¿Qué eres? ¿Y de dónde vienes?

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EGIPTO 1327 a.C

TIKKI

    Me calcé aquel viejo basto de mi padre, los cuales era muy incomodos, junto con toda su ropa, tenía tantas ganas de poder usar mi propia vestimenta, lastimosamente eso no era posible para mí, ni para ninguna mujer que decidiera aventurarse en las calles a tales horas de la madrugada, pero por él, para verlo una vez más antes que partiera a otra de esas insoportables reyertas, era capaz de correr cualquier riesgo, aunque él no lo quisiese.
    Me senté en una banca de madera y me cubrí los ojos del viento que consigo arena traía, adentrándose en mis ojos y alterando mi concentración. Hasta que de repente, saliendo de la oscuridad de los callejones estaba él, el más valiente de los guerreros, sin mencionar el más carismático, Plagg...

PLAGG

    No puedo describir la felicidad que había sentido en el instante que pude ver nuevamente a mi mujer, sentada en aquella banca, esperando por mí. Camino ella hacía mí a la vez que yo lo hacía, hasta quedar frente a frente. Agachaba la cabeza hacia abajo a la vez que ella la inclinaba hacia arriba, era tan pequeña... Veía las lagrimas amenazando salir por sus bellos ojos azules, e intentando evitarlo la fundí en un abrazo. Sentía su corazón latir tan rápido, sabía que no quería que me fuera, ¿Pero que podía hacer? ¿Desobedecer al faraón? ¿Ser asesinado? ¿Dejar a mi pequeña... sola?
    -Promete que volverás... -me pidió. Sentí una punzada en el corazón, detestaba hacerle promesas que en sí, no sabía si podría cumplir, lo único que si sabía es que haría todo por volver a tenerla en mis brazos... cueste lo que cueste.
    -Te lo juro...
    Escuche sus suspiros de tristeza de ella, fue entonces que la agarre y la bese en sus tiernos labios. Juntos desde hace tanto, en ese entonces éramos niños, pero pensándolo bien, seguíamos siéndolo...
    -Debo irme... -me dijo luego de ese tan hermoso beso que me había dado... Lo sabía, al final, siempre debía irse-. Mi padre...
    -Lo sé -la interrumpí, ella bajo la mirada. Desde hacía años que me veía a escondidas a causa de su celoso padre. Hacia un par de años había llegado a creer que el problema era yo, era solo un herrero que cuidaba esclavos y les daba doble ración con sigilo, y cuando me volví un guerrero, el hombre no había dado tregua, comprendí que el simple hecho de que amara a su hija era suficiente razón para odiarme y quererme lejos de ella.
    Tome su mentón y mande su mirada hacia mis ojos.
    -Lo entiendo -le dije finalmente. Sus ojos se iluminaron, en ellos podía ver todo el amor que me tenía, el más sincero de todos. Un instante después, volvimos a besarnos.

WAYZZ

    "Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, ordenó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
    -¡Qué desgracia Mi Señor! -exclamó el Sabio- Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
    -¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
    Llamó a su guardia y encargó que le dieran cien latigazos.
    Más tarde mandó que le trajesen a Nasrudín y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
    -¡Excelso Señor! Gran felicidad le ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
    Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran a Nasrudín cien monedas de oro.
    Cuando el mullá salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
    -¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
    -Recuerda bien amigo mío, respondió Nasrudín, que todo depende de la forma como se dicen las cosas."

Miraculous: El preludio de una gran historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora