para un mes. Tragué con dificultad, obligada a soportar el horrible ardor en la lengua.
-Ostia, hasta que viniste.
-También me alegro de verte, Ali –sonreí irónicamente, sintiendo un sabor raro y ácido en la boca al hablar.
-Dame ese trago –me lo arrebató de las manos, pero ella sabía que me estaba haciendo un gran favor -. Creí que en verdad no vendrías.
-¿No me creías capaz? –le guiñé un ojo.
Arrugó la nariz.
-La verdad no.
Y ahí es cuando mi intento de valentía se va a la mierda.
-Vaya, gracias –arqueé las cejas –Supongo que superé tus expectativas, nena.
-Vaya que lo ha hecho –sonrió Jake, añadiéndose a sí mismo a la conversación. Mis mejillas se tornaron rosadas cuando la punzante mirada del chico se posó en mí, mientras una curvatura poblaba sus labios y Ali nos fulminaba con la mirada. Se suponía que odiaba las cosas cursis, y de repente encuentra a su mejor amiga flirteando con Jake Montgomery.
Relajé los músculos cuando Jake tuvo que irse para atender a un grupo de molestos universitarios que también estaban invitados a la fiesta, y entonces Ali me jaló de la mano hacia la pista de baile, donde un grupo enorme de personas formaban un círculo para meter a alguien al medio; quien estuviera más borracho, por supuesto.
-Bien hecho, nena –me guiñó un ojo.
-Creí que estabas molesta –mascullé, con un tono de inseguridad evidente.
-Lo estaría. Por suerte te saqué de ahí y te dejé sin licor, quién sabe cómo hubiera terminado.
-Cállate, tonta. Sabes que no soy así –me reí.
-Ya lo sé, como también sé cómo es Jake Montgomery. ¿Tú no? –sonrió irónicamente.
Me callé la boca, porque ella tenía razón. Pero hey, había sido la primera en aceptar que me escapara de la casa de mis padres para venir a una fiesta. ¿Quién entendía a Ali?
-¿Qué hora es? –musité, rebuscando entre mis jeans mi teléfono celular, que rezaba no haber dejado en casa.
-Muy temprano –respondió, sin hacer gesto alguno.
-No cuando vives con mis padres –enfaticé descaradamente.
-Relájate, Skylar –me empujó las manos hacia atrás, para impedirme que siguiera escudriñando -. Acabas de llegar. Cualquier cosa les inventamos algo, y ya está. Ostia.
-Me quieres matar –me reí lánguidamente.
-Y tú a mí –soltó una carcajada -. Ahora disfruta de la fiesta. Y si puedes, de Jake.
-Asquerosa –me reí, metiéndome con ella en el bulto alocado de gente. “Por supuesto que lo haría”, pensé para mis adentros, pero esbozando una sonrisa lo suficientemente visible para el resto de la humanidad.
-o-
-Ali, necesito ir al baño –me quejé, susurrando entre el bulto acalorado de gente que cada vez se volvía más estrecho, haciéndonos apretujarnos entre nosotros. Ésta dio otro trago a su bebida y se hizo la sorda, ignorándome por completo. Que luego no se anduviera quejando, había sido avisada.
Como pude, me abrí paso entre la multitud encendida dejando caer gotas de sudor por todo el estrecho camino. Jake me observó desde un lado de la alberca, justo al lado del puesto hawaiano de licores, sonriéndome, detallándome tanto como su pulso se lo permitía. Me iba a desmayar ahí, lo sabía, así que le correspondí la sonrisa y seguí caminando hacia los baños portátiles, casi adentrados en las montañas.