Capítulo 4

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Tragó un poco de té , y, con delicadeza, dejó la taza sobre el antiguo escritorio. Los cuadros de los antiguos directores que colgaban de las paredes, dormitaban, unos cuantos roncaban sin disimulo alguno. Se sobresaltó al escuchar un ruidoso estruendo que provenía de la chimenea. De ella aparecieron tres personas llenas de ceniza.

—¡Potter! Cuando harán el favor de ser más cautelosos con los polvos flu —dijo mientras miraba el suelo el cual se encontraba repleto de cenizas. 

—Lo sentimos profesora McGonagall —dijo Hermione mientras los tres agachaban la cabeza como solían hacer-. Verá, venimos a contarle algo bastante confidencial, pedimos mucha discreción profesora.

Un silencio profanó aquel gran despacho. Minerva sospechaba que aquello no iba a tener muy buena pinta.

—Claro, ¿de qué se trata?

—¿Usted se acuerda de Delphini? Tenemos un grave problema ya que es una chica bastante peligrosa como pudo ver, y no la queríamos mandar a Azkban porque pensamos que no está muy bien de la cabeza y al fin y al cabo tiene la sangre de Voldemort, un peligro para toda la prisión —comentó Harry—. Queremos que acuda a Hogwarts bajo protección durante unos cuantos meses.

McGonagall los miró sorprendida, no se podía creer lo que acababa de escuchar.

—No pienso permitir que una persona hostil y mayor de edad como lo es Delphi pise Hogwarts bajo ninguna circunstancia. ¿Qué tipo de decisiones se toman en el ministerio? 

—Profesora, creemos que sería lo mejor tanto para ella como para el mundo mágico —opinó Hermione—. Sabemos que es una decisión muy importante.

—Y si la hemos tomado es porque pensamos que es lo mejor. Tenga en cuenta que estamos hablando de la mismísima heredera de Lord Voldemort.

McGonagall tenía la mirada perdida. Dumbledore miraba de reojo desde su cuadro.

—Pero Delphi es mayor de edad, ya se ha educado, tiene conocimientos. ¿Para qué quieren que acuda a Hogwarts?

—Creemos que aquí puede llenar el vacío que lleva en su interior —dijo Hermione.

—Lo único que necesita es cariño.

—Y un buen psicólogo —dijo Ron mientras comía ranas de chocolate.

—Ya basta. No voy a permitir una irregularidad tan grande como esta se desarrolle en Hogwarts.

—Le recuerdo que somos el Minist... —rechistó Hermione sin acabar.

—Alguien me dijo hace mucho tiempo; Hogwarts siempre prestará ayuda a quien la merezca —interrumpió Harry mientras miraba a Dumbledore de reojo—. Y creo que Delphi la merece. Sí, ha hecho cosas que no tienen perdón, y se tendrán en cuenta, pero ha de aprender a arrepentirse.

Tras unos minutos en silencio, McGonagall se pronunció.

—Vale, Delphi podrá estudiar en Hogwarts. Pero bajo ningún concepto podrá salir de su aula y dormitorio.

—También tendría que salir un poco, ¿no profesora? —preguntó Ron que se hallaba sentado en el suelo.

—Una pregunta, ¿que pinta aquí el señor Weasley? —preguntó McGonagall.

—Nada, déjelo, se ha acoplado —explicó Harry.

—Minerva, si Delphi logra obtener un comportamiento digno hemos pensado en dejarla salir diferentes horas al día para que pueda relacionarse —dijo Hermione.

McGonagall se pasó la mano por la frente mientras miraba las estrellas por los grandes ventanales.

—Me parece bien, traedla cuando queráis. Junto a un par de aurores, por favor.

—Muchísimas gracias profesora, se lo agradecemos de corazón —comentó Harry.

—No hay de qué, Potter.

El trío desapareció por la chimenea, esta vez más cautelosos. Acto seguido McGonagall miró el gran ventanal el cual presumía de vistas hacia el bosque prohibido. Vio algo inusual, una pequeña luz azulada se abría paso entre ramas y hojas del bosque. Minerva no le dio mucha importancia y salió de su despacho.

Harry Potter y la Herencia Perdida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora