III

58 6 0
                                    

PLAGG

    -Por eso es que se le asignará a cada uno un puesto de batalla, todo dependiendo de sus habilidades comprobadas en el último enfrentamiento -decía el General Mubarak, y aunque lo escuchaba no lograba procesar sus palabras por mi mera desconcentración-. El faraón y yo los llamaremos uno por uno para darles a conocer su posición asignada ¿Han entendido?
    -¡Si, señor! -respondieron mis compañeros, y aunque apenas éramos veinte de turno, sus gritos se escuchaban bastante altos. Pero de todas maneras, por alguna razón el General logró notar que faltaba mi voz.
    -¿Que parte no entendiste, Plagg? -me preguntó, con obvias intenciones de hacerme quedar mal.
    Estaba a punto de saber que tan probable sería de que me pusieran en una ubicación suicida, y pensadolo bien, mi destreza y habilidad peleando estaban apunto de condenarme. ¿Cómo alguien puede estar atento con semejante presión? Seguido de que me moría de hambre, desde ya se los digo ¡Imposible!
    -¡Plagg! ¡¿Estás poniendo atención o qué?! -me gritó mi General.
    -No, lo siento -contesté, y aunque solían aconsejarme que nunca le contestará así al tipo, era ya parte de mí, sinceridad ante todo ¿No?
    -¡¿Estás jugando conmigo, mocoso mal nacido?! ¡¿Te pregunte si entendiste?! -Veía como su vena explotaría de su cuello en cualquier momento, a veces no sabía si lo hacía aproposito para asustar o de verdad tenía problemas sanguíneos. Lo que era seguro, es que siempre contenía mis ganas de reír cuando lo veía así.
    -¡Mubarak! ¡Cálmese! -ordenó la reina, Pollen, desde su trono.
    -Yo estoy calmado, señora, ¡Pero sucede que este niño es...!
    -Ni se le ocurra usar ese vocabulario  en mi presencia.
    La forma en que el General miraba a la reina nunca había sido tan agradable, era como si en cierta medida... la detestara. ¿Cierta medida? ¿Qué digo? La odiaba totalmente.
    En eso, llego uno de los mensajeros del faraón para informarle a Mubarak lo siguiente:
    -El faraón requiere su precensia. Y solicito que Plagg fuera el primero en pasar.
    Sin más, ambos seguimos al mensajero. En el camino contemplaba toda la decoración del templo, gatos por todos lados para resumirlo. Siempre me habían llamado la atención aquellos animales, por más que no había visto muchos.
    Llegamos a la habitación donde el faraón se encontraba sentado junto a una mesa redonda, con un modelo a escala del área de combate. Con un gesto nos invito a sentarnos y obedecimos.
    -Plagg, mi mejor guerrero, con tu experiencia ya debes de tener una idea de porque te llame primero, ¿No? -preguntó el faraón.
    -Realmente no, señor -contesté.
    -Bueno, Plagg, al nombrarte el mejor de los combatientes reconocí toda tu destreza, eres hábil, te felicito.
    ¿Felicitarme por matar gente? Que trillado y lunático... ¡Ya qué!
    -Es por eso, Plagg, es un honor lo que decidí para ti. Tu ubicación sera -Por favor no lo digas, no lo digas, por lo que más quieras ¡No lo digas!- al frente. -¡Ay, lo dijo!-. Junto al general prepararán a los demás soldados. Deben asegurarse de que todos estén listos para esta gran guerra, inclusive los novatos, ¿Han entendido?
    -Si... señor -respondí.
    Salí de allí con el corazón en la garganta, ya trataba de encontrar las palabras perfectas para explicarle a Tikki la noticia, y aunque la opción de mentirle siempre se hallaba, no quería hacerlo, ella confiaba en mí, y debía hacer todo lo posible por regresar vivo.
    -Amigo, ¿Que te dijo? -me preguntó Abdel al verme salir con esa cara tan larga.
    -Al frente...
    Lo primero que hiso al escuchar tal respuesta fue abrazarme...
    -Lo siento mucho, Plagg... -se disculpó-. ¿Cómo se lo dirás a tu novia?
    -Deseame suerte que no será fácil.

WAYZZ

    Tratando de trasladarme por la ciudad con discreción iba a buscar a Zabdiel, en unos momentos me reuniría con mis demás discipulos en mi tienda, y estaba seguro que mi pequeño amigo no querría perderselo.
    Cabe mencionar que no conocía de memoria el camino hacia el burdel porque frecuentará ir, para nada, era que Zabdiel vivía ahí, junto a su madre...
    Toque la puerta dos veces y esperé respuesta, la cual no tardo más de cinco segundos. Salió una mujer a medio vestir con un jarrón de vino en sus manos. ¿De dónde había sacado una bebida tan célebre? Evidentemente ganaban mucho dinero.
    -Lo siento, cariño, estamos todas ocupadas -me dijo y tomó un trago de su vino-. Pero si quieres esperar unos minutos, Anat seguro ya termina con uno... O si quieres -me sonrió-. Me esperas a mí.
    -Oh, no, no, yo vengo a buscar a Zabdiel -informé de inmediato.
    -¡Oh! Que pena, eres lindo, creí que pasaríamos un rato de calidad juntos. -Volvió a tomar otro trago, pero de tan embriagada que se encontraba gran parte del líquido termino en su cuello.
    -¡¿Ximena, quién es?! ¡Ya ven de una vez! -exclamó un hombre, y salió para poner su brazo encima de la mujer.
    -Un chico aquí que busca a mi hijo.
    ¡Oh, no puede ser! ¡Era su madre!
    -Hey, ¿No eres tú el loco ese que se pelea con todo el mundo? -me preguntó el tipo-. Si, eres tú, Wayzz, ¿No?
    -Yo no diría que peleo, mas bien, expongo mis ideas al público para los individuos que se sienten incomprendidos. Brindarles pensamientos críticos, ¿Me explico?
    Sus caras reflejaban confusión parcial, y no era la primera vez que veía esos gestos en la gente, ¿Era mi forma de expresarme tan complicada?
    -¡Wayzz! -exclamó el niño al salir de detrás de su madre y ese tipo, estaba tan contento de verme.
    -Hola, pequeño -lo saludé.
    -Adiós, mamá. -se despidió y ella sin responder más se concentro en los besos de aquel tipo e ignoró a su hijo cerrando la puerta-. ¿Y qué vamos a hacer ahora, Wayzz?
    Sentí una leve puntada en mi brazo al tener a Zabdiel tirando de el, la herida que Plagg me había provocado accidentalmente el día anterior aun continuaba doliéndome.
    -¡Au, au! Cuidado mi brazo. -dije quitando su mano con suavidad-. Iremos a reunirnos con los chicos.
    -A planear como encontrar a la chica de las serpientes, ¿No?
    Me detuve en seco, había intentado no pensar en ella toda la noche y la mitad de la mañana, y cuando al fin lo había logrado... solo me duró una hora.
    -¿Por qué haríamos eso? -pregunté.
    -Pues porque ella te gusta.
    ¿Cómo podía darse cuenta de todo? Definitivamente lo subestimaba, era más inteligente y estratega de lo que creía. Y ahora que lo meditaba, no era una mala idea, un plan para atraparla era justo lo que necesitaba, ya que lo que más anhelaba era conocerla.
    -¿Y exactamente como haríamos algo así? -le pregunté.
    Volvió a tomarme del brazo exigiendo que retomáramos el camino hacia mi tienda, mientras proseguía con el plan: Atrapemos a la zorra.

Miraculous: El preludio de una gran historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora