Capítulo III: Raíces

24 3 0
                                    

Alguien llamó a la puerta. Escondí el rosario bajo mi cama y corrí para ver quién era.
—Rem tenemos que hablar.
Un escalofrío me recorrió súbitamente al escuchar sus palabras. Era Seth, que había salido de la reunión con mi padre.
—Adelante Seth.
Nos sentamos en mi cama. Seth respiró profundamente y dirigió su mirada hacia mí.
—No me intentes ocultar el rosario que escondiste bajo tu cama. Ciertamente hay algo que tu padre no te ha contado.

No sé por qué no me sorprendí. Veo a mi padre unos minutos al día. Está tan ocupado con su reinado que no tiene tiempo para mí. Creo que hasta visito más su trono vacío que a él.

—Sabes que Volga no es tu padre, ¿verdad?
No entendí a qué se refería. Mi padre es mi padre. Eso no puede cambiar.
—Volga es mi padre. ¿Qué me quieres decir?
—Está bien. Cuando sepas de dónde vienes, sabrás quién eres. Mira—señaló Seth—Mira esa pintura.

Se trataba de un cuadro, donde aparecemos Naagram, Sieg en mis brazos, Ulmyn, mi padre, Seth y yo. El cuadro no era muy viejo, era el regalo de un artista del reino por el nacimiento de Sieg.

—Sois diferentes a los humanos como nosotros. ¿Qué, no te das cuenta?
—Mi padre tiene sangre dracónica, Seth. Por eso es el rey, por eso no soy humano.
—Mañana, apenas el sol otorgue luz a estas tierras, tú, Remenar de Iryalia y yo, Seth, tu consejero, nos marcharemos juntos rumbo al este de Iryalia, donde naciste.

Me levanté bruscamente y miré sorprendido a Seth. No pude pronunciar ni una sola palabra. Estaba tan confundido que no sabía qué decir ni cómo tomarme lo que me acababa de revelar. ¿A qué demonios viene todo esto?, me pregunté, fruncí el ceño y me dirigí velozmente y con grandes pasos a buscar a Ulmyn y a mi padre para pedir explicaciones a quien se me cruzara primero.
Pasé por la sala del trono y no había nadie. También busqué por el jardín y nada. Entonces me calmé un poco, di un suspiro y fui a ver a Sieg a su habitación. Seguramente Ulmyn le estará sirviendo el té o acomodando los libros de la biblioteca de Sieg o, al menos, eso es lo usual. Subí hasta sus aposentos y golpeé suavemente la puerta un par de veces.

—Hermano, solicito vuestra ayuda.
Ulmyn abrió la puerta.
—Mi señor, por órdenes del rey, Seth os acompañará al este de Iryalia, al lugar donde obtendréis todas vuestras respuestas. Os lo pido.
Se arrodilló ante mí con una mano en el pecho. Sieg apareció detrás de él con una taza de té y un libro en sus manos.
—¡Hermano!—exclamó Sieg, sonriente.
Despeiné la cabeza de mi hermano menor y le devolví una sonrisa. Mis días no serían tan alegres, si no escuchara su expresiva manera de reír, mientras juega. Mi adorado hermano, no sé qué haría sin ti y tus tonterías.
—Entendido Ulmyn. Fui informado.

Volví a mi habitación a preparar mis cosas para mañana. Guardé el rosario en una bolsa de tela que iba a llevar conmigo. En una bolsa de lona aparte metí el resto del equipaje, el cual era bastante, ya que no sabía con certeza cuándo sería mi retorno al castillo.
No tenía ninguna idea de lo que iba a ocurrir, ni lo que me depararía el porvenir, pero lo que sí sabía es que cuando volviera al castillo, definitivamente no sería el mismo, o almenos eso presientía.

Ya anocheció antes de que me diese cuenta. La luna brillaba con mucha intensidad. Entonces pensé, mientras me asomaba por la ventana y sentía la brisa acariciar mi rostro: "Mañana será increíble, porque será la primera vez que saldré del castillo".

Cerré las ventanas y me tumbé en la cama. De repente sentí algo debajo de mí. Me levanté y descubrí que se trataba de la caja de música de Naagram. La melodía era preciosa pero triste. Guardaba algo de misterio en ella, era simplemente perfecta.

Mañana será un gran día, porque seré libre. Libre, como todo lo que es feliz.
Le mostraré al mundo quién soy yo, pronto todos sabrán mi nombre y se escuchará hablar de mí en todo Lybernes.

DrakeliedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora