II

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TRIXX

    Tomé lugar junto a la gran roca que formaba la cueva donde había decidido pasar la noche. Dichosamente, el cielo nocturno me concedía una bella vista de las brillantes estrellas, miles de ellas, siempre me había preguntado que eran exactamente, ya que eran las responsables de muchas de mis inspiraciones musicales. Sujete mi flauta y sople la boquilla a la vez que movía mis dedos sobre sus agujeros. Tocaba una tranquila melodía, perfecta para una noche serena, y creí que lo sería de no haber visto caminar a una persona, de figura femenina, directo a las arenas movedizas.
    Me escandalize, llegaba a caer en las arenas de la perdición y moriría. Fugazmente solté mi flauta y corrí lo más rápido que mis piernas me lo permitían, mientras a todo pulmón le gritaba:
    -¡Hey! ¡Detente! ¡Hey, detente! -Pero contrariando mis suplicas se ponía a correr más rápido, como si estuviera desesperada-. ¡Que te detengas, mierda! -Un segundo después hizo la diferencia, cayo a la arena-. ¡Oh, maldita sea, ya valiste! ¡¿Por qué mierda no te detuviste?!
    -¡Me están buscando, si me encuentran sera mi fin! -gritaba aterrorizada.
    -¡Creeme que este sera tu fin de no salir de ahí!
    -¡Ayudame! -me rogó al borde del llanto. Se veía débil, y mientras más luchaba con las pocas fuerzas que tenía más se hundía, no podía dejarla ahí, no quería dejarla morir, bajo ninguna circunstancia lo haría.
    Busque a mi alrededor, una rama, una cuerda, cualquier cosa, pero nada, no había absolutamente nada con que salvarla. Solo una cosa se me vino en mente en cuestión de segundos, ¡Mi flauta! Corrí a buscarla. Aquella muchacha se desesperaba más viendo como me alejaba, haciendo que se hunda más. La tomé y rápidamente volví al pozo, la arena se encontraba a la altura de su pecho.
    -¡Sujeta esto, apresuraté! -ordené, ella sujeto él instrumento y tiré fuertemente, por suerte, su delicado cuerpo la hacia bastante ligera, y la arrastre hasta sacarla completamente fuera del hoyo.
    Ambas quedamos tiradas en él suelo, totalmente agotadas, suspirando una y otra vez.
    -Gracias -me agradeció.
    -No hay de que.
    -Yo soy Duusu... ¿Y tú?
    -Trixx.
    -Pues es un placer conocerte.
    -Si. Igual.
    Cuando al fin terminamos de descansar nuestros pulmones, nos levantamos, y al mirarnos... Quede impactada. Era ella, la bailarina de la vinatería, el pelo castaño, los ojos café oscuro, y las mismas prendas que podrían llamarse sexis de no estar todas sucias y rotas. Ella me había ayudado, y el mundo me acababa de dar la oportunidad, que no desaproveche, para devolverle él favor.
    -Eres la bailarina de la vinatería.
    -Y tú la enmascarada -dijo igual de sorprendida que yo.
    -Pero, ¿Cómo es eso que te están buscando?
    De lejos, se escuchaban los relinchos de mínimo tres caballos acercándose. Tres antorchas aproximándose. Tres hombres que pusieron muy nerviosa a Duusu.
    -¡Me buscan! ¡Me matarán!
    -¡Corré! -le ordené, me haría cargo yo.
    Entregándome su más sincera gratitud se marchó corriendo lo más rápido que su cuerpo le dejaba en esas condiciones tan deplorables, la alcanzarían, debía ejecutar un plan. Me senté, lleve mi flauta a la boca y comencé una pasiva melodía, lo suficientemente fuerte para que los jinetes pararán juntos a mí, y efectivamente, los muy idiotas habían caído.
    -¡Señorita! ¡Usted toca una melodía muy bella! -me alagó uno de ellos.
    Reí ante él cumplido, ¿De verdad pensaban que era estúpida? Sabía que querían información gratis.
    -¿Se les perdió algo, caballeros?
    -Así es, señorita. Una de mis putas se zafó. Tiene como tu edad, ¿No la habrás visto?
    -Mmm, quizás... O quizás no. Realmente, no lo recuerdo.
    -Ah ¿Pero como te podemos hacer refrescar la memoria entonces?
    -Ay no sé, un vaso de agua, cerveza, vino....
    -¿Monedas?
    Y porque no ganarse un par de monedas ya que estábamos, ¿No? Les sonreí, y me lanzaron una bolsa de tela marrón oscuro, y luego de contar las monedas de oro, que eran cinco en total, contesté:
    -Oh sí, ahora lo recuerdo, ¡No la vi!
    -¡¿Qué?! ¡Devuelve las monedas, mocosa tramposa!
    -Ahora saben que no anduvo por aquí -dije con una pilla sonrisa.
    -¡Devuelvelas! -exclamó apuntándome con su espada.
    -¡Ah si! ¡Una chica! ¡Como de este alto! -dije marcando una altura con mi mano, a la que él negó, luego mostré otra mucho más baja que mi mismo nivel, a la que nuevamente él rechazó. Por último puntié mi idéntica estatura, a la que él afirmo de manera positiva-. ¡Rubia! -negó-. ¡Pelirroja! -volvió a rechazar-. ¡Castaña!
    -¡Sí! ¡De ojos cafés y piel morena! -dijo él tipo ya fatigado.
    -¡Claro! -exclamé-. No, no la vi.
    Uno de los seguidores del hombre con el que había discutido se dispuso a enfrentarme, mientras mi sonrisa burlona continuaba firme en mi rostro.
    -No, no, dejala. -Paro a su seguidor-. Ya me cansó. Vámonos. Le estamos dando más tiempo a la maldita puta. -Si supiera cuanta verdad había en sus palabras-. ¡Vámonos!
    -¡Adiós! -saludé casi mofándome en sus caras. Pero además de que los muy mal educados no se habían despedido, se dirigían justo en la dirección por la que Duusu se había ido. Debía evitarlo, y de paso, darles una lección de modales.
    Tomé mi flauta y lleve a cabo la canción que titulé: el himno de las serpientes.
    De un momento al otro, de la arena emergieron como plantas una docena de serpientes cascabel furiosas, asustando a los caballos y a los tres sujetos. Los corceles huyeron, hacía él lado contrario del cual Duusu había huído, mi trabajo estaba hecho, solo me quedó saludar como una campeona invicta a la banda de ineptos que se alejaban cada vez más arriba de esos animales desbocados.
    Esperaba, desde lo más profundo de mi corazón, que Duusu estuviese bien.

Miraculous: El preludio de una gran historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora