Ella...

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El día en que la conocí, no era muy distinto a otros, mi vida era bastante rutinaria y aburrida, últimamente estaba tomando distancia de mis amistades de aquél entonces, y entablando nuevas con un grupo nuevo de desconocidos, ella formaba parte de eso.

La tarde en que coincidimos por primera vez, no hablamos, nadie nos presentó, ella echaba una mirada hacia donde estaba yo, y yo, bueno, yo era un idiota que tenía miedo a sentir algo así que simplemente hacia de cuenta que ella no estaba allí.

Y los días que siguieron a aquella tarde transcurrieron igual de lentos que los anteriores, sólo que ahora tenía algo más para hacer, había entablado amistad con un par de chicos. Ellos me invitaban algunas veces a tomar algo, charlar, y de a poco fui acercándome cada vez más a ella, sin saberlo.

Un día se hizo muy tarde, y uno de estos chicos me invitó a pasar la noche en su casa, no tenía nada más para hacer, así que acepté, pero cuando llegamos, ella apareció en el umbral de la puerta, con esa mirada, con esa boca, con ese cuerpo, era lo más hermoso que había visto jamás, no comprendía cómo me las arreglé para ignorarla la primera vez, pero definitivamente esta vez no podía pasar por alto su presencia, y los días que siguieron a esa noche fueron aún más difíciles para mi.
Cada día que pasaba en esa casa era algo nuevo para mi, a veces ella ni siquiera me dirigía la mirada, pero a veces me miraba y juro que sentía que mi pecho ardía por la intensidad de aquella mirada.


Primeramente, tenía dos razones para no avanzar en eso, uno, ella tenía novio, y dos, su novio era mi nuevo mejor amigo, y lo tuve muy presente por al menos dos semanas. Yo sabía que ella sentía lo mismo por mi, o al menos algo similar, y sabía que para ella aquello era tan prohibido como lo era para mi, pero una noche pasó, algo que marcaría el resto de mi vida posiblemente, y que ya no estoy tan seguro si debía o no pasar.

Ninguno de los dos podíamos dormir esa noche, y aún sabiendo que su novio dormía en la otra habitación, ella se coló a la mía, silenciosamente, arriesgándose a que él despertara de repente y no la encontrara ahí. Y yo, yo sabía que esto estaba mal, tanto que verla parada allí, cerrando de a poco la puerta a sus espaldas, me parecía una verdadera alucinación.
Lo único que pude hacer en ese momento fue sentarme en la cama y mirarla caminar, con esa sensualidad que estoy seguro que ella no era consciente de que tenía. Y cuando la tuve allí, cara a cara, ya no pude soportarlo más, mi cabeza funcionaba a mil, sólo había una cosa en mi mente en ese momento, resonando con un inmenso eco: "no lo hagas", "NO LO HAGAS", y de pronto, aparentemente mi cerebro se apagó, ella se sentó en mi regazo, y supe que ya no había vuelta atrás, mis labios posados sobre los suyos, nuestras lenguas moviéndose en sintonía, desesperadas, ansiosas por ser una sola. Loco por sentirla, olvidándome de todo lo que me había agobiado aquellas semanas y al fin haciéndola mía, completamente.







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