Acto IV - Haciendo un nido

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Llovía, Llovía a cántaros pesados. Las gotas gruesas resbalaban de los aleros, pendían justo en el borde y no tardaban nada en unirse al cúmulo de charcos espesos mezcla de tierra y mugre. El frío le calaba profundo y él lo único que podía hacer era sostener la mirada hacia esas gotas que se deslizaban por la ventana. El olor a flores e incienso lo mareaba. El gris del cielo le daba asco. Las personas hablando sin saber, llorando sin conocer, los aduladores de muertos y las lloronas de siempre, se sentían como un martilleo en la cabeza que no podía frenar. Las gotas, sólo debía mirar las gotas.

"Lamento su pérdida" ¿De verdad lo lamentaban o sólo era una muletilla que todos dicen en días como esos? ¿Cómo podrían lamentar una pérdida que ni siquiera han sentido? Patético. Todo en esa vida era patético, injusto e injustificable. La existencia misma no era más que un pasar el tiempo hasta que la muerte decidiera que había llegado la hora.

Pero ese cielo gris seguía su curso y el tiempo no se detenía aunque el corazón deseara partirse en dos junto a su cuerpo para acompañar a las únicas personas que le habían hecho sentir que esto que la gente llama vida, tenía un propósito después de todo. Lo único que le quedaba ahora eran gotas, gotas que se escurrían por las ventanas, gotas que caían en charcos sucios, gotas de recuerdos que poco a poco desaparecían aunque el sol jamás brillara en su mundo.

Esos ojos impasibles lo miraron al pasar a su lado, los sintió como navajas clavándose en él tan impunemente como las balas que habían atravesado los cuerpos. Esos ojos con el peso justo para hacerle caer de rodillas y reverenciar la figura que los sostenía como un patético desecho de vida. Esos ojos que todavía lo veían y no lo sentían. Esos ojos en esa pesadilla. Esos ojos que le arrancaban gritos sordos de una garganta seca en la más absoluta y solitaria negrura. Esos ojos y aquellos que ahora lo devoraban y escupían los pedazos como si no fuera nadie.

—Tsukki...—La voz amable entró en el sueño como un susurro gentil, como un soplo blanco y cristalino que deshizo las imágenes y lo devolvió al pitido de las máquinas, al aroma aséptico del alcohol y las gasas, al brillo impoluto de ese cuarto de hospital.

—Kei...—Tsukishima sentía los ojos pesados. Algo cálido y dulce le mimaba la cabeza. Las sábanas eran suaves entre sus dedos y debajo de la mejilla, pero lo mejor de todo, lo que hacía que el remoloneo no se disipara era un aroma nuevo y que a la vez, sentía conocido. Era como el sol de verano en una tarde naranja. De súbito, sin embargo, se incorporó como si una cuerda invisible tirara de su espalda y sintió el corazón darle un vuelco.

El sueño estaba fresco y la realidad jamás había estado de su lado. Sin embargo, quizás era cierto que los gatos tenían nueve vidas porque los ojos de oro habían evidenciado sin espejismos la sangre correr entre los adoquines, mezclándose con agua amarronada para volverse negra brea que corrió hasta las canaletas. Había sentido el instante terrorífico en que el corazón dejó de latir y en el que el último suspiro abandonó esos labios. Lo había sostenido inerte en sus brazos rompiéndose las cuerdas vocales al bramar por ayuda en esa calle desierta. Había perdido la consciencia entre sirenas y luces estridentes. Y la última vez que lo vio, el cuerpo de ese hombre se sacudía bajo choques eléctricos. La última vez que lo vio respiraba pero sólo a duras penas y gracias a la asistencia de una máquina desagradable. Eso que había visto y fijado en su retina por horas antes de caer rendido por el agotamiento y el sueño, no era Kuroo Tetsuro.

—Qué bueno que estás bien... —Tsukishima se mantuvo estático recibiendo las palabras y la caricia en su mejilla de ese hombre que había estado al borde de la muerte y se sintió minúsculo, la nada misma ¿No debía ser él quien dijera esas palabras? ¿No había sido él quien había puesto en peligro a todos por un berrinche arrancado del orgullo más ruin? Pero incluso siendo la bestia inhumana que era, ese hombre le mostraba una compasión que incluso aunque fuera por mera lástima, se sentía demasiado real.

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2017 ⏰

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Sobre un Gato y un CuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora