Prólogo

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Los alumnos de la Universidad de Montreal, en Quebec, se gradúan en medicina en el verano de 2072. Todos sus familiares van a celebrarlo junto a ellos en el campus. Los chicos, emocionados, recitan sus discursos de esfuerzo, dedicación y agradecimiento. Es un gran día para todos ellos, pero para uno en especial.

Nash Hansen.

Nash ha sido el alumno con mejores notas durante toda su carrera, con hasta 19 matrículas de honor. Y tiene sentido, teniendo en cuenta que su familia durante generaciones se ha dedicado a este campo.

Pero él en este día no solo celebra su triunfo en los estudios y su puesto ya asegurado en un hospital de la capital de Canadá, en Toronto. No. El celebra que sus padres han ido a verlo.

La relación entre los 3 es buena, muy buena. Pero desde hace 9 años no les ve todo lo que le gustaría. Dos años antes de que el comenzase a estudiar medicina en Quebec, su abuelo paterno, murió y como es de esperar, el padre de Nash sintió la necesidad de viajar hasta Noruega para hacerle compañía a su madre.

Los Hansen son de raíces Noruegas y no se sabe a ciencia cierta el por qué, pero ninguno quiere abandonar su país, y mucho menos su pueblo. A Nash siempre le contaron que su tastatarabuelo (que no es lo mismo que tatarabuelo) se quedó allí esperando a alguien que nunca llegó, aunque jamás perdió la esperanza e hizo jurar a su único hijo que seguiría esperando por él. Al final por una u otra razón, generación tras generación, allí se fueron quedando.

Nash pasó la mitad de su infancia, hasta los 6 años, en ese pequeño pueblo de Noruega pero sus padres, queriendo unas posibilidades más amplias de futuro para su hijo y la pequeña que llegaba en camino, se fueron a Canadá.

Él apenas recuerda esa infancia por lo que regresar no le llama tanto la atención. Sin embargo, la muerte del abuelo supuso una pequeña excusa para los padres del joven de poder regresar a su tierra junto a su hija menor. Nash empezaba la universidad en poco tiempo, y era un chico muy maduro para su edad. Creyeron que dejarlo allí estudiando era lo mejor para él.

De todos modos, la familia se veía a menudo pero aun así no era suficiente como para no echar de menos a sus padres, y que ellos estuviesen allí en ese día especial a pesar de que la abuela finalmente también había muerto hacía unos meses, significaba mucho.

— ¿Cuánto tiempo os vais a quedar? —preguntó el joven con entusiasmo.

— No mucho cariño —respondió su madre.

— Pero, ¿por qué? ¿Qué os lo impide?

— Ya sabes que nosotros somos de pueblo, no nos gusta esto...queremos estar allí —respondió su padre.

Nash lo sabía, pero quería estar con ellos algo más. Sin embargo, dejó así el asunto y no quiso seguir insistiendo.

— Bueno, ¿y ahora qué? —se interesó su padre.

— Pues me mudo a Toronto. Me han ofrecido un puesto en el nuevo hospital del lago, el que flota.

— ¡Eso es increíble! —exageró su madre mientras se acercaba a él con los brazos extendidos.

La verdad era que si, que las oportunidades le venían como anillo al dedo, pero también él se lo había ganado. No podía quejarse en absoluto.

— ¿Y Emma? —preguntó Nash.

— En el pueblo. Ahora dice que quiere venir a vivir contigo, ¿te lo puedes creer? Como si tú tuvieses que cuidar de tu hermana pequeña.

— ¿Por qué no ha venido?

— Bueno —comenzaba a explicar su madre —como le hemos dicho que hasta que no cumpla 21 no podrá venir a vivir contigo, en el caso de que tú quieras, por supuesto, se ha enfadado y dice que no va a pisar Canadá hasta entonces —la señora Hansen suspiró— ya lo siento hijo...

— No pasa nada mamá, son cosas de jóvenes —Nash abrazó a su madre consolándola para que no se sintiese culpable.

— Hijo —interrumpió el señor Hansen ahora— tengo que hablar contigo.

— ¿Todo bien?— preguntó.

— Si, no te preocupes. Es la típica charla de padre  e hijo, más o menos— los tres comenzaron a caminar por el campus— ¿tu recuerdas lo que le pasó a mi tatarabuelo?

Nash lo sabía perfectamente, era lo único que sabía de él.

— Si, que murió esperando a alguien.

— Bien, y sabes que la familia se ha quedado allí por...bueno, por lo que sea, llamémoslo tradición.

—   Aham —asentía el joven sin saber donde quería llegar su padre.

— Pues—prosiguió su padre— esta tradición no termina aquí. Si te has dado cuenta, desde hace generaciones, somos todos médicos—hizo una pausa.— Seguimos esperando. Tu tastatarabuelo amaba de forma no romántica a una mujer que no era su mujer. Podemos tratarlo de leyenda, porque es imposible que esto pase, pero se creeía que esa mujer regresaría.

Nash no entendía nada.

— ¿Y qué pasa con ella? —preguntó.

— Nada. En realidad nada. Lo que quiero decirte con esto es que, siempre nos ha gustado tratar a nuestros pacientes como si fuesen esa persona especial. Debes entregarte a tu trabajo al 100% hijo. Esta historia a mi me hacia recobrar fuerzas cuando sentía que mi vocación tenía un límite, una fecha de caducidad. Cuando no sepas por qué te dedicas a esto, piensa que cada persona a la que cuidas es alguien especial para otro alguien. Por tus manos van a pasar muchas vidas, y deberás hacer siempre lo que esté a tu alcance para sacarlas adelante. Sé que lo harás bien hijo, tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti.

Y así, emocionados los tres, se abrazaron como nunca.






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