Capítulo 20

0 0 0
                                    

Un día más en Ontario. Rutina de siempre; despertar, desayunar, mirar el tráfico desde la altura y buscar algo que leer para pasar el tiempo. Últimamente me estoy ocupando en novelas escritas en noruego. Me resulta más sencillo, y despejo la mente, pues no requiere esfuerzo y me siento más descansada. Hace mucho que no sufro dolores de cabeza, pero si siento cierta carga, y he llegado a la conclusión de que es por pensar en un idioma que no es el mío.
Además, con este tipo de lectura, estoy recuperando la fluidez en mi idioma materno. Incluso en alguna ocasión he hablado con Nash con él. Las primeras veces se sorprendió, y después, poco a poco, lo hemos cogido por costumbre. No siempre, claro. Solamente cuando estoy muy cansada, generalmente en las últimas horas de la tarde.
Hoy, eso si, está siendo  día triste en exceso.
El cielo está gris, cada día más. La gente comienza a parecer pelotas de lana andantes, y hasta los cristales e empañan casi por completo por el contraste de temperatura entre el exterior y el apartamento. Pero no es eso lo que me tiene así.
A decir verdad, no se que me mantiene así. No es que mi estado de ánimo haya estado alguna vez en lo más alto, tiende mas a la melancolía que a otra cosa. No quiero ser negativa, me propongo no serlo. Pero hoy no o puedo evitar.
Apática, perezosa e incómoda. Una sensación que no se me hace desconocida del todo pero que no se reconocer.
Paso el día tratando de ocuparme. Incluso pienso en sacar un libro de recetas y probar a cocinar algo.
Me decanto por una sopa de pescado. Primero reúno los ingredientes para saber si lo tengo todo, y cuando ya lo tengo, comienzo. Algo con lo que consigo pasar una hora y media.
Ya solo quedan unos minutos cuando escucho que Nash llega de trabajar.
— Five, ¡que bien huele! —aparece por la puerta con cara de asombro.
Rápidamente respondo con un ‘’gracias’’. Voy a buscar una cuchara limpia y le ofrezco del caldo que aún humea en la cazuela.
— Prueba —espero a que saboree la muestra—. ¿Dirías que le falta algo?
— Si—hace una mueca de dolor—, frío. Pero por lo demás, ¡está riquísimo! ¿Cómo lo has hecho?
— Me he ayudado de uno de los libros de recetas. Y luego me ha resultado sencillo.
Aprovecho yo también para probar el resultado. Quema. Poco se puede sacar de esto con esta temperatura, así que apago el fuego y lo aparto para que se vaya enfriando. Mientras tanto saco lo necesario para poder comer los dos, y Nash se cambia de ropa y lo deja todo ordenado. Lo que siempre hace, vaya.
Comenzamos a comer y aprovecho para preguntar por su día.
Jornada tranquila. Al principio, cuando le preguntaba resumía todo mucho pero al final fue alargando su resumen. A día de hoy, conozco a varios de sus compañeros de tanto que habla de ellos, con los que más tiempo pasa.
— No se como vamos a terminar el año. Yo tengo mis vacaciones, no debería ser mi problema, pero me preocupa. Al final Alan está de baja por todo eso que te conté. Si yo no estoy, y él tampoco, el mes que viene solo habrá dos neurocirujanos en el hospital. No se…
No acostumbra a cotillear sobre lo que ocurre en el trabajo, pero voy tirando de la lengua. Tampoco es que me interese la vida de Alan, pero me gusta hablar con Nash y al final he conseguido algún truco.
— ¿Quiere eso decir que al final se divorcia?
— Supongo que sí. Pero Charlotte sigue trabajando. Y menos mal.
— Problemas de trabajar con tu mujer, si algo acaba mal, os tenéis que seguir viendo en el trabajo —respondo. Sin que ninguno de los dos quisiera hablar de cosas tan banales, llevábamos la conversación hasta el final.
— Problemas de ser tan promiscuos, más bien. Ya sabes…hablaban maravillas de lo bueno y enriquecedor que era tener una relación abierta. Y van y comienzan a tener intimidad con la misma persona. Y no contentos con eso, ambos se enamoran.
Cierto es, que la situación era cuanto menos, intensa.
En su momento tuve que preguntar le que era eso de ‘’relación abierta’’. Una pareja que se permite, mutuamente, tener relaciones sexuales y/o amorosas con alguien más. Yo no lo entendí muy bien, pero al parecer era algo bastante común,  desde principios del siglo. No me parece ni bien, ni mal. Algo que yo dudo que pudiera tener jamás.
— ¿Te parece mal que tengan ese tipo de relación? —pregunto.
— Para nada. Me parece mal que lo hagan con mi alumno de prácticas. Me he quedado sin compañero de especialidad y sin ayudante —por primera vez, parece indignado—, y tú, ¿Qué tal el día?
— Bueno… como todos
— Te veo un poco pálida, ¿te encuentras bien?
No me encuentro mal. No al menos físicamente.
— Si, todo bien —miento.
Solamente es esa tristeza tan misteriosa que arrastro.
Al terminar de comer, nos sentamos en el sofá a buscar una película que ver juntos. Hoy no me apetece, pero en vez de decirlo, planeo meterme bajo una manta y hacer un intento por salir de este estado de ánimo.
No importa si la veo o no. Al final es una excusa para descansar. Solemos estar aquí un par de horas, e incluso a veces nos quedamos dormidos.
Mientras él escoge qué ve, yo voy al baño. Y al sentarme veo que me he manchado de sangre.
Entiendo.
Por un lado, me libero de una preocupación. Mi menstruación ha sido la responsable de todo.
Pero por otro lado, no estaba preparada. Recuerdo que Nash hace unas semanas me había comprado compresas. Pienso en como proceder.
Lo primero, me limpio como puedo para ir a mi habitación y coger todo lo necesario. Me voy a duchar de forma rápida y así me sentiré más cómoda.
Cuando estoy lista, salgo y vuelvo al sofá.
— ¿Todo bien?
Asiento, ¿necesita saber que ocurre? Aún así, acepta mi respuesta no muy convencido, y sigue con lo que estaba. Y yo, con mi plan.
Nash con la cabeza hacia la ventana, yo con la mía hacia la cocina, nuestros pies chocando en el centro, y yo con la facilidad de ocultarme de él.
¿Es vergüenza lo que siento ahora mismo? ¿Apuro? Quiero estar sola, pero no quiero estar lejos de él en realidad. Así me conformo.
Según va avanzando la tarde, lo que comenzó con una molestia en la parte baja de mi barriga, terminó siendo dolor. Trato de quedarme dormida para huir de ello, pero no lo consigo.
— Cuéntame —sin darme cuenta de que se ha movido, él está agachado junto a mi, dejando nuestras caras a la misma altura. — No has parado de moverte en la última media hora. ¿Te duele algo?
Apenas pudiendo mantener los ojos abiertos, le cuento la situación. Y se va.
Al rato regresa con una pastilla y una infusión: —Tómate esto.
Me ayuda a incorporarme lo suficiente y hago lo que me dice. No pregunto, solo espero que funcione, y vuelvo a mi posición. Él, sin embargo, no vuelve a su sitio, en su lugar, se sienta en el suelo y apoya su espalda en el sofá. Siento que me mira un momento y que luego se da la vuelta, pero sin irse de ahí.
Agradezco su presencia y que poco a poco el dolor se va yendo hasta que me permite quedarme dormida.
Apenas un rato después, despierto y o veo a él mirar su smartphone. Me muevo ligeramente y él se gira.
— ¿Mejor?
— Mucho mejor, gracias.
— Por eso estabas de capa caída, ¿eh? —me ofrece una sonrisa amable.
Se levanta y casi al instante llega un mensaje a mi smartphone.

EMMA: ‘’Estás bien????’’
YO: ‘’Si.’’
¿Y esa pregunta?
EMMA: ‘’Me ha llamado mi hermano’’
‘’Me pregunta que como me aliviaba yo los cólicos’’
‘‘Le he dicho que magnesio y una manzanilla’’
‘’Te sirvió????’’
YO: ‘’Si, perfecto. Ya me encuentro mucho mejor.’’
EMMA: ‘’Me alegro mucho’’
‘’No a todas nos sirve lo mismo’’

Antes de que responda a Emma, Nash regresa y vuelve a sentarse en el suelo, pero esta vez ligeramente girado para mirarme a mí, con el codo apoyado en el sofá.
— Gracias por el analgésico y la manzanilla.
Al principio no parece entender, pero ve mi smartphone desbloqueado y asiente: — En realidad te he dado un analgésico. De nada.
Pasan unos instantes así, en los que ninguno de los dos se mueve o habla.
— Five, el otro día…bueno, antes de eso, ¿te importa que hable? Igual quieres descansar  —espera mi respuesta. Hay momentos en los que toma una actitud cautelosa, y es uno de esos. Como si tuviera que pensar que escoger cada una de as palabras que va a pronunciar. Yo asiento y le invito a hablar— cuando comimos con Emma y Emily. Quizá no sea el mejor momento para rescatar esta conversación, pero es que…estoy de acuerdo en que trabajes. Sentirse realizado es uno de los mayores logros personales, imprescindible para una buena salud mental. No es un problema, te ayudaré a escoger lo que mas te guste.
— Gracias, pero, ¿y eso? —me desconcierta el tema en este momento— Se que no te interpondrías en ello.
— Verás, no es esa la cuestión. Quiero que estés lo mejor posible. Pero es que también quiero.. —se levanta y se queda pensativo con los brazos en jarra, mirando a la nada— también quiero cuidarte.
Silencio.
— Y lo haces. Eres quien mejor me ha cuidado. Seguro que no fallo si digo que ningún doctor me ha cuidado como lo estás haciendo como tú.
— Ya, pero no me refiero a eso.
— ¿A qué, entonces?
— Así, como ahora . Sin ningún derecho te digo esto, pero me preocupo por ti, y no como un doctor de su paciente. Me preocupa que estés bien de salud, y en general. Y cuando propusiste trabajar, por mi mente pasó una Five con un nombre de verdad, no con un número. Una mujer independiente, feliz y ocupada que no necesitaba a nadie para tenderle una manzanilla. No te lo digo para que te sientas responsable de mis pensamientos o inquietudes, sino porque no quiero ocultártelo, y siento que ese día pude hacerte entender algo que no era. Yo, te voy a ayudar con…
— Para, para. Relájate —decido interrumpir su discurso porque empieza a parecer nervioso—. Gracias por explicármelo. Ahora entiendo tu reacción. Ya sabes como me siento yo con la situación. No te puedo asegurar que pasará en el futuro, pero te puedo asegurar que Five, el número, lo que pretende es estar igual que hasta ahora, pero aportando algo más que su presencia. Estoy cómoda aquí, y me quedaré hasta que me lo permitas. Seguro que tu yo presente piensa como dices, pero quizá en un tiempo cambies de opinión. Por ahora, dame todos los analgésicos que quieras.  Hasta me puedo hacer la enferma unas horas más…
—  No te pases —y se ríe.
Me levanto y lo abrazo. Puede que sea el quién menstrúa, aun que mi tristeza torna al llanto.
Lloro. No se por qué, ¿felicidad? Aferrada a su pecho dejo que salgan algunas lágrimas. Se siente bien hablar y desahogarse, sentirse comprendido. Su abrazo es cálido y acogedor. Podría estar así horas.
Él intenta separarse y yo lo abrazo más fuerte, un acto totalmente involuntario.
— Hacemos un trato, yo te cuido y tú me abrazas. Ganamos los dos.
La risa me hace alejarme de él.
Me seca los restos de lágrimas de la cara, se sienta en el sofá y me hace un gesto para que lo acompañe, pasando un brazo por encima de mi hombro. Así dejo caer mi cabeza sobre el suyo y nos ponemos a ver un programa de cocina.
Un día que termina mejor de lo que empieza.

FIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora