Capítulo 2: La misión

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El sol despuntaba al alba y aunque consiguió abrir los ojos con rapidez, su cuerpo no parecía estar en plena forma para levantarse. Elevó su temblorosa y débil mano para observarla con detenimiento segundos antes de darse con ella en la frente y mover su flequillo oscuro.

Era cierto que la herida se había curado, pero también se sentía débil y sin fuerzas. Las últimas semanas apenas había comido y sus fuerzas se desvanecían lentamente. No tenía ni idea de cómo iba a conseguir fingir frente a Naruto que todo estaba bien. ¿Qué excusa le pondría para haber adelgazado tanto en ese tiempo? ¿Cómo podía demostrarle a Naruto que todo estaba en orden?

Un par de nudillos tocaron a la puerta y supo al instante que era Naruto el que estaba al otro lado. Con pesadez, le dio permiso para entrar e hizo el gran esfuerzo de incorporarse para evitar que le viera tan débil. Al girarse hacia él, consiguió ver en sus manos la bandeja con el desayuno y sonrió.

- Te he traído algo para que comas.

Naruto se acercó hasta el futón y se arrodilló frente a él. Dejó la bandeja a su lado con ciertas dudas, dudas que se incrementaron al ver los ojos de Sasuke y cómo éste acababa cogiendo con sutileza una de las tostadas casi calcinada.

- ¿Cómo es posible que sigas sin saber cocinar? – preguntó Sasuke confundido – has vivido solo toda tu vida.

- Comía ramen – dijo Naruto haciendo un ligero puchero como si fuera un niño pequeño – tú sólo... come.

- Esto está calcinado. Es incomestible.

- Podemos comprar algo por el camino entonces. Vamos, vístete y te invito a desayunar fuera. Hay que darse prisa. Sólo quedan veinte minutos para llegar a la zona de reunión.

Naruto volvió a llevarse la bandeja ahora algo más avergonzado. Era cierto que nunca se había molestado en aprender a cocinar, que siempre compraba la comida ya hecha o se iba al Ichiraku Ramen. Algunas veces... hasta sus profesores le invitaban fuera a comer o le traían algo a casa. Quizá debió aprender a cuidarse más al vivir solo, tal y como había conseguido Sasuke.

En cuanto el rubio salió de la habitación, Sasuke no lo pensó dos veces en tratar de levantarse completamente y buscar su ropa. Al ponerse en pie, se dio cuenta de que sus piernas ya apenas podían sostener su peso. Temblaban demasiado y no era por el dolor como le había pasado hacía tres días, sino que ahora sentía la debilidad de su cuerpo.

Se miró un segundo al espejo y ni pudo reconocerse. Las ojeras, su piel más pálida de lo habitual, sus brazos amoratados y la desmejora en general. Veía todo su rostro más delgado, sus labios antes con un color más rosado, ahora habían perdido su color original. Realmente creía estar viendo a alguien realmente enfermo y era posible que lo estuviera.

- Mierda – exclamó antes abrir la puerta del armario y buscar su ropa.

Aún debía pensar una excusa que contarle a Naruto, porque no se creería que estaba bien con esa pinta. Tampoco le ayudaba que Sakura estuviera en su equipo, era médico y podía delatar su mal estado de salud.

Durante la caminata hacia la puerta de salida de la villa, no quiso siquiera mirar a Naruto. Ambos caminaban en un tenso silencio que se negaban a romper, y tan sólo cuando llegaron hasta un puesto de comida rápida, Naruto se dignó a mirarle para preguntarle qué quería comer.

El hombre del puesto les miró con un rostro que Naruto jamás había visto, ni siquiera cuando él era considerado un demonio. Sasuke la reconoció enseguida. Esos ojos como los que miran a un asesino, a un traidor, los ojos de que querían que se largase de allí antes que venderle algo.

The mission (Naruto: Naru-Sasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora