Cápitulo 8: La Esclava y el Doctor

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Soñaba. Estaba algo alterado pues más pesadillas venían hacía mí en esta noche de sueño. Soñaba lugares psicodélicos, pero con muchos mensajes subliminales. Monstruos grandes, todo eso no me asustaba, pero me alteraba. En ese entonces, vi a Sylvia sollozando y veía mi cadáver en el piso. A Sylvia se le caían las lágrimas y trate de acercarme lentamente. El lugar estaba obscuro y solamente había una luz que apuntaba hacía ella y mi cuerpo, luz que venía desde arriba.

- ¡Me prometiste que ibas a estar conmigo! – Grito Sylvia. - ¡Que me cuidarías por siempre! ¿¡Y ahora te vas!?

No pude dejar de sentirme mal, estaban cayendo lágrimas de mis ojos.

Fue hasta que desperté de golpe. Estaba acostado en mi cama, Sylvia estaba a un lado mío. Ella estaba descansando plácidamente, el miedo de dejarla sola en mi sueño me hizo querer abrazar a Sylvia. Ella estaba acostada volteando al otro lado de la cama, por lo que me acomode para poder dormir abrazados. Ella no hizo ningún movimiento brusco, al contrario. Ella se acomodó para que pudiera abrazarla. No quería ver la hora, pero seguía de noche. Ahí estuve un largo rato, acostado, abrazado de Sylvia sin dejarla ir, pues no quería dejarla ir. Estuve así un largo rato, hasta que el perdí la noción del tiempo y terminé por dormirme.

Era de día, yo desperté mucho más temprano de lo normal. Sylvia seguía acostada, se miraba muy tierna durmiendo. Fue cuando, al acariciar su cabeza la sentí muy caliente. Ella... ¿Ella se estaba enfermando? ¿Será eso? Aunque no la quería levantar. Por lo que preparé un café y terminé buscando algunos medicamentos solo por si acaso. Medicamentos que ayudaran a bajar la fiebre y, en dado caso de que tuviera algo, clasifique las medicinas de mal a peor. Mientras tomaba mi café, rezaba a Dios de que no se enfermase.

Paso un largo rato, ella no se levantaba. Cuando apenas me iba a levantar a ver si le sucedía algo, escuche la puerta del cuarto abrirse. Era ella, pero apenas podía sostenerse.

- B-buenos días... Amo...

Ella tosió, tenía la voz algo ronca y se miraba fatal. Su débil cuerpo ya no pudo sostenerse y cayo. En reacción, dejé el café y fui rápidamente a verla. En efecto, ella se había enfermado, y se miraba fatal. La llevé a la cama e hice un diagnostico detallado para ver que tenía. Pensé en todas las probabilidades. ¿Se habrá mojado y no secado? ¿Será que después de tanto estrés de su vida, ahora que se relajo tuvo algo que ver? ¿Abra tomado algo a lo que ella es alérgica? ¿El chocolate? En ese momento vinieron muchas cosas a la cabeza. Pero algo era seguro, su fiebre era demasiado alta. Fui por algunos medicamentos que se pudiesen tomar en ayunas, traje agua. Ella me miro con ojos llorosos.

- Amo, no tiene que hacer esto por mí. Solo necesito descansar... S-solo está gastando medicamentos que bien puede usar usted.

Eso me dolió, pero no le dije nada al respecto. Solo hice mi trabajo. Puse una toalla mojada en su frente y le dije que se quedase en cama todo el rato. Ella solo asintió. Preparé algo que pudiese digerir fácilmente. Una ensalada, unas frutas y más agua. Después de todo, su cuerpo necesitaba rehidratarse, aparte de que estaba demasiado débil. Hoy no iba a ir a ningún lado, solo la iba a cuidar a ella.

- Amo... ¿Por qué hace todo esto? S-solo necesito descansar...

Al terminar su oración tosió.

- No creo que sea una fiebre normal. Por lo que me quedaré a tu lado a cuidarte hasta que puedas levantarte. No sé qué enfermedad hayas agarrado. Pero que te derrumbe cuando estás parada no es normal.

- P-pero...

- Pero nada. No me quiero arriesgar a que mueras por una enfermedad. Te prometí que yo te cuidaría, soy tu doctor. No dejaré que te pares hasta que vea que ya te sientas mejor.

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