diez.

542 103 5
                                    

Jossyboo.

— ¿Qué pasó mi amor? —le pregunto agitado.

— ¿Me puedes pasar esa escoba que está a lado del refrigerador? —se limpió el poco sudor que empezaba a correr por su frente— por favor.

Jos asintió, y le dio la escoba.

— A la próxima recuerdame de no cogerte en los vestidores, ¿si?

— Uy —se rió— no seas llorón, este castigo no es tan malo.

Verán, al final de cuentas, Jos terminó abriendo la boca, diciendo que Alonso lo estaba montando muy duro en los camerinos.

“— ¿Ya nos van a decir la verdad? —el director empezaba a fastidiarse. Y quién no, si llevaban ahí dos horas.

Uh, es que ya se la di-jimos —Alonso sonrió, o más bien eso intento.

El ambiente comenzaba a ponerse muy tenso.

La verdad es que Alonso me estaba montando ¿ya nos podemos ir?

— ¿¡Qué?!

Y muy duro.”

Los suspendieron por una semana, y llegando a la casa de los Rivera (porque según sus madres querían hablar con ellos seriamente) les dieron la regañada de su vida, junto con una platica sobre el sexo.

Los dos estaban colorados hasta las orejas, no podían sentir más vergüenza de que sus madres les estuvieran hablando de eso, como si Alonso se fuera a embarazar.

E igual los castigaron, limpiarían las dos casas, desde arriba hasta abajo, mientras sus madres (junto a los hermanos de Alonso) se iban al centro comercial para comer e ir al cine.

— Hola Alonso —Fernanda bajo las escaleras y le besó la mejilla a este— ¿cómo haz estado?

— Bien —le sonrió— ¿y tu?

— Excelente.

Sacó un jugo del refrigerador, se paró a un lado de Jos y tomó un poco de este.

— Que lastima sería que se cayera un poco de mi jugo ¿no crees Jossy?

— Erg, no me digas así. Y no estés mamando Maria, vete a tu cuarto.

Fer derramó la mitad del jugo justo dónde Jos ya había trapeado.

— ¡Fernanda! Ay, eres una fastidiosa.

— Yo igual te amo —y se fue de ahí, riéndose por su hermanito.

— ¿Tu de que te ríes o qué?

— D-de nada.

Y soltó una gran carcajada.

Jos se acercó peligrosamente, lo tomó por los muslos y lo sentó en la barra que estaba en la cocina.

— Mhm, ¿que castigo mereces por burlarte de mi?

— Creo que ninguno, bebé.

Jos sonrió y le susurró al oído, junto con una pequeña (pero si dolorosa) mordida.

— Que te coja.

No merezco que me amen, ahq.

Yo las sigo amando, siempre.

Sólo faltan cinco capítulos y adiós jeje.

Ain't My Fault ›j.vWhere stories live. Discover now