2:🌺

4K 678 260
                                    

La mochila estaba llena de libros, fotografías y algunos manuscritos. Separé los libros y los coloqué en la mesita de la esquina de mi habitación. Ojeé un poco las fotos y pude ver algunas fotos de Julián cuando era pequeño, con una sonrisa inocente deslumbrando su rostro y su cabello desordenado. Por último, revisé los manuscritos, todos de su autoría.

En primer lugar, pasé un par de días revisando cuidadosamente sus fotos. Todas eran muy bonitas, y algunas eran divertidas, especialmente aquellas de cuando era un bebé. Como esa en la que estaba sentado sobre una mesa en una especie de comedor, y su rostro estaba completamente manchado de lápiz labial rojo. Esa tenía escrito Una de sus travesuras en el reverso.

También había una de él parado frente a un campo de radiantes girasoles. Se veía un poco más joven que ahora, menos musculoso. En esta, gracias a la luz, podía notar que su cabello no era negro, sino de un color castaño muy oscuro y su piel de color trigueño. Esos colores, junto con el miel de sus ojos y su amplia sonrisa, formaban una combinación que me encantaba. 

Cada vez que veía sus fotos, no podía evitar sonreír, los suspiros salían de mi garganta sin que pudiera evitarlo  y algo en mí se aceleraba. Lo tomé como simple inspiración.

🌺🌺🌺

«Eres hermoso. Y antes de que me lo niegues, sé que tú no lo crees. No me crees a mí cuando te lo digo tanto, y jamás pensarías eso de ti mismo. Pero aún así quería decírtelo, porque para mí siempre serás hermoso en todas tus formas y facetas. Incluso cuando me enojas o me desesperas, eres hermoso siendo tú. Y yo te amo por todo lo que eres. Siempre lo haré.» 

Una sonrisa se pintó en mi rostro al leer esas hermosas palabras. Suspiré y tapé mi rostro con el libro, pataleando y casi chillando de la emoción. 

Julián Cáceres era escritor. 

Y sí, también escribía romance. Pero lo que escribía no siempre eran cosas típicas: sus relaciones eran conexiones profundas, descritas mediante palabras llenas de sentimiento. Una vez, hace mucho tiempo, leí que los autores escribían siempre para alguien... y mientras más me adentraba en sus mundos de papel, más deseaba que ese alguien fuera yo. 

No solo eso, también estaban esas cartas y manuscritos hermosos, muchas de ellas cartas por el día de la madre o el padre. Sus palabras nunca dejaban de ser hermosas, y su caligrafía parecía sacada de un acta de independencia del siglo diecinueve. En parte, me sentía agradecido por tener la oportunidad de leer sus escritos. Nunca me decepcionaban. Tampoco los libros que leía, muy variados en cuanto a género y extensión. 

Pero no todo eran palabras bonitas, había aprendido que Julián tenía una fuerte convicción y mucho carácter, que recordé cuando pintaba la fuerza en la línea de su recta mandíbula. Su sonrisa y sus ojos estaban llenos de brillo que reflejaban su pasión por la vida y batallé al pintar su nariz perfectamente respingada. Era tan hermoso que no podía creerlo.

Todo él estaba fuera de los límites de mi imaginación. 

Pasé muchos días viéndolo y leyéndolo, llenándome de cosquilleos y muchas ganas de pintar. Y no solamente pintarlo a él, sino pintar todo lo que me rodeaba o se me ocurriera. Admito que desde entonces mi paleta se volvió aún más alegre, y siempre lograba encontrar algo que me resultara digno de pintar. Hoy en día, ese sentimiento no ha desaparecido. 

Pasaron las semanas y yo seguía en lo mismo, pintando cuidadosamente todos sus detalles. Cada día tenía más ganas de verlo, de conocerlo, de tenerlo cerca. Me preguntaba cómo sería su voz o cómo se sentirían sus manos entre las mías o sus labios sobre los míos. 

Ya basta, Matías, me dije, avergonzado de mis propios pensamientos, estás actuando como una colegiala enamoradiza. Eres un desastre. Ni siquiera lo conoces aún. 

Pero sí que quería hacerlo. 

🌺🌺🌺

El Chico de la Pintura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora