Un choque de sabores

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Los amantes de la buena comida son intensos, no gustan de los platos insípidos y menos repetir un día y otro los mismos sabores. Los amantes de la buena mesa son personas exigentes que no aceptan cualquier bocado en su paladar. Los amantes del buen comer son obstinados, detallistas y muy críticos. Pero por sobre todo, aman saborear aquello que mueve sus sentidos hasta el punto de conmoverlos y que sin mover un solo musculo los transporta a lugares tan lejanos gracias a los exquisitos sabores de una buena comida preparada con esmero y amor.

Ser chef no es tarea fácil, es un mundo verdaderamente competitivo y se debe tener nervios de acero para soportar la presión de una cocina llena de ordenes con diferentes platillos y compañeros de trabajo a punto de estallar. Pero por sobre todo se requiere pasión para continuar en un mundo donde un mal plato puede significar el fin de tu carrera.

Esas eran las ideas que no dejaban tranquilo al joven japonés Yuuri Katsuki de veinticuatro años, quien a esas horas de la madrugada iba sobre un avión en dirección a París, destino de su nuevo trabajo como ayudante de cocina luego de ser considerado uno de los mejores exponentes jóvenes en la cocina mundial. Pero todas esas expectativas lo estaban matando y su pobre colón estaba muriendo por el estrés.

Sin embargo había dos cosas especialmente puntuales que lo tenían aterrorizado. La primera se llamaba Yakov Feltsman, jefe de cocina y reconocido como uno de los chef más exitosos del mundo en el flamante "Stammi Vicino", quien poseía un carácter temible y no han sido pocas las victimas que han pasado bajo su mítica exigencia. La segunda razón y la cual mantenía el corazón en vilo de Yuuri, era nada más y nada menos que Victor Nikiforov. El actual sub jefe de cocina del "Stammi Vicino", prodigio innato y cinco veces ganador del S.Pellegrino Young Chef. Victor Nikiforov sin duda era una leyenda viva de tan solo veintiocho años con una creatividad inagotable y un gusto exquisito, eso en verdad si aterrorizaba a Yuuri. Porque el chef ruso no era tan solo reconocido mundialmente por su talento, si no por su afamada belleza, belleza que lo ha llevado a protagonizar más de una campaña publicitaría y con la cual atrae a cientos de comensales al año deseosos de probar las delicias preparadas por sus manos. Ese chef era el mayor ídolo de Yuuri Katsuki y futuro jefe.

El japonés estaba ansioso por llegar a tierra, pero su avión debía hacer escala en San Petersburgo antes de aterrizar en Paris, así que su ansiedad solo era disminuida por esa breve parada de dos horas en el aeropuerto antes de regresar al avión.

Cuando llego el clima no era el más apropiado y pensó que su mala suerte era la causante de una ventisca monumental que llevo el atraso de todos los vuelos en la ciudad Rusa. Se quería dar de cabeza contra la pared por aquel retraso, lo que menos deseaba era llegar tarde para su primer día laboral, pero no podía hacer nada contra el clima y eso lo tenía de un humor horrible.

No le quedo más que esperar en el aeropuerto varias horas hasta que su vuelo fuese reprogramado y como era de esperar el hambre llamo a su puerta, así que tomo su fiel maleta roja y se dirigió al patio de comidas donde encontró una gran variedad de platillos que no sabía cómo demonios pronunciar.

Yuuri era un chico ansioso, es por eso que siempre ha tenido una relación de amor y odio con la comida. Cuando está muy triste o la ansiedad lo supera, siempre busca refugio en la comida, pero hace un par de años estuvo en Detroit donde conoció a su mejor amigo llamado Phichit Chulanont, otro estudiante de gastronomía de nacionalidad tailandesa enérgico, amistoso y fiel. El chico era bastante obstinado y cuando en un examen de rutina descubrió que Yuuri tenía principios de diabetes, no lo dudo ni un segundo antes de obligarlo a bajar de peso a punta de ejercicio y clases de auto control. Los primeros meses de dieta fueron los más horribles que el japonés pueda recordar y como Phichit era su compañero de piso, no tenía ni un tipo de escapatoria. A pesar del agónico dolor, Yuuri agradecía a su amigo por todo lo que hizo, porque no era algo solo de estética, sino que su vida dependía de ello.

Sus pensamientos regresaron al aeropuerto cuando la chica de la caja cobro la cuenta, pero como no entendía ni una pizca de ruso a duras penas trato de salir a flote con su tímido inglés. Ya sentado solitariamente en la mesa más alejada de la humanidad que encontró, se dispuso a comer ese triste pudin de manzana con un café moka, pero finalmente termino por beber solo el café, porque aquel pudín estaba incomible. Se resigno por conectar su teléfono y ver alguna serie en su lista de pendientes, dando con Sherlock que hace tiempo deseaba ver.

La horas pasaban y ya había terminado dos capítulos antes del gran final, pero su estomago gritaba por alimento y el azabache nuevamente fue en una misión para conseguir algo decente. Lástima que no era su día de suerte, lástima que nunca era su día de suerte o por lo menos eso pensaba él, ya que luego de comprar comida deliciosa y humeante termino toda esta tirada en el piso mientras sus ojos estaban a punto de llenarse de lagrimas por el desperdicio de dinero y verduras frescas.

-¡Lo siento mucho! -escucho decir mientras sus ojos aun estaban pegados en el suelo-

Solo logro salir de su trance cuando una mano de forma suave se poso en su hombro tratando de llamar su atención. Cuando levanto la vista el corazón le llego a la garganta y las ganas de vomitar junto con el desmayo eran la única opción viable para reaccionar ante aquel par de ojos azules, cabello plata y sensuales labios humectados. Si, en efecto Yuuri Katsuki había tenido un derrame cerebral y ahora alucinaba con Victor Nikiforov frente a él rogando disculpas.

-¡Oh! ¡Lo lamento muchísimo! -dijo angustiado el ruso- No te preocupes, comprare tu comida nuevamente.

"¿Qué está diciendo mientras sus labios se mueven tan perfectamente? ...Me podría perder en ese par de ojos...Seguro ya estoy muerto ¿Esta es la entrada al cielo o algo así?" Pensaba Yuuri hipnotizado.

-¿No entiendes inglés?

-Y-yo, e-esto...-tratando de volver en sí- S-sí hablo inglés...-contesto a duras penas-

-Oh, me alegro -dijo aliviado el ruso- Yo estaba a punto de ir a comer, te invito la cena.

-Y-yo, no es necesario -dijo nervioso sin poder creer lo que estaba sucediendo- Solo fue una sopa de verduras y un jugo de frutas, no es necesario que te preocupes demasiado.

-Por favor, insisto -dijo con ojos suplicantes-

-Y-yo...

"¡Yuuri por favor despierta! Reacciona de una maldita vez. Ese ruso no va estar toda la maldita noche ahí parado, es oferta limitada. Si estás muerto por lo menos disfruta del otro mundo con ese arcángel que tienes en frente y dice: *Cómeme lentamente* ¡Vamos!" Decía una parte de su mente que por alguna razón tenía la voz de su amigo Phichit, mientras su cerebro hacía corto circuito.

-Es muy amable de tu parte, pero en serio preferiría comer una cena simple -dijo muy por el contrario Yuuri- No necesitas preocuparte al respecto, solo fue un accidente.

"¡¿Qué dijiste?! ¡Yuuri eres un tonto redomado! ¿Cena simple? ¡Oh vamos, que farsa! Ese es tu futuro jefe y lo estas rechazando. El boto tu comida, es justo que te invite a comer algo bueno, pero tú vas y dices esa estupidez. Podrías tener una maravillosa historia para contar a tus futuros nietos de como conociste a tu futuro esposo, pero no, el japonés decidió huir como siempre". En su cabeza la voz de Phichit se hacía cada vez más presente y clara.

-Oh, bueno -dijo Victor desilusionado y sorprendido por el rechazo- Bien ¿Qué era eso que llevabas en la bandeja?

-Una sopa de verduras, nada en especial.

-Ya veo, pero no puedo quedarme tranquilo pensando que arruine la cena de alguien como tú.

Yuuri no supo qué quiso decir con eso, pero tampoco tuvo tiempo para averiguarlo, porque simultáneamente mientras a su teléfono llegaba un mensaje de la aerolínea avisando que debía ir a la sala de embarque, por los altavoces daban aviso del reinicio de los servicios.

-Lo siento, pero al parecer me debo ir. Mi vuelo sale en un momento -dijo Yuuri inquieto por el vuelo- Adiós.

Y sin más Yuuri salió rápidamente del lugar dejando atrás su comida tirada en el piso y un ruso que lo seguía con la mirada atenta sin comprender como había dejado partir tan fácilmente a aquel azabache de dulce sonrisa.

-Es una verdadera lástima -dijo Victor- Ni siquiera se su nombre.

Para Victor Nikiforov era la primera vez que chocaba con alguien y botaba toda su comida, la primera vez que alguien no aceptaba una invitación suya, la primera vez que veía ojos tan lindos y la primera vez de muchas otras en la que rogo no ver partir a Yuuri Katsuki.

La Receta Perfecta (Yuri on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora