Capítulo 11.

75 13 6
                                    


Balanceaba el pie derecho y este golpeaba continuamente las patas de la silla, creando un sonido irritante que me encantaba, mientras hacía arreglos de flores. A algunos podrían parecerles aburrido, las plantas no eran lo más entretenido del mundo, pero para mí era algo tan relajante y terapéutico que lentamente se había convertido en una pasión. Mezclar distintas flores, sus olores, colores, formas, no era tan sencillo como había creído, pero me entretenía de sobre manera. Las plantas me parecían algo fascinante e interesante, creo que si le prestáramos real atención a las cosas veríamos cuan importantes y atrayentes pueden ser, a pesar de mostrarse aburridas y simples, con tan solo una mirada más, estas podían mostrar detalles y cosas que parecían antes no estar ahí. Lo mismo para las plantas, a simple vista parecían aburridas, pero con el tiempo y atención se habían convertido, para mí, en algo sorprendente. Mabel parecía orgullosa de ello, de poder trasmitirme su pasión y ligera obsesión.

- ¿Me estás diciendo en serio? ¿Le contaste? - Preguntó Mabel tras haber despachado al cliente que había interrumpido anteriormente nuestra conversación. Se acercó a la mesa en la que se encontraban todas la macetas, flores y bolsas de fertilizantes desparramadas. Los arreglos que hacíamos dejaban a su paso mucho desastre. Gajes del oficio, diría Paco, quien se encontraba en el mostrador con los anteojos y el periódico en las manos. Le había intentado enseñar a leerlo por Internet, pero él seguía prefiriendo el papel, como aquellos que ya tenían la costumbre. Supongo que los cambios y las cosas nuevas no son siempre para todos.

- Sí, le conté. Gran parte de la historia. Me ahorré un par de detalles que no eran necesarios. - Confesé mientras cortaba el tallo demasiado largo de un Lirio, para después agregarlo con el resto de las flores que formaban mi arreglo.

- ¡Julieta! ¿Te das cuenta de que nunca le habías contado a nadie? Solo a mí y a Paco. Ni tus padres saben. – Parecía sorprendida y a la misma vez feliz.

- Me doy cuenta. No les cuento nada a mis padres, los profesores saben más sobre mí que ellos. – Pude distinguir la tristeza y decepción en mi voz. Era difícil aceptar el rechazo, pero estaba ahí, siempre presente y no podía hacer nada. Mabel me sonrió con entendimiento. – No sé por qué le conté. No sé cómo no me dio un ataque de pánico y no sé por qué no me arrepiento. Estoy confundida, no sé qué sentir ¡Mabel ya no sé nada! Por esto es que no me gusta relacionarme con la gente. Es mejor estar solo.

-Nunca es mejor estar solo, Juli. Está bien como te sentís. Depositaste cierta confianza en Bruno, cosa que no soles hacer y eso te tiene revolucionada. Los cambios tan drásticos de comportamiento causan confusión y más cambios. Estoy segura de que Bruno llego a nuestras vidas para cambiarnos. – Revolé los ojos por su dramatismo "Que no empiece con los chacras, las alineaciones, las almas y el destino. Por favor" Rogué internamente, pensando en sus palabras ¿Estaba lista para cambiar? ¿Podría adaptarme y tomar bien los cambios que se avecinaban? Fruncí el ceño. No tenía ni idea. Sentía que iban a venir, sentía que ya habían llegado. Mi corazón latía fuerte cada vez que pensaba en que las cosas iban a cambiar todavía más, y más

-Supongo. Empezó "cambiando" mi hueso. Sin Bruno, sano. Con Bruno, roto ¡Que alegría! Quiero más cambios ¿Qué sigue? ¿La nariz, el brazo, la mano? – Dije sarcásticamente. A pesar del malestar, me sorprendí a mí misma tras darme cuenta de que el accidente no me molestaba tanto como antes, tampoco lo hacía la torpeza de Bruno...ni su fastidiosa timidez. Abrí los ojos como platos. Negué con la cabeza y me bajé de la silla agarrando las muletas. No podía permitirlo. No quería encariñarme con nadie, porque cuando lo hacía las cosas terminaban mal, demasiado mal. No quería que todo pasara de nuevo.

Empecé a caminar, haciendo mucha fuerza con los brazos para poder ir rápido. Sentía que me faltaba el aire. Estaba pasando de nuevo y eso me ponía todavía más nerviosa. Otra vez no, por favor, otra vez no, basta, basta.

Seguí caminando patosamente con las muletas hasta que escuché un bocinazo. Se ve que dos autos habían estado a punto de chocar. El ruido hizo que volviera a enfocarme en mi alrededor. La gente se movía muy rápido, los autos no paraban de hacer ruido, el nene que estaba pasando al lado mío no paraba de llorar, el vendedor de garrapiñadas de la esquina gritaba ofertas, todos parecían ir en cámara rápida, todos excepto yo. No sabía para donde mirar, a qué mirar. Me empecé a marear. Quería silencio, quería que todo se callaran. Quería tranquilidad ¿¡Por qué nunca podía encontrarla!? Mi cabeza dolía, puntadas iban y venían. Pestañeé intentando aclarar la vista. Sentí una mano agarrando mi brazo derecho, salté por el contacto tan repentino. Intenté concentrarme en algo que no fuera el latido de mi corazón, el cual aturdía mis oídos.

-Juli, tranquila. Inhala, exhala. Relájate, por favor. Sh, sh. Está bien. Está bien- Bruno. Bruno me estaba hablando. Me quedé mirando su cara. Mi corazón latía todavía más fuerte. Siempre que estaba en problemas aparecía él, ¿cómo lo hacía? - ¿Qué paso? ¿Por qué...? - No lo dejé terminar porque salté a abrazarlo. Necesitaba sentir algo que no fuera mi cuerpo. Necesitaba tener algún contacto con otra persona.

Es difícil estar solo, alejarte, no dejar entrar a nadie. Es difícil aguantarse todo sin decir las cosas. Acumular, callar, llorar bajito para que nadie escuche. Todas esas cosas son como una bola de nieve, cuanto más la dejas caer, cuanto más la dejas ahí, más grande se hace, más nieve junta. Que difícil es no contar con nadie. Que abrumante y angustiante es la soledad.

Me largué a llorar, hace mucho que no lloraba tanto, con tantas ganas. Lo curioso era que no salía ningún sonido de mi boca. Era de esos llantos tan dolorosos que no te dejaban ni hablar porque tenías la angustia ahí, en la garganta, trabando todo, haciéndote doler.

Bruno me abrazó fuerte, me sostuvo como nadie lo había estado haciendo hace tanto tiempo. Mabel siempre estaba ahí, y Paco también, pero jamás había perdido el control delante de ellos. Jamás había dejado que todo saliera como lo estaba haciendo ahora. Puede sonar confuso, incluso exagerado. No soy buena explicándome después de todo, pero las cosas que me habían pasado no eran fáciles de superar y a nadie parecía importarle. No al menos antes de Mabel y Paco...Y Bruno, porque... ¿Puede alguien a quien no le importas nada hacerte tan bien? ¿Puede alguien que no te quiere tranquilizarte como él lo estaba haciendo conmigo? Tenía ganas de quedarme ahí, es sus brazos toda la vida, porque nada parecía importante. Los ruidos que minutos antes me estaban sofocando, desesperando, parecían ser ahora confortantes. El latido de mi corazón, que estaba errático, en sus brazos llegaban a parecer una canción de cuna. Quería quedarme ahí porque sabía que después iba a tener que explicarle, las cosas se iban a complicar. No me gustaba, ni me gusta lo complicado.

-Está bien, no pasa nada. Estoy acá, Juli, estoy acá. Vas a estar bien, te lo prometo. Sos fuerte. - Me dieron ganas de llorar de nuevo, porque sus palabras hicieron que mi pecho se sintiera caliente, que me sintiera calentita. Después de tanto tiempo sentí que en serio pertenecía a un lugar, que podía confiar en alguien, que por fin tenía un amigo y un hombro en donde llorar. Relajé mi cuerpo completamente. Me dormí en sus brazos, oliendo ese olor a calor, a sol de verano; igual que aquella vez en la cual volaba de fiebre, la diferencia era que esta vuelta si sabía lo que hacía y decía, esta vuelta entendía un poquito más como me sentía. Me dormí tranquila sabiendo que con él estaba en buenas manos, que no iba a dejar que nada me pasara. 

Ya era tarde, ya me había en cariñado. Supongo que con alguien como Bruno era inevitable. Siendo insoportable, voluble, tímido, pero con carácter, culpógeno...Siendo todo eso había logrado escalar las paredes que tanto me habían costado construir. No estaba segura si estaba bien lo que sentía, si todo iba a funcionar, si nos íbamos a convertir en mejores amigos, en confidentes, en el apoyo del otro. Solo sabía que, en ese momento, ahí, escuchando su corazón, todo se sentía correcto, como si todo encajara y estuviera en su lugar. 


Fastidiosamente tímidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora