Una verdad

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–Te dejamos solo.

Me habían llevado a través de unos pasillos oscuros a una habitación pequeña, donde la lámpara fluorescente iluminaba una larga mesa con un bulto cubierto. El médico había quitado la sábana, descubriendo los restos de una niña.

A pesar de que estaba casi irreconocible por las quemaduras, supe que era mi hermana.

Después, mi tío y el doctor se habían ido, dejándome solo con el cadáver.

Conseguí apartar la vista del cuerpo para fijarla en la figura a mi lado.

–Eres tú– comenté, casi acusador. No era una pregunta, no necesitaba respuesta.

– contestó, sin quitar la mirada del cadáver. Era su voz, era ella.

–Estas muerta.

Esta vez apartó la mirada de la mesa. Se quedó observando el suelo. Asintió con la cabeza.

Me volví, incapaz de seguir contemplando la escena. Contuve un sollozo.

–No existes.

No necesité girarme para saber que negaba con la cabeza.

SchizophreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora