-Deja de burlarte de mí - se enfadó poniéndose de pie. Un escalofrió recorrió su piel desnuda al separarse del cuerpo tibio de Jackson.
En ese momento el lobo recordó que estar en su forma humana sin ropa que los cubriera, podía ser bastante incomodo si la noche enfriara un poco más. Levantándose camino hasta donde Mark le daba la espalda abrazándose a sí mismo.
-Tenemos que encontrar un refugio para pasar el resto de la noche - propuso mientras despeinaba los mechones rubios - o al menos construir uno.
El felino se volvió y le sonrió.
-Es una buena idea, tengo un poco de frio.
-¡Bien! - Se puso en cuclillas – sígueme - fue lo último que dijo antes de invocar su forma de lobo.
Mark no era conocido por ser un cachorrito obediente. Cuando su padre le había dicho que no podía ir a corretear por allí durante su primera luna llena como adulto, lo tuvieron que encerrar en una jaula para asegurarse de que no se escapara. Ahora se encontraba a sí mismo siguiendo gustosamente a donde el lobo lo llevara, cuando hace solo unos segundos quería arrancarle la cabeza.
Extraño. Fue la mejor palabra para describir la situación.
El joven felino estaba tan concentrado en sus divagaciones que no notó cuando el lobo paró en seco estrellándose con su parte trasera, en consecuencia, Mark le mordió la cola. El aullido de dolor del lobo no tuvo precio.
Quien pensara que los gatos no pudieran reírse, tendría que haber visto al felino revolcándose en el suelo. Al parecer el lobito era muy sensible en esa parte de su anatomía.
Un gruñido profundo hizo que el felino dejara de rodar sobre su espalda. Acostándose de lado, levantó la cabeza para ver la mirada extrañamente seria que el lobo le dirigía, y sólo en ese momento, Mark fue plenamente consciente de lo que había hecho. Le había mostrado la pansa a un lobo. Uno del tipo dominante.
"¡Diablos!" Fue el triste pensamiento del gatito al ponerse de pie de un salto.
El lobo le dedico una mirada severa y luego se dio la vuelta y siguió con su camino. Extrañamente nervioso ante la repentina muestra de madurez del pulgoso, el felino lo siguió calladito y con mucho cuidado de no hacer más monadas.
Un árbol bastante grande con un hueco en su base fue lo que acabó por proveerles refugio durante el resto de la noche, pues Jackson había insistido en que no quería dormir a campo abierto. Esas tierras podían ser territorio de alguna manada, aunque no había olido ninguna en todo el trayecto que llevaban recorrido.
Estirando el cuerpo felino, Mark despertó cuando un rayo de sol se filtró entre las hojas dándole justo en la pequeña carita peluda. Al tratar de levantarse descubrió que una enorme pata canina lo sostenía imposibilitando el moverse, y como si no fuera lo suficientemente incómodo, una enorme lengua lo lamió desde la parte de atrás de la cabeza hasta llegar justo en medio de sus orejas puntiagudas.
Como muestra de cariño, el felino mordió la pata que lo sostenía prensado contra el suelo de manera que una gotita de sangre se filtró entre el pelo gris. El lobo de inmediato retiró la extremidad, pero una nueva lamida recorrió su cuello y casi llegó a su hocico felino.
Al ver que sus desquites solo provocaban que el lobo se pusiera más mimoso, salió corriendo del hueco del árbol. Queriendo aumentar la distancia dió un salto hasta llegar a la primera rama de un árbol cercano. El corazón le latía tan rápido que sentía que se le iba a salir del pecho. Estaba seguro que ese lobo lo provocaba a propósito.
Jackson se estiró un poco, bostezó mostrando todos sus colmillos y filosos dientes, y luego salió tranquilamente del refugio. Mark observó todos los movimientos del grandioso animal desde su posición privilegiada sobre la rama del árbol. Ese perro era una criatura totalmente fascinante. A pesar de ser un animal joven era grande, bajo el pelaje gris se adivinaba una buena musculatura, las patas eran fuertes y largas, y las garras que rasgaron el suelo en un último acto de desperezamiento parecían capases de partir a una piedra por la mitad.
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Cuando el lobo atrapó a su gato [Markson / Jark]
FantasíaUn lobo y un gato montés, ambos muy jóvenes, por accidente acaban siendo arrastrados lejos del territorio de sus manadas. Ahora juntos comienzan un viaje para regresar a sus hogares antes de la luna nueva, donde se da inicio la época de apareamiento...