VII. Adiestramiento

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El sonido de metal contra metal me despertó delicadamente la mañana siguiente

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El sonido de metal contra metal me despertó delicadamente la mañana siguiente.

─ ¡Oh, Dios! ¡Mierda! ─ me desperté sobresaltada, acariciando suavemente mi frente dolorida por el golpe que sufrió mi cabeza contra la litera de Christina al sentarme rápidamente. Sobra decir que las risas de aquellos lo suficientemente despiertos no se hicieron esperar, aunque sí pude ver como Tris, no acostumbrada a tal lenguaje, se estremeció.

─ Ya veo que algunos de vosotros os habéis acomodados. ─ Oí la irritante voz del líder más joven, Eric. Al rodar mis ojos, sentí mi cara encenderse cuando estos se posaron sobre la silueta apoyada contra la puerta. Mis oídos eran incapaces de percibir ni una sola de las palabras que Eric decía en aquel momento, aunque sí oía el murmullo, como si yo estuviera bajo el agua y los demás en la superficie.

"Oh, Dios mío." Pensé, e inconscientemente toqué las puntas de mi enredado cabello, que justo en aquel momento debería de parecer el nido perfecto de un Vultur gryphus, o mejor conocido como un cóndor andino. Quería que la tierra me tragase para que Cuatro no me tuviera que ver tan descubierta, tan inofensiva. Si él tan solo hubiera aparecido unas horas más tarde, una vez estuviese arreglada y lista para el día, no me hubiese importado su presencia, pero tras mi apariencia que yo solo podía imaginar y el colorido comentario de la mañana... Se podría decir que estaba avergonzada.

Pero no lo suficiente para cortar el contacto con sus ojos eléctricos.

Yo no me daba por vencida tan fácilmente.

Nuestras miradas se separaron poco después cuando Eric forzosamente pasó junto a Cuatro, golpeando hombro con hombro y Cuatro, sorprendido, se tambaleó, recuperando el equilibrio poco después y volviendo a recuperar su máscara de indiferencia.

Suspiré bajando mi mirada a mis manos, y fue entonces que me di cuenta del agarre que tenía sobre las oscuras sábanas grises. Las solté como si me hubieran quemado.

─ En la sala de entrenamiento en media hora. ─ no levanté la mirada ante las palabras de Cuatro, pero aun así sí presté atención a cada letra que salía de entre sus labios. ─ Usad bien vuestro tiempo.

Levanté la cabeza.

Sólo vislumbre un destello de lo que parecía ser metal en su muñeca antes de que desapareciera al doblar la esquina.


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Intrépida   [Tobias Eaton/Cuatro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora