Objetos que matan.

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Esa mañana vio a su madre reír tras ver un trozo de una de las caricaturas de niños que pasaban en el horario de las seis A.M. Hacía mucho no la veía tornarse roja mientras su cuerpo se estremecía al compás de una escandalosa y contagiosa carcajada que acaba por hacerla llorar y respirar hondamente cuando el aire se ausenta en sus pulmones.

Su fin de semana había sido glorioso.

En la tranquilidad de su cuarto; nuevamente había vuelto a escribir cada una de las cosas que habían estado oscilando espontáneamente durante la semana, generando posiblemente un nuevo borrador de una historia que acabaría por desarrollar y que presentaría como proyecto al final de su semestre, en donde, plantearía una historia cliché de amor con un romanticismo tan simple y crudo que nadie se daría cuenta que probablemente su inspiración literaria había sido encontrada entre relatos de Víctor Hugo y Gabriel García Márquez, quienes habían sido principales pilares para que él hubiese optado por elegir literatura como carrera. Soltó una pequeña y corta risa al recordar la preocupación de su madre cuando ella supo que en lugar de alguna otra carrera había elegido Literatura. En un principio pensó en la mujer de cabello lacio y blancuzco diciéndole lo poco que ganaría como escritor, sin embargo, a su corta edad ya había publicado un relato físico que le generaba ganancias -pocas pero lo hacía- y varios en la red que parecían ser adquiridos con mayor fluidez.

Mientras las gotas de lluvia levemente disminuían recordó aquella imagen que vio, la cual criticaba a los jóvenes escritores que desean ser como aquellos clásicos. No pudo evitar sonreír ante la ironía que casi todos olvidaban: los autores de antes eran depresivos, alcohólicos, egocéntricos y violentos, siempre priorizando a su trabajo o sus necesidades sobre los demás, perdiendo así el suelo y realidad.

Se introdujo en una de las cafeterías del lugar y ordenó un té que pidió para llevar.

Le resultaba gracioso los momentos en los que las chicas lo miraban con atención y acababan por analizarlo de pies a cabeza, para después sonreír o hacer cualquier cosa que acabase por delatar lo atraídas que se habían sentido al verlo y, aunque para él era halagador -porque significaba que todas aquellas cosas que realizaba o se untaba para verse bien daban frutos-, ciertas miradas le resultan hilarantes. A lo largo del tiempo las había analizado y denominado de distintas maneras. Águila, suricata, infante curioso, etc. Su favorita era aquella discreta que muy pocas personas sabían realizar. Consiste en voltear el rostro de tal manera en la que únicamente miraran a Len con el rabillo del ojo, bajo alguna excusa como lo era el preguntar si no estaba lastimada tras rascarse un costado de la nuca o el fingir querer estornudar. In-discreto, era el apodo que le había dado junto a su mejor amigo. Debido a que el no hacerlo bien acabaría por delatar a la persona; dando a entender que estaba observando al chico.

Suspiró divertido mientras acercaba el envase a sus labios humectados que tenían un olor a un cítrico verde, característico de un humectante labial que había comprado un poco después de haber escogido el regalo que le dio a su madre el día de su cumpleaños. Bebió lentamente del envase mientras iba de camino a la parada, mentalizando a un buen día, como si el día malo de la semana pasada no hubiese pasado y las preocupaciones que había generado en sus amigos, por lo que ellos creyeron que sería un nuevo cuadro de depresión, se olvidaran fácilmente.

Len era impredecible la mayoría del tiempo, sin embargo se le disculpaba por ser él y, eso significaba que por ser lindo tenía el privilegio de comportarse como mimado los días que emocionalmente no estuviera bien. Cosa que a pesar de ser consciente que estaba mal, no le molestaba lo suficiente para corregir. Más que nada, porque nadie se quejaba sobre lo que hacía o decía sobre ello.

Miró su celular y sonrió al ver el mensaje de su conquista que había logrado hacer hacía ya tres meses atrás. Esa chica era linda, algo común para la clase de personas con las que solía estar, sin embargo, su carácter era muy radical a lo ya acostumbrado por él: obstinado y loco. De hecho, a veces únicamente veía en aquella chica era un sustituto de quien alguna vez fue para él su mejor amiga de infancia. Niña a quién le tuvo mucha estima emocional, de lo contrario no la hubiese besado y pretendido después de los años que llevaban de conocerse. No obstante, a pesar que Ia lucía físicamente similar a su mejor amiga, había algo que le impedía enamorarse completamente de quién era. Tal vez era su excentricismo e impulsiones que hacía que no encontrara en ella el atractivo que encontraba en Anon.

Él era tan serio que necesitaba a alguien igual  que él para no tener conflictos. Para no sentirse demasiado mayor o asumir el papel que no le correspondía, como el ser un padre o hermano, puesto que no pensaba asumir el papel que un hombre ya debía estar ocupando en su vida.

Cuando su padre vivió con ellos lo recordaba con el carácter que ahora lo caracterizaba a él. Uno tan serio que resultaría difícil saber si bromeaba o hablaba en serio. Sin embargo, a diferencia de él, el hombre de barba escasa y rubio era una persona que realmente era totalmente incapaz de demostrar sentimientos ante los demás. Aquello en la infancia del chico resultó completamente confuso, debido a que habían días en los que llegó a pensar que su padre no le importaba y que la única persona que lo amarían desinteresadamente —que según era la manera en la que el amor se da, o eso es lo que ha leído desde pequeño en distintos relatos, fábulas o libros— serían su madre, por ende, cuando  su padre dejó la casa donde los tres vivían, no lloró y hasta ese momento se mantenía sin derramar ni una sola lágrima por el hombre que más lo había defraudado. Mas sí le tomó demasiado rencor en un principio porque el ver a su madre llorar casi todo el día y tomar antidepresivos —que más tarde acabaría por tomar él durante ciertas temporadas por problemas de autoestima— que con el tiempo habían deplorado su salud física y emocional hasta dejarla como un zombie, una persona que se limitaba simplemente a vivir y realizar las actividades cotidianas por una costumbre y no por deseo.

La melancolía parecía consumirlo nuevamente, por lo que recordó lo que uno de sus mejores amigos le decía cuando lo veía triste. 《Si te sientes mal lo único que debes de hacer es recordar que el pasado no puede herirte más y las personas que más daño te hicieron no pueden hacerlo más porque ya no les das ese derecho》. Sin embargo, le resultaba difícil no hacer caso omiso a aquellas palabras, porque a pesar de su frase célebre: el pasado no podía lastimar. Igual dolía, y en ocasiones, el pensar en este acaba por abrir las heridas que ya se deberían haber cicatrizado.

Sus pasos se volvieron más lentos que de costumbre y, esta vez aprovechó un poco más su tiempo para seguir pensando en su pasado, tratando de enfocarse en las cosas buenas que lo habían hecho ser quién era en ese momento y lo que lo habían ayudado a ser mejor persona. Como su abuelo, él le había enseñado tantas  cosas sobre la vida que lo hacían desear llorar tras recordar lo que vivieron juntos. El pánico al meter el tenedor de su abuela al microondas, el cómo conquistó a una chica con sus consejos, atar sus cordones o volar cometas. El hombre de cabello oscuro había sido lo más cercano a una figura masculina y ejemplar en su vida.

Bebió un sorbo más al envase y miró detenidamente la servilleta que le había dado la chica, fue entonces cuando vio ahí anotado su nombre y horario de entrada y salida. No soportó mucho y soltó una carcajada que acabó por atraer la mirada de muchas personas que pasaban alrededor de él. Algo así había sido como él y su primer novia-amor habían interactuado. Él fue quien le proporcionó su número a ella, pero no fue en una servilleta si no detrás de su ticket, y a decir verdad, cuando ella lo llamó de vuelta se sorprendió mucho por el hecho de saber que ella los guardaba, en lugar de desecharlos como las personas generalmente lo hacían.

Si en aquel entonces hubiera apostado que ella lo llamaría de vuelta, hubiese perdido. En aquel entonces sufría de depresión por su físico, por eso cuando ambos se conocieron él la amó de la misma manera en la que su madre lo amaba a él. Ella había sido la primera chica que no lo rechazó inmediatamente cuando lo conoció, porque en aquel entonces era muy delgado, una que otro barro, con frenos y lentes que lo hacían ver como lo que se describe: Nerd. Sin embargo, ella demostró ser lo suficiente incondicional ya que no se marchó hasta que él emocional y físicamente estuvo mejor.

Tiró su envase en uno de los tantos botes de basura que se encontraban en vía pública y siguió su camino a la parada.

En cuanto sus ojos se fijaron en aquella chica fue inevitable no notar el cigarrillo entre sus manos. Lo que generó que el rubio atinase a pensar en que su belleza se acabaría junto a su vida por ingerir aquel producto. Fumar no debía ser legal por todas aquellas repercusiones de salud que generaba como consecuencia.

Deseó con fuerzas que la lluvia apagara aquel producto y acabara por llevarse toda su melancolía y de paso, a la chica.

N/a.
Me disculpo porque esto lo debí subir ayer. En cualquier caso, espero lo hayan disfrutado.

Días lluviosos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora