III

9 3 0
                                    

El inmortal no podía recordar quién era.

Como tampoco podía recordar la cara del traidor que le puso a dormir sin su consentimiento. Cara que aparecía difuminada en sus revueltos y confusos recuerdos, tal vez debido a que acababa de despertar hacia tan solo tres horas después de casi un siglo durmiendo, según le informaron.

Parado desnudo frente al espejo de cuerpo entero del armario, el inmortal observaba su cuerpo con la cabeza ladeada. Intentando familiarizarse con lo que veía. Su constitución, el tono de piel, el extraño color de su pelo y sus brillantes ojos chartreuse, rodeados por dos bandas, una externa turquesa, y una interna dorada, le indicaron que él no era tan solo un simple inmortal más.

Apoyando la frente contra el espejo, y centrandose en la vacía mirada que le devolvía la imagen, se preguntó el por qué de su traición. Ya que de si algo estaba seguro, a pesar de no saber ni su nombre, era de que en su vida tuvo que haber alguien. Alguien que logrará hacerle bajar la guardia, conocerle muy bien y esperar el momento adecuado para apuñalarle por la espalda. Porque de lo contrario, el Sueño no le habría alcanzado.

El Sueño al que todo inmortal se tenía que enfrentar al menos una vez en algún momento de su larga vida, ya fuera por propia voluntad o no, no era algo que agradase a muchos. Este te suspendía en un estado de inanimación en el cual eras igual de vulnerable que un simple humano. Y del cual, era demasiado complicado despertar, por no decir imposible, si no contabas con un Ayuda. Alguien de confianza que velaba por tu seguridad y se encargaba de despertarte.

Como sucedió en su caso.

Simon Dankworth, siervo de la casa Worthan, fue quién lo sacó de su letargo sacudiendo uno de sus hombros. Ante su brusco gesto y dejándose llevar por su instinto de autoconservación, todavía medio dormido, el inmortal mando a volar a su salvador con un empuje mental inconsciente que no mostró casi nada de la fuerza psíquica que en realidad poseía, debido a su estado y a la falta de uso de este por tanto tiempo.

Sin tomarse muy a pecho el hecho de que le hizo atravesar varias de las gruesas paredes de piedra de la cripta subterranea de la catedral de San Pablo, Simon se encargó de ayudarle a salir de su ataúd mientras procedía a informarle, con tono alegre, los sucesos que marcaron grandes cambios en su mundo mientras él estuvó desconectado de este.

Mientras el inmortal, demasiado confuso todavía, era trasladado en la parte trasera de en un lujoso coche con los cristales tintados, Simon le contó desde la Insurrección de Siervos que redujo drásticamente el número de casas nobles hasta la casi extinción de la comunidad angelical a manos de los demonios aliados con los hombres lobos y demas especies del Deepworld. Para finalizar, con evidente entusiasmo, especulando acerca de lo que parecía ser el final del Underworld si la guerra que muchos temían tenían lugar.

Siendo esta la razón principal por la que accedieron a despertarle.

El inmortal, que se limito a retener y a guardar la información que le proporcionaba para analizarla más tarde, no le hizo saber de la amnesia que parecia sufrir. Mantuvo la boca cerrada durante todo el trayecto, con su mirada clavada en el oscuro paisaje londinense de altos edificios luminosos y la demasiadas personas que transitaban por las amplias calles. Paisaje y personas que diferían mucho de los pocos recuerdos que comenzaban a surgir de su vida pasada.

Incluso cuando Simon le explicó brevemente el funcionamiento de los mandos de la ducha del cuarto de baño, de los aposentos que le indicó que ocuparía hasta que solucionasen unos cuantos asuntos, el inmortal no pareció demasiado interesado ante la nueva tecnología que siglo atrás hubiera resultado impensable. Siguiendo su consejo, tomó una larga ducha, permaneciendo debajo del agua hirviendo durante un larguísimo rato.

Tomando asiento en la orilla de la gigantesca cama, el inmortal abrió y cerro sus grandes manos callosas varias veces. Ya no sentía el cuerpo tan pesado y torpe como antes, pero sus manos eran la excepción y todavía no se acostumbraba al movimiento de sus dedos, sintiendolos ajenos. Preguntándose si al menos alguna de las habilidades, que creía poseer, había vuelto, el inmortal concentro una diminuta cantidad de energía en estas.

Finas y delgadas telas de crepitante energía nerga danzaron en torno a sus largos dedos, como si le estuvieran dando la bienvenidad. Apuntando con un dedo al espejo dónde antes se observó, entrecerro los ojos y expulso un poco de energía con la intención de solo quebrar el cristal. Para su sorpresa y satisfacción, el macizo armario de dos metros de alto por cinco de largo, acabo reducido a una nube cenizas, que descendió lentamente hasta el suelo de madera.

Por lo que veía, su control sobre aquella energía no era mucha pero, no le importó demasiado. Seguro de que si se daba un poco más de tiempo, pronto podría marcharse de allí, recordará quien era o no, el inmortal se incorporó y salió de la habitación desnudo. Ignorando el repentino jadeo de una de las sirvientas que pasaba por el pasillo, acarreando una bandeja llena de copas de sangre, el inmortal llamó a Simon, elevando la voz.

Quería ropa, comida e información sobre la epoca en la que había despertado. Una vez sus demandas estuvieran satisfechas, el inmortal tenía intención de matar a Simon. Por alguna razón, el vampiro, a pesar de haberle despertado, no le acababa de caer bien.


inmortal [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora