Capítulo 9

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Ya me había instalado en mi nuevo apartamento, decidí meterme a bañar.
Me dirigí al baño, me quité la ropa y miré hacia abajo; toqué mi abdomen y sentí las estrías que se me habían formado por el exceso de peso que tenía. Eso lo sufren algunas chicas que son gordas, leí que las estrías no desaparecen, sólo pueden desvanecerse con cremas y geles.

(...)

Al día siguiente fui de compras, necesitaba las cosas de higiene y alimentos.
Estaba en la caja y mi celular sonó, contesté sin mirar quien era.

—¿Hola?

—Muy buen día, señorita, estamos vendiendo productos de higiene, ¿no gusta comprar alguno?— escuché la imitación de la voz de una señora.

—¿Eh? No, no necesito eso.

—¿Está segura?

Suspire y una sonrisa se formó en mi cara —Si, Thomas, estoy segura.

Él rió —Maldición.

—¿Qué quieres?— dije acomodando mi celular entre la oreja y mi hombro.

—¿Ya no puedo llamar a mi mejor amiga?

—Claro que sí. Pero sólo lo haces cuando necesitas algo.

—No es verdad— lo ignoré por un momento para pagar las cosas que compré. —No me ignores.

—Estaba comprando. Tonto.

—No me digas así, grosera.

—Ni mi digis isi, grisiri

—Aparte de grosera y mocosa, también inmadura. Oh, y virgen— mi rostro se puso rojo

—No te burles de eso, al menos yo no lo he perdido con alguien de quince años.

—Ya, ve al apartamento. Tal vez mañana o algún día de estos vaya hacia allá.

—Claro, te estaré esperando.— Sonreí

—Hasta después. Lindura— y Thomas me colgó.

Fruncí el ceño confundida.
Dejé las cosas en la parte trasera de mi carro y me dirigí al restaurante a comer algo.

Al llegar, me estacione en un lugar vacío y rápidamente el nerviosismo se apoderó de mi cuerpo.
Me adentré a aquel lugar y me senté en una esquina.

—¿Qué desea pedir?— Maureen se paró frente a mi, con cara disgustada.

—Traeme lasaña y un jugo de naranja, por favor.— le sonreí falsamente.

Después de un rato Maureen trajo la comida y se sentó frente a mi.

—¿Se te ofrece algo?

Ella me miró dudosa —Tienes un gran parecido con Lilith. Pero obviamente no puedes ser esa bola de manteca andante.

Apreté mis puños bajo la mesa
—¿Puedes largarte de aquí y dejarme comer tranquila?— apreté los dientes.

—De hecho tú tienes un carácter más fuerte. La estúpida de Lilith ni eso podía decir, y menos en ese tono.

—¡Largate ahora!— grité y todos nos miraron.

—Ok, sólo no te enojes.— se levantó y se fue.

Metí un bocado a mi boca y cuando lo pasé por mi garganta, Shawn se sentó frente a mi.

—¿En serio no dejarán de molestarme?— susurré, tomé un trago de jugo.

—¿Cómo supiste que se llamaba Maureen si nunca la haz visto?— sus ojos se achicaron

—Tiene una placa en su uniforme con su nombre, obvio está.— pude ver en su rostro que se sentía como un estúpido.

—Oh, maldición, es verdad. Por un momento pensé que eras...

—¿Lilith?— lo interrumpí, él asintió —No sé quién rayos sea, pero supongo los dejó con una gran huella.

—Si, supongo. Por cierto, ya no me dijiste tu nombre.— me sonrió.

—Soy Mandy, ¿tú eres?

—Shawn, un gusto, hermosa. Nunca te había visto por aquí.

—Acabo de mudarme.

—¿Y se puede saber a dónde?— lo miré y le sonreí.

—No. Y ahora, lárgate de aquí que quiero comer.

—Eres muy grosera.

—Eso es correcto, y si no quieres que patee tu trasero, será mejor que te vayas.

—No lo haré— se cruzó de brazos, levanté mi pierna y le di un fuerte golpe en su entrepierna.
Shawn cayó al suelo quejándose.

—Te lo advertí— le sonreí un poco.

Maureen llegó corriendo hacia él y me miró.
—Dile a tu noviecito que deje de coquetearme.

Dejé un par de billetes en la mesa y me fui de ahí.

Contigo o sin ti... (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora