Siendo consciente de que lo que estaba haciendo tenía toda la pinta de dibujarlo como un acosador, David fue al apartamento de Beatriz y se hizo una foto desde la acera. Se la mandó con el texto: "Queda conmigo, te estoy esperando" y esperó. Esperó a que ella lo leyera. Luego esperó a que ella respondiera, y siguió esperando a que ella acudiera al apartamento.
Fue sobre las nueve de la noche cuando Beatriz contestó a David. "¿Estás?". David se apresuró a contestar "Sigo en el mismo lugar, esperando", a lo que ella simplemente dijo "Voy", y fué.
David no la vió llegar cuando se aproximó por detrás, le giró la cabeza y empezó a besarlo en una imprudencia a plena calle, sin siquiera poder aguantar el segundo necesario del mínimo saludo. David dejó la mente en blanco besando a Beatriz sin pensar palabra, y ella decidió pensar primero la brutal honestidad de saber que, desnudada ya una vez, poco más quedaba por mostrar que no se pudiera ver.
David, vamos a subir, no podemos estar aquí en plena calle
No
Su tímida respuesta pensada fue la cautela que garantizaría que nada se hablaría o se diría en forma alguna. Las imágenes visuales de sus emociones y pasiones mezcladas acompañaban sus dedos a la caricia deseada, al lugar donde cada uno esperaba sentir aterrizar los labios, la lengua y los dedos, con la presión justa, el toque necesario, y el placer devuelto en el eco que ambos recordaban de su primer encuentro.
Igual que la otra vez, cada deseo de ambos era incorporado automáticamente en las emociones del otro, de modo que ya no era confuso que Beatriz quisiera que David le chupase la polla, o que David sintiera la necesidad de que Beatriz le chupara las tetas mientras masturbaba su coño lentamente. Sus bocas se hablaban sin voz y la mente se calló a dejar que la piel contara las sensaciones.
Se corrieron tantas veces el uno sobre el otro que sus sexos dolían tanto como sus labios de tanto morderse. El sabor a sudor y semen les dió tanta sed que no dejaban de beberse, en la unión bestial y primitiva de la irracionalidad que desata el amarse sin pensar una sola palabra.
O dos.
Te amo
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El eco en sus miradas
RomancePodían saber lo que pensaba el otro con sólo mirarse. Beatriz y David no esperaban conocerse, y menos de ese modo. Su mayor conexión se convertía, a la vez, en su mayor distancia. ¿Condenados a amarse o a olvidarse? Quizás el mayor amor suponga...