Capítulo 1

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물:

Salitre, lágrimas y lluvia


Lunes, 28 de junio, 2018


El persistente graznido de las gaviotas se vio reducido repentinamente bajo la potencia de un sonido mucho mayor: una ola había roto contra la costa.

Jungkook se pasó la lengua por los labios, pensativo: sabían a sal. Ni siquiera había entrado en el agua todavía y el aroma del mar ya lo había envuelto. Aquello era lo que más le fascinaba de la costa, el hecho de adentrarse de golpe en una atmósfera totalmente distinta a la mundana.

El joven esbozó una sonrisa suave al tiempo que se descalzaba, sentado sobre la arena; sus ojos adquirieron luminosidad mientras contemplaba el vaivén atrapante y sensual de la marea, sus ascensos y descensos constantes. Desató con movimientos ágiles y rápidos los cordones y, empujando con el pie contrario cada vez, se sacó los zapatos. Después retiró con la misma eficacia los calcetines tobilleros negros y los introdujo en las deportivas, que dejó a un lado, dispuestas de cualquier forma.

-¿Cómo está el agua? -Preguntó, alzando la voz; al mismo tiempo, la marejada se estrellaba una vez más contra las rocas. Un chico de rostro borroso (al menos así era como lo veía Jungkook desde la playa) se volvió y, con una sonrisa bien visible a pesar de los metros que los separaban, alzó el brazo lo más alto que pudo y lo agitó, saludando.

"El muy idiota no me ha oído", pensó Jungkook, riendo y devolviendo el gesto. Se puso en pie, sintiendo la arena húmeda bajo los talones y entre sus dedos, llevó las manos a los lados de los labios, rodeando la boca, y, tan alto como pudo, como si estuviera utilizando un megáfono, gritó:

-¿El agua está buena?

Esta vez, Jimin abrió la boca, sus labios formando una diminuta "o" de contornos gruesos y rosados; pero al instante volvió a sonreír. "Parece que ahora sí me ha escuchado", razonó Jungkook al ver como su amigo alzaba de nuevo la mano, esta vez con el pulgar apuntando hacia arriba.

Después le escuchó decir, riendo:

-¡Entra de una vez, no seas gallina! -Su voz era dulce y suave, delgada, de contratenor; casi rozaba el timbre femenino y, a pesar de ser expresada en forma de exclamación, sonaba a cosa fina. Una carcajada siguió a la declaración; incluso a lo lejos el adolescente intuía las arrugas que acababan de formarse en las comisuras de los ojos entrecerrados de Park Jimin, y también los hoyuelos que se marcarían en sus pómulos de mejillas carnosas.

Jungkook compuso una peineta, que le dedicó con regocijo a su amigo, meneando la cabeza mientras una sonrisa se extendía a lo ancho de su rostro; con un movimiento fluido tomó los bajos de su camiseta blanca y la alzó por encima de su cabeza, y después de sus brazos; la tiró junto a sus zapatillas, dejando al descubierto un torso bastante definido -aunque sin llegar a ser marcadamente musculoso -. Con la misma rapidez el chico se bajó los pantalones y los depositó encima del resto de sus pertenencias.

Entonces, vestido únicamente con su bañador, de un rojo intenso y que cubría sus piernas casi hasta las rodillas, caminó unos pasos hacia atrás, lento, añadiéndole peso al momento; tomó carrerilla y, cuando se sintió preparado, cuando notó que todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo al completo estaban lo suficientemente excitadas, echó a correr hacia el mar.


Salieron del agua como habían entrado: corriendo, totalmente empapados, tiritando por el frío. Sobre sus cabezas, el día era una mancha gris que se extendía hacia todas las direcciones: en cualquier momento comenzaría a llover.

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