Paramour ; Jercy.

II. PIPER.

Piper sabe reconocer los rastros del amor cuando los ve. Es probablemente la cosa más cliché que podría decir siendo una hija de Afrodita, pero es exactamente en lo que piensa cuando, al tratar de regresar a la cabaña 10 pasado el toque de queda, se encuentra a un muy atontado Jason Grace saliendo de la cabaña 3.

Agosto casi termina, y la suave brisa de verano se convierte en un gélido viento otoñal con rapidez, pero Piper sabe que no es eso lo que le ha revuelto el pelo a Jason hasta reducirlo a una masa informe de cabello rubio. Conoce personalmente en qué direcciones apuntan sus cabellos claros cuando manos ansiosas se pasean entre ellos, las huellas de los dedos marcando su camino como líneas de fuego. Aunque ella no puede enorgullecerse de haberlo hecho con tanta pasión como ésa.

Es absurdo que esté pensando en eso ahora, después de tantos meses sin ponerle las manos encima a Jason. Después de que la falsa ilusión de lo que podría haber sido amor se desvaneciera (y de que ambos se dieran cuenta de manera espectacularmente embarazosa de que no bateaban en la misma dirección― en lo absoluto).

Contrario a lo que Drew y el resto de la cabaña de Afrodita piensa, Piper no le guarda rencores a Jason. (Ni a su pija por quedarse flácida.) Pero aun así no puede evitar sentir una minúscula punzada de amargura al examinarle el rostro ebrio de alegría al hijo de Júpiter. «...A mí nunca me miró así», se atreve a pensar, suspirando internamente.

Es entonces cuando Piper nota el tres dorado colgando de la puerta que Jason acaba de cerrar, brillando en medio de la oscuridad, y le dedica una amplia sonrisa burlona a su torpe ex novio. Jason evita mirarle al rostro mientras se apresura a regresar a la cabaña 1, aún con la sombra de una sonrisa en los labios y un brillo juguetón danzándole en los ojos. Está demasiado aturdido como para preguntarle a Piper a dónde va o qué planea hacer, pero seguro lo hará mañana, cuando ella trate de exprimirle los detalles de lo que ha estado haciendo esta noche y él se rehúse a contestarle ―y termine dándole justo lo que necesita para que ella le fastidie durante los siguientes días; porque ver a Jason sonrojarse mientras balbucea tratando de explicarse no tiene precio.

Piper le echa una larga mirada a la cabaña de Poseidón, esperando (por primera vez en años) que sus presentimientos sean acertados, y que Jason no vaya a llevarse un mal trago por tontear con Percy Jackson.