Capitulo X Crepusculo parte II

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Bueno en mi tierra tienen un dicho que más vale tarde que nunca. Como siempre me vengo disculpando por el tiempo, pero entenderán que a veces los hobies deben esperar. Agradezco mucho que no abandonen la historia por lo lenta que soy. De verdad muchas gracias a aquellos que a pesar del tiempo la siguen leyendo y no la olvidan. Bueno no los aburro más los dejo con el capitulo

¿Quién era ella? ¿Por qué Natsu le sonreía? ¿Por qué la cubría con su suéter? ¿Por qué la dejaba pasar a su casa, cuando a ella le costó tanto? ¿Por qué Natsu no había ido por ella?, no sabía por qué razón miraba con molestia a la castaña, eso no era propio de ella y mucho menos cuando no la conocía. La lluvia arreciaba poco a poco. Juvia odiaba los días con lluvia por que le traían malos recuerdos y al parecer también le hacían vivirlos.

--¿Oye estas bien?-escucho a la castaña hablarle, la había visto y de pronto un pánico se apodero de ella

--Juvia...- menciono el peli rosa. Cana por fin sabía quién era Juvia. Y Juvia estaba ahí parada sin saber qué hacer.

--¿Así que tú eres Juvia? Mucho gusto yo...-

---Lo siento...yo... no quería interrumpir nada-se regañó porque su voz salió mucho más rota de lo que esperaba, y le pareció patético.

--No interrumpes nada de hecho...- volvió a interrumpir a la castaña a mitad de su oración para susurrar un quedo "lo siento" mientras su cuerpo por fin parecía reaccionar permitiéndole correr

--¡Juvia!- escucho la voz de Natsu, pero no se permitió detenerse al contrario corrió con mayor velocidad

--¡Oye!-escucho la voz de la castaña y eso le obligó a cerrar los ojos para evitar derramar las lágrimas que inútilmente trato de reprimir, por una vez se alegró de que lloviera, al menos eso evitaría sus lágrimas fueses tan evidentes para remarcar aún más su estado tan patético. Nunca se había sentido tan identificada con alguna palabra como esa en ese momento, después de todo ¿Qué podía reclamarle ella a Natsu? Esa chica era mucho más alta, aun empapada se veía mucho más linda, tenía una sonrisa desbordante que hacían que el mal clima fuera lo de menos, era más alegre incluso había hecho sonreír a Natsu de una forma tan natural y fresca en la que ella nunca lo había visto. Por otro lado estaba ella con su acostumbrada melancolía, su mala cara que solo abría de arruinarle el día al chico y una tristeza con la que cargaba desde que ya no alcanzaba a recordar. Patética. La palabra taladraba su mente una y otra vez cada que veía a la castaña con Natsu y luego se recordaba a ella misma. El sonido potente de un claxon le hizo detener su alocada carrera al tiempo que le obligo a abrir los ojos, el automóvil paso a penas frente a ella lo suficientemente lejos para no hacerle daño, pero lo bastante cerca como para llevarse un buen susto. Permaneció estética, con los ojos bien abiertos pero viendo a la nada, un sonoro suspiro le hizo reaccionar aunque le tomo un poco de tiempo entender que el suspiro era de ella misma, a paso lento se obligo a caminar con sus azules ojos fijos al pavimento mojado, permitiéndose sentir el frio del que su empapado uniforme ya no podía cubrirle, sentía los ojos hinchados y el como el calor de las sensaciones de hace rato chocaban con la fría lluvia, causándole ligeros temblores. Caminado se encontró casi por instinto frente a su puerta; con movimientos mecánicos hizo embonar la llave y se adentró en la sala que raramente no se encontraba a oscuras como normalmente estaría, entonces recordó "él está aquí".

Sentado en el sofá, frente al televisor, se encontraba un hombre entre los 40 y 50 años, tenía por costumbre llamarle papa aunque no sabía si la definición encajaba con el sujeto en la oración, quería suponer que sí, muchos años se trató de convencer de lo mismo, aunque últimamente era algo a lo que ya no le tomaba importancia. Él se percató de su presencia, mirándola con desdén, escepticismo y algo de ironía, hasta entonces ella noto que no había cambiado la posición desde que entro y que el lugar donde se encontraba parada había formado un charquito por el agua que aun escurría de su arruinado cabello y uniforme

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