Capítulo 14

6 0 0
                                    

Me despierto. Por la ventana no entra nada de luz, deben de ser las tantas de la madrugada.

Estoy temblando de frío. A pesar de mi ropa de dormir, y todas las mantas y el edredón que tengo encima siento como si estuviese desnuda. Es como si me entrase una corriente helada por la espalda y el frío me entrase hasta los huesos.

Trato de acurrucarme, hacerme una bolita dentro de la cama. Escondo la cabeza entre las sábanas, pero nada. No funcionó esta noche y tampoco lo hará ahora. Sigo igual. Estoy tiritando tanto que mis músculos empiezan a doler.

Paso un rato así pero no cesa. Podría levantarme y buscar más mantas, pero no quiero perder la posición en la que estoy, ¿y si pierdo el poco calor que podría haber estado acumulando?

Me doy aire caliente con la boca sobre las manos, pues éstas ya están congeladas y aunque no me las veo debido a que no hay luz en la habitación, estoy segura de que están de un color amarillento al menos.

Pienso que podría hacer. No se me ocurre nada.

Pasa más tiempo. Ahora la mandíbula. Los dientes. Comienza a dolerme cada vez más partes del cuerpo, y a pesar de tener muchísimo sueño, no puedo dormir. Siento que estoy sonámbula, suficientemente consciente para pensar, pero no tanto como para reaccionar. Algo me ata a la cama en la postura en la que estoy.

No al menos del todo, de vez en cuando empiezo a cerrar los ojos y a tener pequeños sueños, o a delirar. No lo sé.

... 

— Cariño, te dije que no podías salir con esta ventisca. Mira como estas. Ahora mismo te preparo una bolsa de agua caliente. Ve metiéndote en la cama. Y quítate esa ropa mojada, por el amor de dios.

Una señora me habla, va de un lado hacia el otro buscando algo.

— Donde estará la dichosa bolsa — habla para sí misma— ¿me puede decir alguien donde están todas las cosas que desaparecen en esta casa? Igual alguien entra solo para cambiármelas de sitio —sigue hablando, pero no parece que busque una respuesta.

...

Despierto. Lo que acabo de soñar podría valerme. No sé si realmente es un sueño o un recuerdo, pero lo intentaré.

Salgo de la cama, aún con ese frío infernal y busco por la habitación. No hay ninguna bolsa de agua ni nada que se le parezca.

Salgo, busco en el baño. Nada.

En el salón, tampoco.

Cocina y armarios, sin rastro.

Parece que no hay de eso aquí. Decido volver a la cama a ver si ahora consigo entrar en calor después de mi paseo por toda la casa.

Casi ya abriendo la puerta de mi habitación, la de al lado se abre. Nash sale con su pelo revuelto, cara de dormido y con ropa de dormir mucho más fina que la mía. ¿Tendrá el también frío?

— He escuchado ruidos, ¿buscas algo?

— Eeeeh —dudo— si. Una bolsa de agua.

Me mira sorpendido.

— Una bolsa de agua dices... —piensa— no se ni lo que es. ¿Para qué?

— Tengo mucho frío— respondo sinceramente.

Se acerca, me toca la frente.

— Estas congelada, Five. Dímelo, y hacemos algo, ¿estás bien— su cara de sueño ahora es cara de preocupación.

Me coge la mano, me lleva hacia su habitación y enciende la luz.

— FIVE, ESTÁS PÁLIDA —se le nota alterado— ¿cuánto llevas así? Voy a buscar un termómetro.

Pienso. Y ni lo sé. Horas quizá. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que desperté la primera vez. Antes de que le responda, entra en el baño a buscar algo.

Al regresar me apunta a la frente con una especie de pistola de plástico.

— 34 grados y medio ¿Y estabas tapada? — no para de tocarme la frente y las manos —no hay nada aquí que pueda provocarte esa temperatura.

Suspira.

— No pienses nada extraño, pero ven.

Vuelve a cogerme la mano metiéndome a su habitación.

— Vas a dormir conmigo. Por varias razones: porque el calor humano es más efectivo que el de mil mantas, y porque necesito tenerte vigilada las próximas horas. ¿Te parece bien?

¿Dormir? ¿En su cama? ¿Yo?

Como puedo decirle que no.

Hace aproximadamente un mes desperté de lo que para mí a día de hoy es la nada. Antes de eso no hay ningún recuerdo, solo vacío, oscuridad. Durante varias semanas él se ha ocupado de mí, educado y atento. Me hace reír y, sobre todo, me hace estar cómoda cuando en mi situación nada debería serlo. Puede que todo esto solo sea producto del hecho de que desde que he vuelto, él ha estado ahí. La persona a la que más conozco desde ese momento. Es posible que, por eso también, yo siento que lo conozco de siempre. Todo me resulta familiar; su voz, su olor, su mirada.

Siento que para mí dormir en su cama hoy tiene un significado muy diferente para él. Eso creo que duele.

Me acerco lentamente y me meto en la parte que el ha abierto para mi.

Él hace lo mismo, apaga la luz y...

... ¿Me abraza?

No dice ni una sola palabra, solo me abraza.

Me quedo mirando a la nada un rato, sin moverme. Mi corazón va a mí, solo espero que él no lo esté notando. ¿Cuál es la probabilidad de que una vez recuperada mi memoria esto sea posible? ¿Cuál es la probabilidad de que en realidad siga en coma y esto forme parte de un sueño que acabará cuando despierte esta noche? ¿Existe algún lugar en el que me sienta más cómoda que aquí, abrazada por él? O lo peor, ¿existe alguien con quien sienta lo mismo?

Es agotador, todo este tiempo mi mente ha estado ocupada por preguntas que no tienen respuesta. Mis problemas se resuelven con, precisamente, mis problemas. Hasta que no recupere la memoria no podré resolverlo, pero hasta que no esté tranquila es muy posible que mi mente no consiga enfocarse en lo que realmente necesita, recordar.

Huele tan bien. Y realmente, estoy a gusto. El frío poco a poco desaparece y el sueño comienza a ganar. 

FIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora