DANIELA: LA PREGUNTA

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Elettra había elegido un bar amplio y cómodo en la zona norte de Madrid, pero algo carente de alma, en opinión de Daniela. Ella habría preferido salir por los bares atestados del centro, aunque entendía que habría sido complicado hablar en esas condiciones y con gente metiéndose por medio todo el rato. Todavía no se acostumbraba a tanta fama y, aunque le gustaba, era difícil hacer vida normal en esas condiciones. Por suerte, suponía que la cosa terminaría por calmarse un poco tras pasar el tiempo.

Cuando le informaron de que la persona que buscaba estaba en el piso de arriba, Daniela levantó los ojos y se topó con los de Elettra, que levantó ligeramente la mano en señal de saludo. Le sorprendió verla así, sentada y modosita. Había esperado encontrarla divirtiéndose con Aless o convirtiendo en "Súper" algún cojín cercano. Pero Eli era realmente imprevisible, se dijo mientras sonreía y se quitaba el abrigo.

Las gafas se las dejó puestas. De este modo pudo comprobar discretamente que la italiana no le quitaba ojo mientras subía las escaleras hasta el reservado. Las "blumettras" que la habían definido como su "cámara personal" tenían razón... ¡y ella sin saberlo!

Elettra se levantó para saludarla.

—¿Cómo estás? —dijo Daniela dándole dos besos en las mejillas.

—Bien. —Elettra se apartó del abrazo que había empezado a ser demasiado largo para ser amistoso—. Cuánto tiempo —añadió con una risa que a Daniela le resultó muy familiar.

—No creas, tía. No han pasado ni dos semanas desde la final.

—¿Sí? Parecen meses.

Daniela, en deferencia a su compañera de concurso, dejó las gafas sobre la mesa cuando se sentó. Después de todo, Eli le había dicho que tenía unos ojos preciosos. Aunque a estas alturas, no sabía qué creerse de ella y qué no. "En fin", pensó, recordándose que no había acudido con ninguna idea preconcebida a esa cita. "Que sea lo que tenga que ser".

—¿Dónde está Aless?

—Ahora viene —respondió Elettra manipulando el móvil—. Tenía trabajo hoy. Pero vendrá luego. Seguro.

—Ah —respondió Daniela—. Entonces tenemos un rato para hablar tú y yo a solas. Qué bien.

—¿Eso crees? —De nuevo la risa. En Internet decían que solo la tenía con ella. Era cierto que Daniela no la había visto en ningún otro vídeo, pero las palabras de Elettra pocas veces se correspondían con sus actos—. Bueno, podemos hablar sobre el concurso, hacer bromas, selfies.

—¿Hasta cuándo te quedas en Madrid?

—Una semana todavía. Tengo un anuncio y luego cena con los fans. —Elettra sacó la lengua e hizo gesto de ahorcarse—. ¿Y tú?

—No lo sé, tía, pero en principio ya es definitivo.

—Ya, bueno, pero tú te querías mudar a Barcelona, ¿no es así?

¿La estaba tanteando? Daniela habló con mucho cuidado. No quería cagarla tan rápido después de la información que tenía de ella.

—No tengo ni idea de lo que pasará. De momento estoy aquí para ver amigos y seguir colaborando con Uri —mintió. Por supuesto que los vería, pero esa no era la razón por la que había vuelto antes de tiempo—. Estás muy guapa, ¿ese era el traje que llevabas en una de las galas?

—¿Eh? No, es nuevo. No tengo ni idea de dónde he puesto la ropa del programa. Debe de estar todo arrugado en mi casa.

—Sí, vi en Instagram que ponías fotos de playas muy bonitas. Entonces has estado en Italia...

—Sí, por Semana Santa, con mi familia. Lo necesitaba después de todo esto.

—Te entiendo. Los últimos días fueron muy intensos, dentro y fuera de la casa, pero yo también he estado desconectada. —Daniela vio que un camarero se acercaba y le pidió un vodka, porque why not—. Me habría gustado más que fuéramos a un sitio normal.

—Ah, este no es un sitio normal, ¿o qué?

Zas, ya había pinchado en hueso. Mira que era difícil con Eli.

—A ver, sí que me gusta, pero no sé, siendo tú estaba esperando un sitio más para bailar.

—Pensé que querías hablar —dijo Elettra mirando su bebida.

—Claro que quiero. —Daniela se picó—. Eres tú la que ha dicho que podíamos hablar de bobadas del concurso, pero a mí no me apetece. Después de todo, ya estamos fuera, Aly ganó, muy bien merecido, y...

—¡No, no! Podemos hablar de lo que quieras —dijo Elettra, y lo repitió un par de veces más, como siempre que hablaba deprisa; el acento italiano se había agudizado después de las vacaciones—. No habría quedado contigo si no quisiera hablar. Y tú lo dijiste, ¿no? Eras tú la que querías.

¿Cómo empezar? Daniela se mordió el labio. Elettra no le estaba dando mucho pie que digamos. La observó unos instantes sin decir nada. Era tan bonita que realmente parecía de otro mundo. Desde que la expulsaron de la casa, esa extraña ira que llevaba dentro se había convertido en un aura de tristeza. Daniela sabía más o menos cómo actuar cuando alguien estaba triste, pero no cuando esa tristeza tenía que ver con ella. Y todo apuntaba, aunque aún no se lo creía del todo, a que buena parte de lo que tenía Elettra estaba relacionado con ella, aunque puede que no ganar el maletín tampoco hubiera ayudado.

—Pregúntame.

Elettra levantó los ojos. Joder, qué ojazos tenía. Daniela volvió a sentir ese magnetismo tan fuerte que tanto la atraía, incluso desde antes del concurso. Se habría liado con ella con los ojos cerrados. Pero ahora no. Esta era una Elettra distinta, mucho más callada, mucho más vulnerable. Tenía que ir pisando huevos. Literalmente, "despacito".

—¿Yo a ti? —dijo la italiana—. ¿Qué tengo yo que preguntarte?

—Tú sabrás.

Daniela se cruzó de brazos. Elettra miró un instante a su alrededor, como si hubiera alguien pendiente de ellas, y dijo en voz más baja:

—¿Y el chico?

—¿A quién te refieres?

—Tú lo sabes. —Hizo una mueca—. "Tu chico fuera". ¿Dónde está?

Daniela suspiró.

—Pues ahora mismo no lo sé. En un hotel, supongo, pero creo que lo que quieres preguntar no es eso. Ya te he dicho mil veces que no es mi novio, pero no quieres creerme.

—No es tu novio, pero te acuestas con él —replicó Elettra acusadora.

—Sí —dijo Daniela desafiante—. Hasta ahora.

Elettra soltó un pequeño resoplido.

—Entonces no sé para qué estamos hablando.

—Pues para aclarar las cosas. Porque tú quieres aclararlas.

—No solo yo —dijo Elettra chascando la lengua—. Tú podías habérmelo dicho. Si me lo hubieras dicho desde el principio, ¿eh?, "tengo chico fuera", no habrían pasado las cosas que han pasado. Pero tú no me lo dijiste.

—¿Ya vuelves a ese tema? Tú tampoco lo preguntaste.

—Si vienes a mí el primer día y me sueltas: "A mí me gusta Elettra", ¿tú qué crees que pienso? —dijo Elettra clavándose la uña en el pecho.

Daniela fue a contestar, pero se mordió la lengua. Recordó el hilo de vídeos que había visto. Todas esas veces que ella no prestaba atención y que Elettra había hablado de ella. Todas las veces que había estado celosa. Todas las veces que había llorado por ella. Elettra estaba celosa, estaba herida y era complicada. Todo era cierto, pero a ella le sobrepasaba esta situación y, para ser sinceros, el hartazgo del concurso comenzaba a abrirse camino de nuevo. La habían juzgado tantas veces en la vida por su forma de entender el amor, por cosas que había hecho o por hablar abiertamente de sexualidad que no estaba dispuesta a que Elettra lo hiciera. Era su orgullo, su propia autoestima, o ella.

En ese momento el móvil de Elettra vibró.

Algo viejo, algo nuevo (Blumettra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora