Sept

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Mark hizo de su mano izquierda un puño y se la metió en la boca con tal de no gritar como una gata en celo. Por muy irónico que fuera el caso, él se consideraba a sí mismo como todo un hombre. La idea de suplicarle a Jackson que dejara de lamerle el maldito pezón y por fin se decidiera a succionar y morder, era demasiado trajín para su ya bastante mancillado orgullo.

—¿Te gusta? —La pregunta hecha en un tono de mofa, le dejo claro a Mark que el desgraciado lobo lo hacía a propósito.

—¡Vete a la mierda! — Fue la mejor respuesta que se le ocurrió bajo el efecto del pulgoso—deja de jugar y compórtate como todo un hombre, uno que va a joderme.

La risa profunda de Jackson hizo que la piel de Mark se pusiera como de gallina. Dejando el puño de su mano de lado, comenzó a quejarse bajito cuando por fin el chico sobre él comenzó a mordisquear y succionar el pezón que ya dolía de necesidad. Sosteniéndose de los hombros anchos de Jackson luchó por mantenerse cuerdo cuando su mundo entero comenzaba a girar, la mano grande del chico se había envuelto en su hombría y se la estaba tocando con movimientos desesperadamente lentos.

—Ya no puedo más —Casi suplicó Mark. Él quería venirse cuando ese hombre estuviera enterrado hasta las bolas dentro suyo, no por una paja, por muy buena que esta fuera.

—Tranquilo, amor —susurró, contra la oreja de Mark, el lobo— voy a hacerte venir tantas veces que te vas a quedar si voz de tanto gritar mi nombre.

—Lobo... ¡ay!...presumido.... —Tató de burlarse de Jackson, una pena que ese fuera el momento exacto en que pasa la lengua sobre su ombligo. Él muy cretino era tan virgen como él, en esas circunstancias no tenía derecho a verse tan seguro de sí mismo mientras él temblaba como una hoja con cada nuevo toque.

—¿Estás bien? —Preguntó el lobo al sentir como el cuerpo de su amante se tensaba— ¿Estoy haciendo algo mal?

Mark levantó la cabeza del suelo solo para ver la mirada inocente de Jackson. El chico era un lobo grande y malo, pero al fin de cuentas ambos eran nuevos en esto de los juegos de manos.

—Es solo que... —Jaló a Jackson hasta que sus caras quedaron a la misma altura— Tengo miedo.—Le costó mucho admitirlo, pero era la verdad.

Los ojos dorados del lobo se abrieron y cerraron al entender.

—Creí que a un gatito tan decidido como tú no tendría miedo de nada.

—No te burles —hizo un pucherito que a Jackson le pareció adorable.

—No me burlo—Le dió un beso travieso que hizo reír al joven felino—lo que pasa es que tengo tantas ganas de estar dentro de ti... que me preocupa lastimarte de alguna manera.

Mark tomo una de las manos de Jackson y la beso con reverencia.

—Algún día sería mi primera vez —confesó besando la palma de la mano de su amante—yo quiero que sea hoy... y que sea contigo.

Eso fue todo lo que se necesitó para que Jackson se entregara a sus deberes como domador de gatos salvajes. Besando la boquita que lo esperaba abierta, chupo y lamió los labios apetitosos entrando despacio con la lengua, causando gruñidos de parte de ambos.

Una brisa fresca levanto las hojas secas e hizo bailar las ramas de los árboles. La luz de luna se colaba entre la floresta bañando con sus rayos a la noche que se revolcaba hambrienta en su propia misteriosa sensualidad.

Las manos de Jackson recorrían el dorso desnudo de Mark. Con una mano lo levantaba por la espalda y con la otra le sostenía la cabeza, para que no los separara ni un milímetro. El felino acabó acomodado en el regazo, sentado con las piernas abiertas, de manera que los sexos se friccionaban uno contra el otro.

Las aves nocturnas asomaban la cabeza entre el follaje de los árboles, observando interesadas como los cambia-formas trataban de devorarse uno al otro.

El rubio estaba muy bien sentado sobre los muslos fuertes del moreno. Jackson apretaba tan fuerte los globos del trasero del felino que este estaba seguro tendría las marcas de los dedos durante días. Nada más delicioso que sentirse dominado por un macho fuerte. 

Una vocecita le susurraba a su corazón, que después de sentir el sexo de Jackson venirse dentro de él cualquier otro le sería indiferente.

La boca posesiva de Jackson comenzó a recorrer el pecho plano del joven felino. Mark gritaba sin dejar de prensar su sexo contra el pene de Jackson y sus vientres. Arriba y abajo, saltaba uno y recibía el otro en una danza perfecta. La sensación comenzó a causar una marejada que llevo a ambos a un orgasmo arrasador. Sudorosos y jadeantes, el felino estaba sobre los muslos del más alto mientras éste lo sostenía entre sus brazos; como si los mismos dioses se lo fueran a arrebatar.

El gatito no tuvo tiempo ni de decir "miau", cuando el lobo lo tiro con el pecho contra tierra. Subiéndose encima lo retuvo en el lugar recorriendo la espalda delgada con pequeños mordiscos que estaban volviendo loco a Mark. Acababa de tener claro lo que ya presentía desde el comienzo de los juegos amorosos con ese lobo. El sexo duro tenía sus encantos.

Jackson estaba más allá de ser razonable. Sin darle ninguna advertencia metió la mano entre los globos del trasero de Mark, buscando el tierno botón de rosa que escondía tan recelosamente. Para ese momento el felino estaba duro otra vez, el deseo estaba tan a flor de piel que dolía.

Después de unos cuantos intentos Jackson encontró lo que buscaba. El botoncito de rosa estaba cerrado como correspondía a la virginidad de su compañero, por puro instinto supo que no debía dejar que el felino tuviera libertad de movimiento, ya que podría lastimarse él solo.

Envolviendo con un brazo la cintura se aseguró de tenerlo fijo en el lugar, la otra mano la llevo a la boca del gato para que mojara los dedos.

Mark mamó los dígitos goloso, como el gatito mimado que era. Una vez Jackson estuvo complacido con la humedad, llevo los dedos al culo que se ofrecía hambriento. Primero fue un dedo, al ver como el felino aruñaba la hierba bajo suyo, decidió darle un beso en la boca, de esos que hacen que el mundo del más juicioso se volteé al revés.

El gato montés maulló, chillo y jadeo sin ninguna reparo o vergüenza, mientras dedo a dedo su amante violaba lo único inocente que ya para ese momento le quedaba.

—Vamos, amor —Habló al oído del tembloroso gatito intentando calmarlo—solo un poco más y serás mío.

El minino se relajó. La lengua que lamia su cuello, los dedos que entraban y salían dilatando la entrada, todo confabulándose para confundir los sentidos del rubio. Jackson por su parte sudaba a mares, le costaba cada molécula de autocontrol que tenía el no introducir su pene para aliviarse a sí mismo en la apretada cavidad. Gruñendo mantuvo su lucha con el lobo, ganando por muy poco la parte humana que exigía paciencia.

—Métela ahora —ordenó Mark comenzando a impacientarse con los excesivos cuidados del lobo. ¿Para qué estábamos con cosas? Él lo quería duro, quería quedar marcado, dolorido, para que cuando todo esto fuera un recuerdo el dolor al sentarse le recordara los momentos con su amado lobo.

—Soy grande—gruñó Jackson con el autocontrol tambaleándose a cada momento —necesito asegurarme de no hacerte daño.

—¡Te deseo ahora!— Gritó cuando uno de los dedos roso su punto dulce—¡Maldita sea!... ¡Voy a venirme y te quiero dentro!

El lobo aulló a la luna. En los ojos dorados de Jackson era el animal quien se asomaba, entrando de golpe en la cavidad apretada del minino todo era placer salvaje, como si fuera el último día de sus vidas. Mark no dejaba de gritar el nombre de su lobo, en todo el bosque se escuchaban los jadeos de los amantes que se apareaban bajo la luz de la luna.

Jackson apretó su agarre en la cintura de Mark mientras se adentraba con tanta fuerza que pensó que partirían en dos a su frágil pareja. Para su sorpresa el felino le presentó pelea encontrándose con cada empuje, respondiendo a cada gruñido con otro, a cada embiste, con un culo dispuesto.

—Eres delicioso —murmuró Jackson besando una parte del cuello del gatito—y todo mío.

-¡Jackson! - Gritó Mark al sentir el último golpe en su próstata, el que terminó por acabar con toda su cordura - ¡No puedo más!

El extasiado lobo, viendo el estado tan lamentable de su pareja, le dio varias buenas envestidas. Él haría que ese gatito malcriado supiera quién era su Alfa, a quién le debía rendir cuentas. Así, desnudando los colmillos, mordió la unión entre el cuello y el hombro ajeno, tomando como suyo lo que se le ofrecía voluntariamente. El grito y la humedad que luego golpeó el brazo que rodeaba la delgada cintura, le informó a Jackson que su pequeño felino se había venido abundantemente. Sosteniendo en su lugar el cuerpo lapso, lo penetro unas cuantas veces más, hasta lograr su propia liberación dentro del canal que apretaba su hombría.  



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Cuando el lobo atrapó a su gato [Markson / Jark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora