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TIKKI

    Sobre mí, un cielo estrellado, bajo mis pies, la arena, la noche había caído en él desierto, mientras yo caminaba de regreso a mi hogar, a meterme otra vez al lugar del cual me escabullí hacía no más de tres largas horas, y hubiera sido más, si pudiera quedarme más tiempo esperando a Plagg. La noticia de que los guerreros habían regresado de aquel confrontamiento con ese pequeño imperio había llegado a mis oídos. Pero por desgracia para mi, no solían dar los nombres. Tenía que esperar su llegada, mientras le rogaba a todos los dioses que pudieran escucharme que lo traigan sano y salvo. Trataba de buscar razones por las cuales él no se había hecho presente en él lugar que habíamos acordado vernos en cuanto él volviera... si llegaba a volver, al igual que siempre, aseguraba volver...
    Visualice mi ciudad desde lo alto de ese montón de arena, llena de luces provocadas por tantas antorchas y velas encendidas, simplemente era hermosa, no entendía como una vista tan bella podía contener tantas injusticias, desgracias e infelicidad por parte de todos. Baje aquel manto blanco que escondía una gran parte de mi cabeza, a excepción de mis azules ojos, y respire el viento que por pura casualidad, no contenía arena esta vez.
    Entre nuevamente por la ventana del cuarto, y al quitarme él manto de la cabeza suspire de alivio, mi padre no había venido a revisar que estuviera dormida. Había tenido suerte. Me dispuse a quitarme toda la ropa para poder dormir, resignada a que no sabría aun nada de Plagg, pero ni bien me volteé tomaron mi cabeza y me plantaron un beso en los labios. ¿Y quién más iba a ser? ¿Quién más que el muy bromista de Plagg? Pero aunque sabía que era él no podía desaprovechar la oportunidad para darle una bofetada por haberme asustado de esa manera. Claro, no fue fuerte. Creo.
    -¡¿Dónde te metiste?! -le pregunté en susurros nada tranquilos.
    -¿Qué paso, princesita? ¿Te asuste? -me preguntó, esa forma de hablar tan característica suya, siempre parecía que nada malo le hubiese pasado.
    -Es qué... No estuviste donde dijiste que estarías... Cuando volvieras...
    -Lo sé... Y lo siento mucho, los chicos querían "agradecerme" por haberles salvado la vida. -Aquel comentario había llamado mi extrema curiosidad, sabía que a él no le gustaba hablar de lo que hacía en las batallas a las que había asistido, y nunca me habia dicho un claro porque, yo podía suponer que no deseaba que lo viera como un asesino... o algo parecido. ¿Salvo vidas... Destruyendo la de quienes? Yo tenía que saber.
    -¿Salvaste vidas? -pregunté.
    -Sí, la de Abdel y Yay.
    Agarro mi mano y una vez sentado en mi cama hiso que me sentará en su regazo. Tomo mi cabeza con solo una de sus manos, y dándome un delicado beso junto a mi oreja me susurró:
    -Te extrañe mucho.
    Era tan encantador, tan lindo con esos verdes ojos mirandome de esa forma. Pero aunque por un lado tenía tantas ganas de lanzarme sobre él y llenarlo de besos, en mente tenía lo que hacía momentos me había dicho. Salvo vidas, pero para salvarlas ¿Cuáles tuvo que destruir?
    -Plagg, ¿Cómo te fue? -hice una pausa, al ver su mirada confundida-. ¿Qué hiciste?
    -Sabes que no me gusta hablar de eso, Tikki...
    -¡Si pero! -de inmediato él me tapó la boca, no debía de gritar, y él lo sabia-. Por favor, Plagg, solo esta vez... Dejame saber...
    Luego de un suspiro, respondió:
    -Esta bien. -Nuevamente me tomo en sus brazos y me sentó en la cama  junto a él-. Es un pueblo... Diferente.
    -¿A qué te refieres con eso? -pregunté.
    -Para salvarlos... Mate mujeres...
    ¿Cómo mujeres? No entendía lo que me intentaba decir, cualquier persona que perteneciece al sexo femenino tenía prohibido luchar en las guerras. Tenía entendido que los hombres nos consideraban inservibles para una guerra, que solo eramos una carga. Pero yo más bien diría que se sentían insultados al ser acompañados por mujeres, como si eso los hiciera verse débiles... Bueno, por lo menos así era en nuestro Imperio.
    -¿Mujeres? -pregunté confundida.
    -Sí. Mujeres, niñas, no eran como cualquier otra que ves por aquí. Eran  rudas, agresivas, sabían pelear mejor que todos nosotros, y estoy muy seguro que preferían morir antes de recibir la compasión del enemigo.
    Luego de escuchar aquello, una duda existencial había nacido en mi cabeza, si ellas podían ¿Por qué yo no? En menos de segundos lo había decidido, lo acompañaría a la próxima batalla, y a todas las que tuviera.
    -Iré contigo -dije con firmeza.
    -¿A dónde?
    -A la próxima batalla. Contigo. Y todo tu ejercito.
    -¡¿Qué?! -exclamó, levantándose de su lugar. Lo silencie de inmediato, no iba a ser nada oportuno que mi padre se despertará-. Tikki, ¿De qué estas hablando?
    -Dije que iré contigo, no voy a dejar que vuelvas a irte sin mí, Plagg.
    -¡¿Estás loca o qué?! -susurró-. Sabes muy bien lo que le hacen a las mujeres que van, y no me mal interpretes, sabes que es así, Tikki...
    Agache la cabeza en señal de mi tristeza y decepción.
    -Pero no es justo -dije al borde del llanto, ¿Por ser mujer no podía proteger a nadie? ¿Ni siquiera a mi novio?
    -Yo sé que no es justo -me consoló mientras enredeba sus dedos en mi cabello rojizo-. Pero así son las cosas, Tikki, es aceptarlo o morir.
    Tome su mano depositada en mi mejilla y me permití derramar una lágrima. Se fue acercando a mi para besarme; ese momento no debía ser interrumpido, debía continuar, hubiese sido lo ideal... Lastimosamente, en ese instante, escuchaba movimientos en el pasillo, eran pisadas que venían acercándose a mi puerta, definitivamente era mi padre.
    Inmediatamente Plagg salió por la ventana, pero antes de que se fuera rodee su cuello con mis brazos y rápidamente lo bese.
    -Te veré pronto, mi dama -me dijo y un segundo después desapareció de mi ventana.
    Como un rayo, me recosté en mi cama bajo las sabanas, el objetivo: que mi padre me crea dormida. Segundos después, la puerta se abrió y se asomó para verme. Le daba la espalda, y desde esa posición rogaba que se creyera tal actuación. Y afortunadamente para mi, lo logre, cerro la puerta nuevamente, convencido que los ruidos que escucho fueron solo parte de sus sueños.
    Respire aliviada una vez que me encontré sola en mi cuarto. No dejaba de pensar en lo que había acabado de pasar, Plagg volvería pronto a la guerra, y bajo ninguna circunstancia tenía permitido acompañarlo, ¿Y todo por qué? Por ser mujer. Tenía en cuenta que lo único que Plagg quería era protegerme, pero, yo deseaba lo mismo, y nada evitaría que lo haga.

Miraculous: El preludio de una gran historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora